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Gregorio Marañón: «Hablar de despilfarro en el Teatro Real es una falsedad»

GREGORIO MARAÑON
GREGORIO MARAÑONlarazon

Junto a don Gregorio, grande por dentro y por fuera, y al lado de su padre, un niño con corbata un tanto ladeada, flequillo bien peinado y jersey oscuro de pico atendía a las explicaciones de su abuelo. La imagen en blanco y negro la tomó Gyenes en 1954. Tres generaciones en El Cigarral de Menores, Toledo, un lugar vinculado a la historia familiar. Tenía Gregorio unos doce años. Seguro que no pensaba entonces ni en consejos de administración ni en patronatos. Seguro. Tampoco en el Teatro Real, donde fue nombrado en 2007 presidente de su patronato y que renovó en 2012 por un mandato de cinco años. Gregorio Marañón y Bertrán de Lis habla de su pasión, el teatro de la plaza de Isabel II, de sus luces. Y de sus sombras, que las tiene. ¿Veremos pronto una «Traviata»? Todo apunta a que sí...

-¿Es cómodo su asiento en el Teatro Real?

-El de mi abono personal en el patio de butacas es comodísimo...,sin embargo, la posición, desinteresada, de presidente del patronato, es apasionante, pero no siempre cómoda. Exige muchas horas de trabajo, conlleva múltiples responsabilidades y genera también incomprensiones. Pero entre lo apasionante y lo cómodo, siempre he escogido lo primero.

-Usted ha vivido los últimos coletazos de los tiempos de bonanza y lidia ahora con presupuestos más que ajustados, la disminución radical de aportaciones públicas y una sociedad civil a la que lleva su tiempo implicar económicamente. Con este panorama, ¿ha pensado en algún momento en dimitir?

-El patronato que me eligió y el ministro que me propuso cuentan todos los días del año con mi renuncia si lo consideran conveniente. Mientras tenga su confianza cumpliré mi mandato hasta el último día, siempre que crea en el proyecto.

-¿Qué tiene que decir a quienes hablan de despilfarro permanente en el coliseo? ¿Y a quienes echan de menos mayor presencia de voces españolas en los repartos, reducidas en ocasiones a testimonial?

-Bueno, son dos cuestiones muy distintas. Lo primero, sencillamente, constituye una grave falsedad. La administración del Teatro Real es ejemplar y está auditada por la Intervención General del Estado y el Tribunal de Cuentas. El esfuerzo que se ha hecho para reducir gastos y lograr una organización eficiente ha sido extraordinario. Hemos mejorado la calidad artística anterior a la crisis y reducido en tres años los costes de la programación un 30 por ciento, los gastos de personal un 25 y los otros gastos generales un 30, mientras doblamos el patrocinio privado. Estoy convencido de que las instituciones culturales que no sean eficientes al terminar la crisis no serán viables.

-¿Y no echa de menos a los cantantes patrios?

-El respeto que tengo hacia todos ellos es inmenso, como lo es también mi admiración por muchos. Los datos reales de esta temporada indican que además de algunos de los más destacados cantantes españoles como Domingo, María Bayo, Ainhoa Arteta, Carlos Álvarez, Zapata y Bros, hay otros casi cincuenta, a los que hay que sumar los componentes de nuestro magnífico coro. Ojalá lleguemos a tener más, pero nunca defenderé una opción artística sólo por razones de nacionalidad.

-¿Cómo se puede implicar a la sociedad civil en un proyecto como el del Teatro Real?

-Está ya implicadísima. Se ha incorporado atraída por el prestigio de la institución, que ocupa el sexto lugar entre todas las instituciones culturales españolas, y es de lejos la primera en el ámbito de las artes escénicas y musicales. Naturalmente, también, por el interés de su proyecto artístico e internacional. Finalmente, porque disponemos de un adecuado gobierno corporativo, que ha abierto cauces de participación a la sociedad civil, hoy presente en los órganos de gobierno, en la Junta de Protectores, en la Junta de Amigos y en el Consejo Asesor.

-Este año está sembrado de octogenarios ilustres, todo un lujo para nuestra cultura. ¿Por qué no ha habido un homenaje a Caballé y sí a Berganza?

-El Real ha decidido organizar un homenaje periódicamente a nuestros grandes. En 2011 fue a Plácido Domingo, el anterior a Halffter. Este año le ha correspondido a Berganza. Caballé, sin duda, se lo merece por sí misma y no por el hecho de que haya otros homenajes.

-¿Le emocionó la gala a Berganza?

-Es la que una gran artista se merecía. Misión cumplida. Como dijo la Reina, quedamos todos emplazados para cuando Tresa cumpla noventa.

-Sea sincero, ¿qué echa en falta como espectador en la programación del Teatro Real?

