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De La Rochelle al saqueo e incendio de Londres por la flota castellana: la batalla que humilló a los ingleses

La victoria de la flota de Ambrosio Bocanegra fue una de las mayores derrotas ingleses y permitió, incluso, el saqueo e incendio de Londres por los barcos de la Corona de Castilla
La Razón

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Quizás no sea de las batallas más conocidas, quizás su nombre no resuene tanto como otros que dieron más gloria a los buques de la Armada española, quizás sea porque ni siquiera podamos hablar aún de España, pues tuvo lugar en 1372 y se trataba de la marina castellana, que se vio envuelta en el complejo conflicto de la Guerra de los Cien Años.
Sea como fuera, el caso es que la batalla de La Rochelle, o La Rochela, supuso una de las victorias más aplastantes de España, en este caso la Corona de Castilla, sobre Inglaterra. Corría el año de 1372 y los franceses mantenían bajo asedio esta ciudad en la costa sureste gala, entre Burdeos y Nantes, que, sin embargo, estaba en poder de Inglaterra. Para reforzar la plaza, una flota inglesa comandada por John Hastings, conde de Pembroke, intentó desembarcar a 500 caballeros y 8.000 soldados que viajaban a bordo de medio centenar de barcos.
Con lo que no contaba Hastings era con que una flota castellana estaba allí en apoyo de los franceses, cumpliendo el compromiso contraído por el rey castellano, Enrique de Trastámara, de aportar dos buques por cada uno francés en la Guerra de los Cien Años que enfrentaba a Francia e Inglaterra.
Cabe decir que durante la guerra civil castellana que enfrentó a Pedro el Cruel y a Enrique de Trastámara, Inglaterra apoyó al primero y Francia al segundo. La victoria de éste último vinculo a la Corona de Castilla con Francia.
La escuadra castellana que se opuso al refuerzo, al mando del almirante de Castilla Ambrosio Bocanegra, mercenario genovés al servicio de Enrique II, era muy inferior en número y estaba compuesta por naos y galeras. El rey de Castilla envió 22 buques, a las que se les deberían haber unido en Santander algunas unidades francesas, pero nunca llegaron.
Los barcos ingleses estaban fondeados cerca del puerto de la ciudad costera y, a pesar de su inferioridad numérica, el almirante castellano atacó a la flota inglesa pero tras una pequeña refriega, Bocanegra fingió una retirada. El engaño funcionó: John Hastings, creyó entonces que la flota castellana, mucho menor en número, sería un enemigo fácil, pero no contaba con que Ambrosio Bocanegra tenía un plan, consciente de que las grandes naves inglesas, todas muy cargadas, no podían moverse con la marea baja —estaban en mareas equinocciales—, y decidió esperar.
Así, en la madrugada del 23 de junio de 1372, durante la bajamar, los buques castellanos se aproximaron a La Rochelle pero, en esta ocasión, la naturaleza jugó de su parte, pues el gran calado de las naves inglesas las clavo al suelo y quedaron varadas. Antes de que subiera la marea, los castellanos, que podían maniobrar buscando posiciones favorables, comenzaron a lanzar proyectiles incendiarios contra ellos.
El desarrollo del combate no se conoce con seguridad, pues en los textos medievales hay varias versiones, muy poco homogéneas. Es posible que se usaran lombardas, aunque es más probable que los barcos ingleses recibieran un ataque de artificios incendiarios compuestos de sebo y aceite, pues las crónicas hablan de buques incendiados, lo que no se consigue con proyectiles de piedra. Algunas fuentes medievales hacen referencia también a flechas incendiarias.
La flota inglesa, incluido el barco que llevaba la paga de 3.000 mercenarios durante un año, fue destruida o tomada en su totalidad. .Algunas naves pudieron escapar del fuego, pero rodeadas por todos lados, fueron capturadas. Al finalizar el combate, el conde de Pembroke fue hecho prisionero por los castellanos, junto a 400 caballeros y 8.000 soldados. De acuerdo con los usos de la época, el almirante inglés y sus caballeros de espuelas doradas tuvieron que desfilar atados con maromas delante del rey de Castilla, en Burgos.
Sin embargo, el monarca castellano, no queriendo profundizar más en el daño infligido a los ingleses, decidió entregar a Pembroke y sus oficiales al condestable francés Bertrand du Guesclin, que pondría a buen recaudo a los sajones en las mazmorras de sus castillos.
En cuanto al resto de la soldadesca capturada serían más tarde devueltos por Enrique II a Inglaterra en un acto de buena voluntad, en naves con pabellón parlamentario junto a unos 400 caballeros por los cuales se había pagado rescate.
Después de esta victoria decisiva de la marina castellana, que dejó miles de enemigos muertos, Inglaterra perdió el control del Canal de la Mancha, quedó sin capacidad para mover tropas y con sus costas expuestas a los ataques castellanos. De hecho, Bocanegra seguirá su periplo naval y con su flota saqueó numerosas ciudades del sur de Inglaterra como Wight, Dover, Rye, Portsmouth, Folkestone, Hastings o Plymouth en ese mismo año 1372.
No contentos con esto, la flota castellana se aventuró hacia el interior del río Támesis al mando de Sánchez de Tovar, llegando hasta Londres e incendiando lo que quedaba a su paso, incluido Gravesend, el puerto más grande de todo el Canal de la Mancha.
Tal fue el botín obtenido que los buques más pequeños tuvieron que tirar el fruto de sus saqueos por la borda para que el peso de los tesoros no los llevase al fondo del mar.
La interminable rivalidad entre España e Inglaterra no había hecho más que comenzar.

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