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Crítica

Grandes Intérpretes de la revista «Scherzo»: De la poética introversión

Obras de Bach, Chopin y Schumann. Piano: Grigory Sokolov. Auditorio Nacional. 26-II-2024

Imagen del pianista Grigory Sokolov. CARM 17/02/2024
Grigory Sokolov, considerado el mejor pianista actualCARMEuropa Press

Sokolov, que está a punto de cumplir 74 primaveras, sigue fresco como una lechuga, aunque sin perder sus atributos físicos característicos: sobriedad, cara de pocos amigos, andares pausados, movimientos de autómata, balanceo e inclinaciones bien estudiadas. Aunque todo está bien medido en él sin que por ello su arte pianístico pierda hondura, expresividad, variedad y fantasía. Lo primero que aplaudimos es la mecánica, el ataque preciso. Luego, el manejo de las dinámicas, de una notable amplitud, el control de un pedal que le permite extraer insólitas luces y recrear múltiples colores.

La exposición, siempre bien ligada, es así fluida, iridiscente y minuciosa; sin que el discurso pierda nunca el formidable ensimismamiento. De ahí que en sus dedos la música de Bach se nos ofrezca con nuevas luces. En este caso nos ofreció del Cantor en primer lugar «Cuatro duetos BWV 802-805». El primero, en Mi menor, tuvo el adecuado curso danzable, con muy precisas notas picadas; el segundo, en Fa mayor, de entramado nada fácil, fue reproducido con gran claridad; el tercero, en Sol mayor, de aire ternario, tuvo una exposición de gran elegancia, y el cuarto, en La menor, dio ocasión a exhibir una mano izquierda precisa en la exposición del tema.

La monumental «Partita nº 2» del mismo compositor tuvo una lectura firme y clara, bien coloreada, y una sensacional pulsación rítmica. Austera y rotunda la «Sinfonía», fluida en su alternancia temática la «Allemande», delicada y sutil la «Courante», auténtico encaje de bolillos, sigilosa e introvertida, la “Sarabande”, y ágiles y transparentes los tan próximos «Rondeaux» y «Capriccio».

En la segunda parte nos captó la elegancia y contención con la que fueron expuestas las cuatro «Mazurcas op. 30» de Chopin, en especial la nº 4 en Do sostenido menor, donde el pianista dio un curso de rubato expresivo y justo en una exposición de tintes evidentemente dramáticos. El toque chopiniano, la pulsación, el colorido romántico se hicieron asimismo presentes en las tres «Mazurcas» de la «op. 50». Airosa la primera, en Sol mayor; de marcada acentuación la segunda, en La bemol mayor, y muy finamente dibujada la tercera, también, como la cuarta de la «op. 30», en Do sostenido menor, obra imponente que fue exprimida en todas sus esencias por las seguras manos de Sokolov.

Cerraban el concierto las «Escenas del bosque» («Waldszenen») de Schumann, constituidas por nueve variadas piezas. La primera, «Entrada», fue explicada con una diáfana claridad para pasar de inmediato a la más ensombrecida y dinámica «Cazadores al acecho». En «Flores solitarias» Sokolov mostró su toque acuarelístico, mientras en «Lugar encantado» se sirvió de muy hermosos claroscuros. En «Paisaje acogedor» explotó la donosura del animado tema. La danza popular que recrea «Posada» sonó franca y libre. Con el «Pájaro profeta» nos sumergimos en el dibujo fantástico y encantador propiciado por esas sutiles figuras en negras y fusas. Máxima delicadeza. Bien cantada la parte intermedia. Marchosa y decidida, como corresponde, la «Canción de caza», con sus briosas corcheas y el ritmo bien marcado (6/8). «Abschied» (Adiós) fue excepcional.

Y luego vinieron las propinas, en Sokolov siempre seis, ofrecidas tras el mismo número bien contado de salidas y aplausos. Desfilaron en admirables delineaciones y según creemos dos piezas de Rameau, dos «Mazurcas» de Chopin, el «Preludio la Gota de agua» del mismo y creemos que una obra de Couperin. Los artistas deberían anunciar ellos mismos sus bises. Así no nos quebraríamos la cabeza. Amenas e ilustrativas las notas al programa de Benjamín García Rosado.