Batalla de Lepanto

Lepanto, una conmemoración omitida

Ha pasado desapercibido para la opinión pública española un aniversario que merecía una conmemoración adecuada, tanto por parte del Estado como de la Iglesia: el 450 aniversario de la Batalla de Lepanto. Un hecho que marcará un punto de inflexión en el expansionismo del Imperio otomano por el Mediterráneo y el continente europeo, la entonces Cristiandad.

En el siglo XVI no existía la actual separación entre ambas potestades tal y como ahora la conocemos, y mucho menos en la Cristiandad católica, en la que los monarcas eran considerados auténticos «príncipes cristianos» que ejercían el poder como vicarios temporales de Jesucristo, Rey de Reyes y Señor del Universo. En ese contexto histórico, el Papa era el único que podía convocar a una empresa militar común para enfrentarse a los musulmanes otomanos en su afán expansionista. Así, san Pío V promulgó una Bula de Cruzada, a la que respondieron Felipe II, Venecia, Génova y la totalidad de los gobernantes de la actual Italia, incluidos los Estados Pontificios. Dada la importante aportación española en navíos y hombres, el Papa designó al joven Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, como jefe supremo de la Flota combinada.

Las experiencias sobrenaturales estuvieron presentes en la batalla desarrollada en la embocadura del golfo de Lepanto el 7 de octubre de 1571, lo que llevó a san Pío V a establecer en esa fecha la fiesta de la Virgen del Rosario, considerando que su intercesión fue decisiva para la victoria de la flota cristiana. Décadas después, los otomanos fueron vencidos en tierra firme durante el asedio a las murallas de Viena, pero otra suerte habría corrido el continente sin la histórica derrota de la armada otomana en Lepanto. La UE hoy sería musulmana. Dada la situación geoestratégica actual, Lepanto es una lección y una gesta que merece un homenaje de recuerdo. De la Iglesia en España y de Roma.