Grupos

¿Hay machismo en la industria musical?

Las mujeres ganan posiciones en un sector tradicionalmente dominado por hombres. Una asociación recién creada defiende sus intereses y su reconocimiento, que también será objeto de debate esta semana en una mesa redonda

Portada del single de Blondie «Picture this», de su tercer disco, «Parallel Lines», de 1978
Portada del single de Blondie «Picture this», de su tercer disco, «Parallel Lines», de 1978larazon

Las mujeres ganan posiciones en un sector tradicionalmente dominado por hombres. Una asociación recién creada defiende sus intereses y su reconocimiento, que también será objeto de debate esta semana en una mesa redonda.

Abramos capítulo de sociología cultural. Como en el resto de sectores profesionales, la incorporación de la mujer al mundo de la música ha sido más tardía y gradual. Hoy, la mayoría de críticos, periodistas, programadores y directivos musicales siguen siendo hombres, pero la presencia femenina no deja de crecer. Tanto, que se acaba de crear Mujeres de la Industria Musical (MIM), una asociación que defiende sus intereses nacida de un «runrún» de las profesionales del sector. Para abundar más en el asunto, la asociación de Periodistas Asociados de Música (PAM) ha convocado una mesa redonda de debate de la cuestión el 5 de octubre en el marco del Festival Villamanuela, en Madrid. ¿Es posible que en un ámbito tan aparentemente progresista y liberal perviva el machismo?

«El origen de MIM son una serie de charlas informales en las que se compartían situaciones y problemas de las mujeres en todos los ámbitos de la industria: sellos discográficos, profesionales técnicos, departamentos de comunicación, salas de conciertos...», señala Carmen Zapata, su presidenta. «Somos ya casi 800 personas en un grupo de Facebook que ha servido de antecedente para la asociación que todavía está en una fase embrionaria. Ha sido fácil, rápido e ilusionante porque surge de la naturalidad con que compartíamos problemas que vivimos por ser mujeres en nuestro entorno laboral». Hablamos de personas con experiencia que no son exactamente el prototipo de gente de piel fina. La también presidenta de la asociación de las salas de conciertos de Cataluña habla de «tics» o «actitudes», pero no utiliza la palabra «machismo», sino que prefiere hacer una valoración más ponderada del asunto. Sin embargo, reconoce que entre las mujeres del sector existe una percepción de cierto menoscabo de su trabajo y de la pervivencia de «actitudes» o «conductas» inapropiadas. «Nos han llegado muchos comentarios al respecto de todas partes del Estado. Yo creía que estábamos un poco mejor, la verdad», afirma Zapata.

La jefa soy yo

Zara Sierra es socia de Desvelo, manager y promotora, y lleva una década trabajando en la industria. «Problemas hay muchos y variados. Y existen en todas las áreas. Yo he llegado a un festival con un grupo y al subir al escenario para la prueba de sonido con ellos, alguien de la organización me ha preguntado casi sin mirarme a la cara que dónde está el manager. Al decirle que era yo, me contestaron: ‘‘No, el manager’’. Y al insistir en que soy yo, me piden hablar con mi jefe. Y mira, la jefa soy yo», cuenta. «Y, sin embargo, la mayor parte de las veces te preguntan si eres la taquillera, la del merchandising... o la novia de quién». Sierra se refiere a «micromachismos y actitudes de menosprecio» que a veces no son malintencionadas sino paternalistas, pero «que suceden porque no hay una educación en materia de igualdad». «Son cosas como que te manden a hacer café o te llamen cariño. Yo no he llegado a sentirme angustiada pero sí ofendida y sobrepasada porque, sumadas, son un cuestionamiento de tu capacidad. Y quien me ayudó a tomar conciencia de que no debo permitir esas actitudes fue un hombre, Nacho Vegas, porque él sí está muy concienciado sobre estos temas», explica.

