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Guillermo Montesinos: "El mejor director es el que me llama para trabajar"

Participa en el documental «Regresa El Cepa», sobre «El crimen de Cuenca», uno de los numerosos filmes en los que destacó este intérprete de una generación irrepetible.

Foto: Noemí Páramo
Foto: Noemí Páramolarazon

Participa en el documental «Regresa El Cepa», sobre «El crimen de Cuenca», uno de los numerosos filmes en los que destacó este intérprete de una generación irrepetible.

Es uno de esos actores que ennoblecen un reparto y engrandecen la palabra «secundario». Guillermo Montesinos (Castellón, 1948) ha estado presente en numerosas películas que son historia de nuestro cine, como «El crimen de Cuenca». Cuatro décadas después de aquel rodaje que acabó con el secuestro militar por parte de la Guardia Civil de la cinta de Pilar Miró, participa en el documental «Regresa El Cepa», dirigido por Víctor Matellano y que se estrena mañana, que da cuenta de los sucesos que envolvieron este icono fílmico de la transición.

–«El crimen de Cuenca» fue su primer papel de peso en el cine. ¿Cómo lo recuerda?

–Yo llevaba siete años en Madrid y había hecho dos o tres películas. Pilar Miró me vio en el teatro, en el Bellas Artes, y me mandó llamar para trabajar con ella.

–Era un trabajo potente...

-Sí, una película estupenda, con una productora grande. Fue un salto importante y un personaje fantástico. Pilar me dio documentación, recortes, fotos, informes sobre el crimen y sobre mi personaje. Ahí ya me di cuenta de la verdadera historia detrás del asesinato, que todo fue un despropósito de las autoridades. Además, Pilar me dijo que fuera a ver «El árbol de los zuecos», que estaba esos días en el cine Alphaville, para ambientarme.

–¿Cómo fue el rodaje en Belmonte?

–Cuenca era «la tierra del crimen» para la gente de fuera y ellos lo llevaban con vergüenza. Pero al acabar la última escena, cuando la gente me rodea y yo voy chillando que «soy El Cepa» rodeado por la Guardia Civil, se me acercaron dos viejecitas y me dijeron: «Has andado igualito, que nosotras lo vimos de niñas».

–Ahora ha regresado a Belmonte con el documental.

–Están muy agradecidos con esta cinta que cuenta el despropósito que sucedió. Me he encontrado con chavales de entonces que ahora son mayorcitos como yo. Cada cinco minutos rompía a llorar de la emoción. Volver allí, recorrer los mismo sitios... Me di un abrazo con el nieto de Gregorio, uno de los torturados reales...

–¿Cómo vivió el secuestro del filme de Pilar Miró en 1979?

–Sabíamos que tendría un impacto grande, pero Pilar no inventó nada, contó lo que se sabía que pasó, lo que estaba demostrado. Nos enteramos del secuestro militar en Berlín, en el festival. Allí fue un éxito y se comentó que nos podían premiar, a la cinta, a mí... Pero hubo presiones para que no nos galardonaran. Sentíamos frustración de que pasaran las semanas y los meses y no se viera en España nuestro trabajo.

–¿Sintió miedo en aquella época, con Pilar Miró encausada y la cinta retenida?

–He sentido miedo restrospectivo, al recordarlo para el documental. Estábamos metidos en un lío, con el 23-F ahí, ETA, los fascistas, ruido de sables. Pero entonces éramos jóvenes y no teníamos miedo.

–¿Como era Pilar Miró?

–Preparada, culta, interesante, con capacidades, pero sin enrollarse mucho como directora, lo justo, como Berlanga. Me tenía cariño y me soltaba piropos, como que de mayor quería vivir conmigo. Fueron a por ella en el 79 porque era mujer y de izquierdas.

–Ha nombrado a Berlanga, con quien trabajó, pero también están Saura, Colomo...

–... Y Trueba, Ozores, Cuerda...

–¿Se decanta por alguno?

–Todos. He tenido suerte. El mejor director de cine es el que me quería y el primero que me llama.

–Otro director: Almodóvar. Usted fue el taxista de «Mujeres al borde de un ataque de nervios».

–Si «El crimen de Cuenca» era mi lanzamiento, «Mujeres...» fue una cinta que se distribuyó literalmente por todo el mundo, con un éxito tremendo. Me siguen felicitando por ella y esta misma mañana un taxista me ha preguntado por el tema.

–Imagino que también le sacarán a colación el soldado Mariano de «La vaquilla». ¿Se reían tanto con Berlanga como nos reíamos viendo sus filmes?

–En el cine hay que tener rigor y si se hace una comedia es para que se ría el público, no para que nos descojonemos nosotros. Pero era un gustazo. Aprendí mucho viendo cómo preparaba los planos, traía siempre los deberes hechos.

–¿Y qué decimos de «Amanece que no es poco»...?

–Había actores que no entendían nada cuando la rodamos. Al estrenarse gustó a algunos y a otros muchos, no. Pero al pasar los años me llegaron unos chavales y me empezaron a recitar escenas. «Somos ''amanecistas''», me dijeron. Se creó un movimiento. Yo he ido a algún encuentro de este tipo, con gente de toda España, donde se representan escenas. En América está eso de «Las galaxias», pero aquí tenemos esto...