-Estamos terminando una temporada excelente y la próxima creo que será una de las mejores desde la inauguración. Sinceramente, no echo nada de menos, aunque, como es natural, todos tenemos unas óperas que nos encantaría volver a ver cada año.

-¿Cuáles son las suyas?

-«El caballero de la rosa», que no me canso nunca de escuchar. Disfruto con ella en todos los órdenes, desde la historia hasta la música.

-¿Cree que el Real ha conseguido la excelencia de la que tanto ha hablado desde su llegada a la presidencia del patronato y desde que Gerard Mortier es director artístico?

-La excelencia, como cualquier utopía, constituye una aspiración indeclinable, a la que tenemos que tender siempre, aunque nunca se alcance del todo. La extraordinaria mejora de la orquesta y el coro constituye un ejemplo de lo que se está haciendo bajo el mandato de Mortier, y no hemos de olvidar que para ser un buen teatro de ópera se necesita contar con buenos cuerpos estables.

-El teatro los tiene, y la labor para conseguirlos viene desde su inauguración, hace más de 15 años. ¿No piensa que la dirección del Real olvida injustamente a quienes han llevado el timón antes que Mortier?

-Las instituciones también tienen que tener sentido de su historia. En el Real no olvidamos nunca a quienes nos antecedieron. La valiosa colaboración profesional que mantenemos, entre otros, con Emilio Sagi es también un buen ejemplo. Por citar una excepción, he de referirme al maestro López Cobos que tanto se incomodó cuando el teatro no renovó su contrato por un tercer mandato. Desde entonces, ha traslucido su enfado contra el coliseo en sus declaraciones públicas, pese al respeto con el que nos hemos referido siempre a él en todos los comunicados institucionales y en mis propias manifestaciones.

-Ha demandado al teatro por unas declaraciones realizadas por Mortier a una publicación.

-Sí, nos ha planteado una absurda demanda sobre la que no voy a opinar hasta que no haya una sentencia judicial.

-Una parte del público no está conforme con la programación actual. ¿La dirección escucha las demandas del público? Imagino que disiente de quienes dicen que se programa contra y no para el espectador...

-La polémica que a veces aflora en esta casa es vivificante. Lo digo siempre: la ópera lo que no debe ser aburrimiento e insignificancia. Obviamente, sólo se programa para el espectador: se acierta casi siempre, como se demuestra por el 90 por ciento de ocupación que estamos teniendo últimamente, pero, también a veces no se acierta.

-¿Como en el «Don Giovanni»?

-Ahí se produjo un desencuentro con el público del estreno, lo que produce cierta frustración porque detrás hay un inmenso esfuerzo.

-¿Y qué otra cosa le puede producir frustración?

-El ver salir corriendo a algunos espectadores cuando la ópera ha sido un éxito.

-La Filarmónica de Berlín ha dado una tourné madrileña estos días. ¿Compensa económicamente traer a Rattle al Real?

-Cuando escuchas la «Novena» te sientes enganchado a ella y no la quieres abandonar. Su calidad es extraordinaria y te reconcilia con el mundo. ¿Si compensa econónomicamente? No; en cambio, sí los ingresos por un aforo de 1.700 personas, pero no lo que cuesta la Filarmónica, no.

-¿Es partidario de reducir el IVA cultural?

-En cuanto se pueda, sin duda. La cultura es un sector estratégico que, además de crear empleo y equivaler casi al 5 por ciento del PIB, constituye el más valioso elemento de identidad colectiva.

-¿Está lejos de conseguirse la paz social en el coliseo?

-Creo no equivocarme si afirmo que el ambiente social que hay en el Teatro Real es, en general, bueno, sin desconocer las dificultades actuales. La cultura imperante es la del diálogo.

-Usted es un hombre cuyo pensamiento está marcado por pautas liberales. Durante la Transición jugó un papel importante. ¿Qué tiene que decir respecto a la propuesta soberanista de Mas en Cataluña?

-Me inspira respeto en cuanto a que es el gobernante que representa democráticamente a los ciudadanos catalanes. Respecto a su propuesta soberanista me parece un grave error para Cataluña, que también perjudica en estos momentos al resto de España.

-¿Necesita España una regeneración?

-Por supuesto que sí. Hay que recuperar unos valores de referencia en el ámbito público y privado y exigir su cumplimiento. En la vida política hay una regla infalible y es que cada partido se aplique a sí mismo lo que tan duramente viene exigiendo a los demás. La valoración que hacen los ciudadanos de políticos y empresarios es una llamada de atención diaria sobre la necesidad de esta regeneración. Pero también es necesario afirmar que la mayoría de nuestros políticos se dedican a su importante función con honestidad. El manifiesto de LA RAZÓN en defensa de la política me parece una excelente iniciativa que conviene generalizar.