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Gracias, Brad Pitt, por ser la mejor persona del mundo

La última de la estrella hollywoodiense: "ceder" su mansión a un anciano hasta que murió a los 105 años

Brad Pitt, en la premier de "Blonde" en Venecia
Brad Pitt, en la premier de "Blonde" en VeneciaETTORE FERRARIAgencia EFE

Qué decir del señor Pitt que no se haya dicho. Lo de guapo lo podemos obviar por motivos evidentes. El hombre es guapo guapísimo y no se discute. Es una cuestión objetiva. Hasta nuestro Mr. Handsome, don Pedro Sánchez, experto en pasear palmito fuera de nuestras fronteras –quizá porque de puertas adentro ya se han cansado de su sonrisa y porque el ambiente es algo más hostil con su persona–, hincaría la rodilla en un concurso de belleza. Pobre «presi». Brad Pitt es el imposible de cualquiera que aspire a acostarse con un hombre. Incluso muchas, muchos y «muches» que nunca pensaron en ello estarían dispuestos a replantearse su sexualidad –al menos un rato; lo que dure el calentón o simplemente por presumir de meter un VIP en la «cartera» de conquistas– si el bueno de Pitt se les pusiera a tiro.

Es casi un ser mitológico para cualquier mortal, un ser creado por inteligencia artificial antes de la inteligencia artificial. Digno de ocupar un lugar privilegiado en el cuaderno de cualquier adolescente. ¡La de kilómetros de papel que se habrán empleado en forrar carpetas con su bella jeta! Hito que le convierte en algo así como un supervillano en tiempos de cambio climático. Afea un poco, hombre, y salvarás algún árbol que otro... Porque no todo en el actor es perfecto. Se lo aseguro. Hasta él va al baño... Tirando de hemeroteca pronto aparecen sus disputas con su ex, la Jolie; o esa «lista negra» que al parecer tiene para vetar a quienes no quiere ver ni en pintura trabajando; o esa línea de cosméticos «milagrosos» que, también al parecer, no son tan mágicos como presumen. Vaya, vaya...

Sin embargo, la última de Brad es otra acción terriblemente buena. «La generosidad de Pitt no tiene límites», se lee en la prensa estos días en un titular que se debate ente la rabia, la saturación de azúcar y la arcada (porque no todo puede ser tan bonito como lo pintan). Ahora resulta que la estrella de Hollywood también es humilde más allá de fundaciones; resulta que en su día, en 1994, en mitad del afán de crear un imperio inmobiliario se hizo con la casa de John, viudo y de 90 años. Dos millones de nada se dejó en una choza que acaba de vender por 20 veces más. Pero la virtud aparece con la confesión de una colega de profesión, Cassandra Peterson, quien ha sacado a la luz que Pitt tuvo «compasión» con su vecino (le dio por adquirir la veintena de casas que rodeaban su mansión principal): le dejaría vivir allí hasta su muerte sin pagar nada.

Lo que no sabemos es si el actor hubiera sido tan «generoso» de saber que John era un hombre con mucha vida por delante y que soplaría hasta quince velas más, hasta los 105. Y lo que sí sabemos es que el actor hubiera (de hecho, así ha sido) vivido exactamente igual de bien con ese alquiler «extra».

Para unos, los mortales, se llama «nuda propiedad», para otros, «bondad a raudales», cosas de ricos, altruismo.