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Arqueología de lo invisible: ¿a qué olía un sarcófago egipcio?

Un estudio desvela los componentes de los aromas de una tumba, experiencia que, aseguran los expertos, nos permite acercarnos de una manera más personal al pasado
KHALED ELFIQIEFE
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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Una tumba egipcia la podemos ver -aunque sea por fotografías-, podemos imaginar su tacto, escuchar todo tipo de historia sobre ella, pero... ¿oler? ¿Seríamos capaces de saber el aroma de un sarcófago, ya no mientras se expone en una vitrina de un museo, sino en la época en que fue creado? Pues bien, existe una manera de rescatar el olor de ciertas tumbas egipcias, según se acaba de publicar en la revista “Journal of Archaeological Science”. Bajo el título “Arqueología de lo invisible, el olor de Kha y Merit”, el equipo de la química analítica italiana Ilaria Degano ha desvelado los componentes de los aromas de una tumba con una curiosa historia.
Todo comenzó con el deseo de un hijo de que sus padres descansaran en paz. El padre, llamado Kha, era un respetado arquitecto que vivía en el poblado donde residían los constructores de las tumbas de los faraones, mientras que la madre era Merit. Dada la vida acomodada de ambos, pudieron contar con un ajuar funerario de calidad, por lo que su hijo les pudo dejar alrededor de la tumba de ambos una cincuentena de ánforas con vino, uvas, carnes en salazón, harina, cestas con comino y enebro, pan... Todo ello, para que los espíritus de sus padres estuviesen lo más cómodo posible, pero eso no fue lo único. Cuando los arqueólogos pudieron entrar en la tumba, comprobaron que además de estas ofrendas alimenticias, la sepultura contenía guirnaldas de flores, una peluca de Merit, cosméticos, navajas, horquillas, peines, ropa, así como muebles e instrumentos relacionados con el trabajo de Kha. Una auténtica exposición de la vida y obra del matrimonio.

Una ventana hacia el pasado

Las momias de Kha y Merit se trasladaron al Museo Egipcio de Turín en perfecto estado, lugar donde nacería la duda de algún experto sobre sus olores. Los conservadores del museo hacía tiempo que notaban un aroma especial que provenía de esta vitrina, por lo que decidieron, de la mano de algunos investigadores, analizar este misterio de un olor que perdura tantos años en el tiempo. El equipo de Degano cubrió recipientes con bolsas de plástico durante unos días, que contenían frutos secos, restos de alimentos podridos o semillas, para que más tarde pudieran identificar los componentes de los aromas de cada muestra.
Aseguran los investigadores que tener esta posibilidad de reconstruir aromas antiguos es una gran oportunidad para conocer grandes detalles del pasado. Así lo explica a National Geographic Cecilia Bembibre, del University College de Londres: “Este tipo de experiencia tiene el potencial de permitirnos experimentar el pasado de una manera más emocional y personal”, ya que puede permitirnos oler lo mismo que el hijo de Kha y Merit olía cuando se encontraba junto a la tumba de sus padres, un aroma que quedó sellado en sepultura y que existió hace nada menos que miles de años.