Estos son los milagros que hicieron que Juan Pablo II sobreviviese al atentado de 1981
Juan Pablo II fue el papa que más atentados sufrió durante los años en que rigió la Iglesia. Pero el del 13 de mayo de 1981 fue especialmente grave
Creada:
Última actualización:
Diecisiete años después de su muerte, Juan Pablo II sigue siendo una importante referencia moral y espiritual para católicos y no católicos de todo el planeta. Dirigió la Santa Sede como el ducentésimo sexagésimo tercer sucesor de San Pedro. Su papado duró 27 años, el tercero más largo en la extensa historia de la Iglesia Católica... solo por detrás del de el propio San Pedro y del de el papa Pio IX. Sin embargo, lo más destacado de su pontificado no fue su duración, sino -más bien- el enorme impacto que tuvo en todo el mundo.
Muchas de sus obras -no obstante- no habrían podido darse, si los sucesos del miércoles 13 de mayo del año 1981 se hubiesen dado de otra forma. Aquel día, treinta mil fieles se congregaron en la Plaza de San Pedro para celebrar la fiesta de la Virgen de Fátima junto al santo padre. Pero, cuando el reloj marcaba las cinco y diecisiete minutos de la tarde, cuatro balas de una 9mm Bowning HP perforaron el cuerpo de Juan Pablo II, dos de ellas en el estómago. Las heridas parecían mortales de necesidad. Sin embargo, el sumo pontífice pudo recuperarse sin mayores contratiempos.
Quién apretó el gatillo fue Mehmet Ali Agca, un joven turco de 23 años.
Y en cuanto al móvil del crimen, hay muchas teorías... pero ninguna certeza. El propio autor cambió 52 veces de versión. Llegó a asegurar -incluso- que el asesinato había sido ordenado por el mismísimo Vaticano. Otras teorías más plausibles y aceptadas apuntaban a los servicios de espionaje de la Unión Soviética. Esta hipótesis sostiene que aquello no era otra cosa que una venganza por los muchos gestos que el santo padre había tenido en contra del comunismo.
¿Una intervención divina?
Hoy -cuando conmemoramos el cuarenta aniversario de aquel atentado que dejó sin respiración a millones de personas de todo el mundo- es importante que hagamos un repaso por todas aquellas circunstancias, que para muchos no podrían entenderse si no por una intervención divina y que acabaron por salvar la vida al pontífice.
El propio Agca le preguntó a Juan Pablo II “¿Cómo lo hiciste?, ¿Cómo te las arreglaste para salvarte?”. Y es que, son muchos los documentos, libros y testimonios que han tratado de reconstruir aquellos dramáticos momentos. Pero ninguno de ellos ha sido capaz de esclarecer algunas de las coyunturas que terminaron siendo decisivas para la supervivencia de Wojtyla.
La primera de ellas es que -según todos los testigos- al lado Agca había dos monjas en el momento del atentado. La primera era la hermana Letizia Giudici, que bloqueó al terrorista y luego lo protegió del linchamiento de la multitud. La segunda, según se explica en las declaraciones de diversas investigaciones, fue la que bajó la pistola y la que desvió la trayectoria de una última bala.
Sin embargo, esta segunda monja nunca fue encontrada. En un libro llamado “Il papa doveva morire” (“El papa tenía que morir”), escrito por el periodista Antonio Preziosi, se recoge una declaración de la propia hermana Giudici, en la que explica que ella no fue quién bajó el arma del asesino y que ella -en realidad- estaba convencida “de que este señor estaba tomando fotos”.
En este libro, también se ahonda en el frenético viaje de la ambulancia que llevaba el cuerpo herido de Juan Pablo II hasta el hospital policlínico Gemelli. Durante el traslado, el conductor se confundió de trayecto... a pesar de que estaba perfectamente familiarizado con las calles de Roma. Y aunque podría parecer que aquello era un error que le saldría caro al pontífice, la realidad es que fue lo que le salvó la vida; porque en aquel momento las calles que debía haber tomado estaban absolutamente congestionadas por un accidente de tráfico que se acababa de producir... lo que habría retrasado aún más la llegada al hospital.
Una vez en el quirófano (que debió abrirse a patadas, porque nadie encontraba la llave) el jefe del equipo médico, Francisco Crucitti, se asombró de la “extraña trayectoria” de una de las balas. Al parecer, el proyectil había hecho un zigzag en el interior del abdomen, para evitar el contacto con los órganos vitales:
“La bala entró a la altura del ombligo, por el lado izquierdo, perforó el colón y el intestino delgado en cinco lugares, pero cambió su trayectoria frente a la aorta central. Si la hubiera tocado, el papa habría muerto instantáneamente. Además, la bala atravesó la columna, evitando los principales centros nerviosos por muy poco, si los hubieran dañado, se habría quedado paralizado”, explicaba Crucitti en el libro de Preziosi.
Finalmente -y contra todo pronóstico- el papa Juan Pablo II se salvó de una muerte casi segura. Él mismo estaba convencido de que había sobrevivido gracias a la intervención directa de Nuestra Señora de Fátima: “Una mano disparó, otra mano desvió la bala”, explicaba Wojtyla.