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Una “cadena humana” que desafió al comunismo

Los pueblos del Báltico formaron una cadena humana de 671 Km para protestar contra la ocupación soviética
La Razón
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El 23 de agosto del año 1989 (unos meses antes de la caída del Muro de Berlín) los pueblos del Báltico soviético completaron una de las hazañas más notorias de la historia: formaron una cadena humana de unos 2 millones de personas que uniría Tallín (capital de Estonia), Riga (capital de Letonia) y Vulna (capital de Lituania).
En total, la cadena alcanzaría los 671 kilómetros de largo. Un auténtico récord que fue registrado en el libro Guinness. Pero el objetivo de aquella cadena no era algo tan banal. El objetivo era poner fin a la escasez y a la represión causadas por la ocupación de la Unión Soviética.
El colapso de la URSS
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) fue el último gran imperio en desmoronarse. Y lo hizo precisamente como consecuencia del último intento de hacer funcionar un sistema económico y político resquebrajado, incapaz de responder a las demandas de la población.
En el año 1985, el recién “electo” secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, puso en marcha una novedosa política de glasnost (”apertura”) y perestroika (”reestructuración”).
El objetivo de Gorbachov no era -en absoluto- acabar con el sistema socialista, sino todo lo contrario: pretendía alcanzar la utopía comunista a través de una serie de reformas políticas y económicas que solventasen los muchos problemas endémicos que venía arrastrando la Unión Soviética desde el mismo momento de su creación.
Esto difiere mucho de lo que hizo -por ejemplo- Deng Xiaping en China, que sí que consiguió mantener la integridad territorial de la República Popular China. A diferencia de Gorbachov, Deng Xiaping permitió la apertura económica, pero no dio su brazo a torcer en lo que a apertura política se refiere.
En este contexto, tuvo lugar lo que puede considerarse como el principio del fin del “Imperio del mal”(En palabras de Ronald Reagan). Con la tímida apertura de la “perestroika”, las 15 naciones ocupadas empezaron a vivir procesos tímidamente revolucionarios.
Pero lo hicieron de forma diferente. Las naciones del Cáucaso se hundieron en la violencia y en la guerra civil. Y mientras tanto, en los pueblos del Báltico resurgía un sentimiento independentista que ya no podría detenerse.
El proceso de independencia de las repúblicas bálticas se llevó a cabo de forma pacífica. De ahí el nombre que recibió el movimiento separatista: La “Revolución Cantada”. En referencia a la predilección de los activistas de cantar himnos patrióticos para reivindicar su independencia.
La Cadena Báltica
La formación de la Cadena Báltica fue una muestra de la hermandad entre los tres países en su lucha por la autonomía y la independencia; y se celebró coincidiendo con el 50 aniversario de la firma del pacto Ribbentrop-Mólotov; un tratado de no agresión secreto que habían firmado los representantes de Iósif Stalin (Viacheslav Mólotov) y de Adolf Hitler (Oachim von Ribbentrop) en el año 1939 para repartirse los territorios del Este de Europa.
Mediante emisoras de radio clandestinas y carteles colocados por los grupos independentistas, los ciudadanos de Lituania, Letonia y Estonia fueron convocados a las 5 de la tarde del 23 de agosto de 1989 en diferentes puntos de la región.
Alrededor de 2 millones de hombres, mujeres y niños se desplazaron hasta los lugares designados. Una vez allí, los organizadores les daban directrices para que se desplazasen con sus coches varios kilómetros, hasta encontrar un “hueco libre” en la cadena.
La Cadena Báltica se completó en torno a las siete de la tarde, cuando los dirigentes independentistas de los tres países se dieron la mano en las dos fronteras.
Cuando Gorbachov se vio ante el dilema de reprimir brutalmente la cadena báltica o resignarse a aceptar que su Imperio había tocado a su fin, optó por permanecer pasivo (algo que habría sido impensable unos años atrás).
Finalmente, los tres países fueron reconocidos como naciones independientes en el año 1991, tres meses antes de que la bandera soviética fuese arriada por última vez del Kremlin para ser reemplazada por la enseña rusa.