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Un Haendel menor bien construido

El CNDM ha apostado fuerte por Haendel, programando últimamente “Alcina”, “Solomon” y este “Alexander’s feast”, siempre con conjuntos especializados de renombre
Robert King en el Auditorio Nacional
Robert King en el Auditorio Nacional© Rafa Martín

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“Alexander’s feast” es un oratorio y no una ópera, que no pasa de ser una obra menor dentro del prolífico catálogo haendeliano. Se dio a conocer en el Coven Garden londinense en 1736, en un momento de crisis en las dos principales compañías de ópera y tras la marcha a Italia de los famosos contratenores de la época Senesino y Carestini. En poco tiempo Haendel compuso esta partitura que poseía una duración demasiado breve para lo que se consideraba un oratorio, por lo que añadió un concierto para arpa y orquesta en si bemol mayor y un concierto grosso en do mayor. De ambos el King’s Consort sólo incluyó el primero y realmente habría sobrado, ya que, insípido, no aporta nada.
La riqueza de su orquestación fue retratada por un grupo de dieciocho coristas, perfecto en sus intervenciones y un conjunto instrumental de algo más de veinte atriles, con predominio apabullante del elemento femenino, que ocupaba todas las sillas de violines y violas. La música intenta reflejar los estados de ánimo del banquete de Alejandro Magno en su conmemoración del triunfo sobre Darío, el amor por su amante Thais, el saqueo de Persépolis y la invocación a Santa Cecilia por la gracia sagrada con la que obsequió a la humanidad. Todas las escenas guiadas por Timoteo y su lira, a quien se refieren los intérpretes, entre lo que en esta ocasión no había ningún contratenor, probablemente por la marcha a Italia de los citados anteriormente.
Hay páginas muy líricas, que fueron principalmente expuestas por la soprano Sophie Bevan, de caudal amplio y atractivo timbre. También de mayor bravura a cargo del tenor Joshua Ellicott y el bajo Peter Harvey. El primero estuvo acompañado por una trompeta en el aria “Give the vengeance due” y el segundo por dos trompas, junto al coro, en el vibrante Bacchus, ever fair and Young”. Resulta muy positivo y de agradecer que los cantantes que acompañan a estos conjuntos historicistas reúnan habitualmente una calidad indudable, aunque no suelan ser grandes figuras. El público disfrutó de la poco más de hora y media de una música agradable y bien ejecutada por solistas, coro, orquesta y la cuidada dirección de Robert King.