Haneke sale de su encierro
El director habló ayer sobre cine y música horas antes del estreno de su «Così fan tutte» en el Real y de la gala de los Oscar, donde puede triunfar con «Amor»
Desde el apartamento en el que se aloja ve un cartel que dice: «Sin ética no hay estética».
Desde el apartamento en el que se aloja ve un cartel que dice: «Sin ética no hay estética». El mayor agitador de conciencias del cine contemporáneo, Michael Haneke, no da más información de lo que ha ocurrido durante los dos últimos meses que lleva en Madrid para preparar la dirección escénica de «Così fan tutte», que se estrena este sábado en el Teatro Real. «Dejaos sorprender», pide el director a la Prensa congregada en el Círculo de Bellas Artes donde ayer se le entregó la Medalla de Oro de dicha institución. La petición suena a obviedad si hablamos del director de «La pianista» y «La cinta blanca». También la percepción que Haneke tiene de sí mismo parece ingenua: «No me veo como una persona optimista».
Hasta aquí lo predecible. En la distancia corta, el director es la perfecta imagen humana de su cine: implacable, sobrio y erudito. A veces, también sonríe. Y, como al buen intelectual, no le interesa la anécdota; el zoom de su cámara se abre para reflexionar a través, eso sí, del detalle sobre la complejidad del alma humana. «Mi trabajo habla de conflictos entre personas, pequeños roces de la vida cotidiana que, después, pueden provocar las mayores guerras», asegura.
Ni una palabra de su ópera
No es el primer cineasta apasionado por la música, pero, probablemente, sí el que más proyectos ha rechazado en este sentido. Sólo de la mano de Mortier, director artístico del coliseo madrileño, ha accedido a dirigir una ópera después de su debut en la escena con un «Don Giovanni». «He recibido varias ofertas, pero no me veo como un director de ópera, sino de cine. He elegido ésta porque creía que podía hacerlo bien. Con Mozart sabes que vas a fracasar siempre, el caso es saber en qué medida». Cine y ópera se entremezclan no sólo en su discurso; su obra más reciente, es decir, esta dirección de escena, y su última película comparten un tema: el amor. «¿Por qué cree que ella le engaña? ¿Por qué él la tiene que humillar? ¿Por qué los chicos están tan seguros de sus chicas?» Éstas preguntas, entre otras, son las únicas pistas que Haneke da sobre el tipo de amor de la ópera de Mozart, muy alejado del que se enfrenta a la enfermedad y la muerte en «Amor». «Es cierto que prefiero hablar de mis películas, pero, en cualquier caso, no quiero dar instrucciones al espectador. Que cada uno construya con sus propios ojos».
«Così fan tutte» no es, sin embargo, una obra que a priori encaje en el modelo de amor «hanekiano»: su carácter ligero contrasta con la profundidad con la que el director suele abordar el tema. ¿Nos transtornará también en esta ocasión? «No hago películas para que el espectador sufra. Si lo hace, tendrá sus razones». Tampoco será testigo del sufrimiento, en caso de haberlo, del público del Real, al menos el día del estreno. Las cinco nominaciones a los Oscar de «Amor» le obligan a viajar a Los Ángeles a defender su película. No por haberse erigido en el más influyente de los directores independientes del cine contemporáneo desprecia la trivialidad de los galardones de la industria de Hollywood. Abandona a su suerte en Madrid a su criatura y confiesa que está «más nervioso por los Oscar porque tengo mucho menos control sobre ello».
Candidata a conseguir el premio a la mejor película, película en habla no inglesa, director, actriz y guión original, es más que probable que Haneke regrese a Madrid, en donde se espera que asista a algunas de las funciones posteriores al estreno, con una estatuilla o más bajo el brazo. No lo es tanto, sin embargo, que lo veamos en circunstancias similares próximamente: «En principio, ésta es la última ópera que dirijo. La posproducción de "Amor"fue muy larga, y no he tenido tiempo para escribir. Así que lo próximo será otro guión». A estas alturas, nadie duda ya de la deuda contraída del mundo del cine con este director, pero, ¿qué le debe él? «Todo. Aprendo a partir de lo que observo. Soy el fruto de lo que he visto».