Historia de una nación
Transcurren las épocas y los siglos, pero los españoles continúan con una pregunta pendiente que proviene de su pasado y parece quedarse durante un tiempo en el futuro: el de España y su identidad. La bibliografía sobre los nacionalismos periféricos es abundante, pero son escasos los trabajos que resuelvan interrogantes como: ¿existe España no sólo como Estado sino como nación?, ¿Desde cuándo?. Para salvar este vacío documental, un conjunto de historiadores, dirigidos por Juan Pablo Fusi Aizpurúa, Antonio Morales Moya y Andrés de Blas Guerrero, ha encarado un trabajo paciente, exhaustivo y monumental: «Historia de la nación y del nacionalismo español» (Galaxia Gutenberg). Una obra de 1.500 páginas que ha reunido, además de los investigadores arriba mencionados, a Santos Juliá, Fernando García de Cortázar, José Varela Ortega, José Álvarez Junco, José Carlos-Mainer, Inés Fernán-dez-Ordoñez, Francisco Sosa Wagner, Eduardo Martínez de Pisón, Elena San Roman, Javier Varela, Demetrio Castro y Xavier Coller Porta, entre otras 45 firmas. «Los autores que hemos colaborado en este trabajo nos identificamos con el Estado de las Autonomías, que hace compatible la idea de nación española con otras sensibilidades existentes. Es una fórmula con un largo recorrido por delante y que resuelve felizmente el problema nacional español», comentó Blas Guerrero durante la presentación.
Este volumen nació hace siete años con la vocación de rellenar un hueco con una obra de referencia. Pero, desde entonces la realidad política española ha evolucionado hacia unos términos y retos impredecibles en ese momento. Y, aunque ése no era el principal objetivo del estudio, la realidad es que su lanzamiento ha coincidido con uno de los mayores desencuentros recientes entre el Estado y la Generalitat. «Los nacionalismos periféricos son modernos. Surgen en la última parte del siglo XIX. Con el País Vasco y Cataluña no existieron tensiones fuertes durante siglos. El independentismo es un fruto tardío. El grado actual de tensión es una novedad en la Historia. Es bastante insólito en la vida española», aclaró Antonio Morales Moya en su intervención. Él mismo subrayó que existe «un hilo conductor y un sentido de la identificación y la solidaridad de la nación española. Este sentimiento nacional es extendido, está ahí y es compartido por la mayor parte de los españoles. Aunque pudiera desaparecer la nación española, no lo haría la cultura española. Atraviesa centurias y continentes. Está dimensión cultural permanece ahí».
Origen de un problema
Juan Pablo Fusi es uno de los coordinadores de este volumen y uno de los principales historiadores de referencia en nuestro país. Ha impartido clases, dirigido seminarios y escrito sobre los nacionalismos. Y se acerca a ellos con explicaciones serenas, desde la perspectiva que da la Historia, para dar una visión que ayude relativizar los nacionalismos: «No somos el único país con problemas de este tipo. Alemania no se unificó hasta el siglo XIX y en Italia se llegó a hablar de la muerte de la propia Italia durante esa misma centuria. Lo digo por hablar de dos países que parecen ajenos a cuestiones semejantes. Pero el imperio austrohúngaro, la Rusia zarista, los Balcanes, Rumanía o Bulgaria conocen los problemas de identidad. Lo digo porque conviene salir de este ensimismamiento del 98 y la tendencia que, a veces, tenemos de pensar que los problemas españoles son únicos. Pues hay otras naciones que también tienen dificultades para definir su estructura y su identidad. En España, esa cuestión existe desde la transformación de la monarquía hispánica y el imperio en un estado nacional, y tampoco ayudaron las dificultades que atravesamos en el siglo XIX con la guerra de independencia o las carlistas».
-¿Ha fallado algo en nuestro Estado?
-No debemos buscar un déficit en el Estado en el que están integrados los nacionalismos. En EE UU existe federalismo porque no hay nacionalismos locales. Allí, con un nacionalismo en alguno de sus estados constitutivos desafiándole, no habría podido funcionar. Tampoco las causas están en el origen de la crisis, sino en la propia lógica de los nacionalismos. Quebec aspira a la soberanía a pesar de la naturaleza del Estado de Canadá, que, desde el primer día, reconoció a Quebec y a su autogobierno. En este caso no existe ningún problema con el Estado. De hecho, no conozco un país menos nacionalista y más federal. Pero quieren separarse y formar uno propio.
Juan Pablo Fusi reconoce que hoy todavía arrastramos algunas herencias negativas de la dictadura, como él mismo aclara: «La dictadura de Franco desacreditó el nacionalismo español y la igualó a "una, grande y libre", y una retórica que ha hecho definitivamente casi vergonzante la apelación de valores nacionales. Eso es verdad. Por eso, entre otras muchas razones, por supuesto, fuimos a un Estado de las autonomías, porque igualábamos españolidad fuerte con dictadura»
En este libro sobre nacionalismo español, el pasado queda claro, con su génesis, sus mitos, los hechos y las consecuencias que suelen dejar los acontecimientos. Pero la historia continúa haciéndose y los nuevos retos políticos abren un horizonte difuso.
-¿Y ahora? ¿Habrá una continuación a este volumen?
-Es una situación preocupante –reconoce Juan Pablo Fusi–. Hay que exigir seriedad y lenguajes claros por parte de los partidos políticos en defensa del orden constitucional. La democracia española permite diferentes grados de autogobierno sin precedentes, diferencia entre nacionalismos y regiones, habla de los fueros del siglo XIX, que considera restaurados, y demuestra un cuidado particularmente amplio por parte de los constituyentes en la organización territorial del Estado. Por eso me gustaría escuchar voces claras sobre dónde está cada partido y los líderes políticos que los dirigen. Me sorprende, y mucho, que no haya un debate en el Parlamento sobre el tema constitucional más grave de estos momentos».