«Una periodista musical me contaba el otro día que cuando ella está en un concierto y comenta con un homólogo referencias del sonido del grupo que está tocando, le cuesta diez minutos demostrarle a su interlocutor que sabe de lo que está hablando. A un hombre, ese conocimiento se le presupone», señala Zapata. «Ocurre en las profesiones técnicas del sector. A la hora de contratar a un ingeniero de sonido no hay que hacer suposiciones de destreza, para eso están las titulaciones. Pues de las mujeres se duda, aunque estén cualificadas, algo que nunca ocurre en caso contrario», añade. «El otro día escuché que el rapero Shotta ha hecho una canción en el que les dice a las mujeres que no se dejen llamar puta. Y eso puede estar bien, pero el enfoque es al contrario: debería hacer una canción que le diga a los hombres que no se lo llamen, porque lo otro es descargar la responsabilidad en la víctima», apunta. «Mi percepción es que hay muchas que no reconocen el micromachismo cuando les sucede. Por eso la asociación es importante, porque va a contribuir a visibilizar un problema de igualdad de trato».

Beatriz de la Guardia lleva 15 años trabajando en este mundillo y es directora de comunicación de la promotora Planet Events y además la mitad del grupo Cheries DJs. «La mujer adolece de falta de visibilidad en puestos directivos y en el desempeño de su trabajo. Además, se las destina a funciones de comunicación, que es una labor muy infravalorada», señala. En cuanto a su experiencia con el machismo fuera de la empresa hay cosas que «prefiere no contar» porque es cierto que «he vivido situaciones injustas, aunque son una minoría. Las que he me han sucedido en esta industria son las mismas que fuera de ella. A la mujer siempre se la juzga. Si tiene menos de 30 por su apariencia, si tiene más de 40 porque ya debería ser madre... pero no me gustaría que se me tome por una mujer cabreada con el mundo». «En mi empresa soy afortunada, porque fui contratada por una mujer, la actual directora general es mujer y en el resto de áreas es una empresa paritaria. Animo a los hombres a que se unan a MIM, porque el objetivo de la asociación no es el de quejarse, sino un proceso para alcanzar la igualdad de condiciones», señala.

Para este reportaje hemos tratado de recabar la opinión de mujeres de alguno de los sellos multinacionales, pero la respuesta es que necesitan el permiso de la compañía para hablar. «Me encantaría responder, pero...» fue la contestación más común. Y el gesto, el de «si yo te contara...». «Algunas de las compañeras de estas empresas tan verticales nos han reconocido que se pueden meter en un lío por asociarse y asistir a las reuniones», explica Zara Sierra, que, en cualquier caso, no cree que la situación sea de por sí mejor en el «indie» que en las multinacionales.

Otro aspecto interesante es el del público y las artistas femeninas. «Desde un festival cuyo nombre no revelaremos nos dijeron que ya tenían la cuota femenina cubierta cuando les ofrecieron a una artista», dice Zapata. «Nosotras no creemos en las cuotas. Hay programadores preocupados que nos preguntan si vamos a fiscalizar los carteles de las programaciones. En absoluto. Creemos en el talento artístico y defendemos que hay mucho no reconocido entre las mujeres». «Ya sabes, triunfa un grupo de chicas, como las Hinds, y ya enseguida salen con que si no saben tocar. Los Ramones tampoco sabían y aquí no pasa nada», tercia Sierra.

«Qué machos somos»

Hay un tratamiento de la crítica musical diferente según el público del concierto. «He ido a bolos donde la testosterona se masticaba en el ambiente. Y no pasa nada, qué machos que somos. En cambio, se menosprecia a los grupos que arrastran a muchas mujeres entre su público». Desde la asociación se lo toman un poco a broma. «A lo mejor encargamos un estudio que se titule ‘‘¿A las mujeres solo les gustan las baladas?’’. Pero estamos en una fase de no arriesgarnos, porque una cosa es una percepción y otra la realidad. Queremos buscar certezas, porque aparentemente nos encontramos en un ámbito muy liberal, pero vamos a ver si lo es, porque igual esto es como la industria del motor. Hay un hecho claro: se están constituyendo asociaciones como la nuestra en muchos países de la Unión Europea y en EEUU. Debe ser que algo está pasando, ¿no?». «El problema radica en que los conflictos existen pero no se dicen. No se habla de ellos y es como si no existieran. Creo que la asociación es un buena idea».