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¿Por qué el hormigón romano es tan resistente? Un estudio revela el “ingrediente mágico”

A través de una muestra del mausoleo de Cecilia Metella, un grupo de investigadores han dado con la clave, bastante ligada a un golpe de suerte

Mausoleo de Cecilia Metella, en Roma
Mausoleo de Cecilia Metella, en Romaarchivo

No en vano a Roma se le conoce como la ciudad eterna. Pasear por sus calles significa admirar templos y construcciones que, durante siglos, han persistido testigos de cambios y evoluciones. Avanzamos, y con nosotros lo hacen esas edificaciones de la época romana que, además de grandeza, suelen inspirar la gran pregunta: ¿Cómo han resistido en pie tanto tiempo? El hormigón romano es singular por su capacidad de mantenerse en el tiempo durante miles de años y, ahora, unos investigadores han dado con la clave. Un grupo de estudiosos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) ha analizado la composición química de una muestra extraída del mausoleo de Cecilia Metella, en la Vía Apia de Roma. Los resultados, publicados en el “Journal of the American Ceramic Society”, han revelado el gran secreto, el “ingrediente mágico” de esta gran resistencia, y está bastante ligado a un golpe de suerte.

De tantas obras arquitectónicas que realizaron los romanos, si hay una que destaca por el misterio de su resistencia es el mencionado mausoleo. Del siglo I a.C. y con forma circular, se encuentra entre los más famosos de Roma y fue construido durante el imperio de Augusto, en honor a Cecilia Metella, hija de un cónsul romano. La riqueza y el prestigio de su familia explican la grandiosidad y presencia del edificio, que pasó a ser la torre principal de la fortaleza del castillo de la familia Caetani en el año 1300. Una construcción ejemplar para las refinadas tecnologías constructivas de la República tardorromana y que, ahora, se ha sometido a un peculiar estudio.

Para la investigación, han utilizado dos tecnologías: un microscopio electrónico de barrido, que muestra la microestructura de los bloques a escala de micras -milésima parte de un milímetro-, y una espectrometría de rayos X, que identifica y cuantifica los elementos que componen la muestra. Con esto, han dado con el ingrediente que le confiere excelencia al hormigón romano, que aún hoy es la envidia de los modernos, aún contando con más avances tecnológicos: la leucita.

Si bien se conoce que el material que utilizaban en sus construcciones era una mezcla de cal y rocas volcánicas, el estudio ha concluido que dichos materiales volcánicos, utilizados en Cecilia Metella, son abundantes en leucita, un mineral rico en potasio que se descompone fácilmente por la lluvia y las infiltraciones de agua subterránea a través de las paredes. Esta sensibilidad a la humedad conlleva la liberación de potasio en dicha mezcla, provocando así cambios en su composición química y, por tanto, dicen los expertos, haciéndola más resistente.

Según recoge el estudio, Vitruvio ya tenía alguna idea de esta técnica: “Construcción de gruesos muros de ladrillos toscos o con agregados de roca volcánica, combinados con mortero elaborado con cal y tefra volcánica (fragmentos de vidrio poroso y cristales de las erupciones), podrían dar lugar a estructuras que no se deterioren con el tiempo“. Palabras que hoy resultan más verdaderas que nunca. Lo que los romanos no sabían es cómo los cristales de leucita, mineral rico en potasio, en el agregado volcánico podrían disolverse con el tiempo y remodelar y reorganizar la interfaz, mejorando su cohesión, por lo que, en parte, tuvieron un golpe de suerte.

“Los análisis de rayos X y espectroscopia nos han permitido ver cómo ha cambiado el mortero. Las zonas de interfase en el antiguo cemento romano -explica Admir Masic, director de la investigación junto a Marie Jackson- han evolucionado constantemente mediante remodelaciones. Procesos que han contribuido a reforzar y mejorar la resistencia dee estos antiguos materiales“.