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Semana Trágica: la “tormenta perfecta” que asoló Barcelona

Lo que empezó como una huelga pacífica terminó convertido en una batalla campal que duró una semana
larazon

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La fecha: 1909. Más de 1.500 personas fueron arrestadas y se ejecutaron cuatro condenas a muerte, entre ellas la de Francesc Ferrer i Guardia, director de la Escuela Moderna.
Lugar: Barcelona. Los insurrectos asaltaron las armerías y se enfrentaron a las fuerzas militares, mientras más de 60 colegios, iglesias y conventos fueron pasto de las llamas.
La anécdota. Cuando sintió que el militar terminaba de anudarle el pañuelo, Francesc Ferrer i Guardia insistió: «Aún puedo decirlo: soy inocente. ¡Viva la Escuela Moderna!».
A principios del verano de 1909, el acoso de las tribus rebeldes del Rif a las tropas del Protectorado español obligó al Gobierno a enviar refuerzos armados a Marruecos, último vestigio del gran imperio español tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El desastre del Barranco del Lobo, donde cayeron muertos 150 valerosos soldados españoles y varios centenares resultaron heridos, fue decisivo para que Antonio Maura ordenase que una unidad de las tropas de refuerzo que debían embarcar hacia Marruecos estuviese compuesta por reservistas catalanes, la mayor parte de ellos casados y con hijos.
Si ya la guerra de Marruecos era impopular entre las clases bajas, ahora también lo fue entre las clases pudientes. Todos los partidos pidieron a Maura sin éxito que se retractase de su decisión. Durante el embarque de las tropas de refresco en el Puerto de Barcelona hubo protestas, que fueron creciendo conforme llegaban a la ciudad noticias sobre la derrota de los soldados españoles en Marruecos, hasta desembocar en una gran huelga general convocada por Solidaridad Obrera el 26 de julio.
La que al principio fue una huelga pacífica y aceptada por las clases medias, acabó convirtiéndose en una verdadera batalla campal sofocada al cabo de siete días. La Semana Trágica se ganó con todo merecimiento pasar a la historia con esa denominación desde el mismo 26 de julio, cuando a media mañana los tranvías seguían aún circulando pese a que todas las fábricas y talleres habían respetado el paro desde primera hora. Cuando los huelguistas intentaron detenerlos, se produjeron los primeros enfrentamientos con la Guardia Civil y la Policía, hasta que intervino el Ejército. Al día siguiente, la ciudad se llenó de barricadas. Los insurrectos asaltaron las armerías y se enfrentaron a las fuerzas militares. Más de sesenta colegios religiosos, iglesias y conventos fueron pasto de las llamas.
Para compensar el esfuerzo de los reservistas catalanes, Maura promulgó un decreto para compensar a sus familiares con una ayuda económica de dos reales diarios, lo cual irritó aún más a los ciudadanos dado que el coste de la vida se elevaba entonces a más de tres pesetas diarias. El gobernador civil, Ángel Osorio Gallardo, dimitió por la actuación militar en la represión, que recordaba a lo sucedido en Barcelona cuando se abatió sobre los anarquistas la larga mano de Cánovas, y que ahora se saldaba con casi noventa muertos y centenares de heridos.
Más de 1.500 personas fueron arrestadas y hubo 17 condenas a muerte, de las que solo se cumplieron cinco. La ejecución que mayor indignación popular levantó fue la de Francesc Ferrer i Guardia, director de la Escuela Moderna e inspirador de otros centros anarquistas en Barcelona, a quien se consideró el instigador de todo lo ocurrido en la Semana Trágica.
La mañana del 13 de octubre, en los fosos del Castillo de Montjuich, se cumplió la sentencia dictada por el consejo de guerra. Al llegar al foso de Santa Amalia, lugar elegido para la ejecución, Ferrer se colocó frente al pelotón de fusilamiento negándose a ponerse de rodillas y a volver la espalda. Mientras un miembro del piquete le vendaba los ojos, proclamó: «Soy inocente. ¡Viva la Escuela Moderna!».
Instantes después, el reo se desplomó en el suelo con el cráneo reventado. La revolución tuvo desde aquel día un nuevo mártir. En la finca Mas Germinal, de Ferrer i Guardia, se hallaron dos circulares en las que el líder anarquista abogaba por la expulsión o exterminio de todas las comunidades religiosas, el derribo de las iglesias y la confiscación de los bienes eclesiásticos, entre otras medidas.
Durante la Semana Trágica, muchos barceloneses permanecieron temerosos en sus casas. Algunos salieron a la calle en busca de noticias, en una ciudad en la que sólo unos pocos privilegiados disponían de teléfono y los diarios no se publicaban.
Pese a los llamamientos de Cambó a la prudencia, el ministro de Gobernación, La Cierva, criticó a Cataluña afirmando que el movimiento había tenido un signo catalanista, lo cual era falso. La represión militar llevó al rey Alfonso XIII a sustituir a Maura por Moret en octubre de 1909. El líder conservador dejó el Gobierno indignado y tardó en perdonar al monarca por haberle sacrificado.

EL NUEVO ANARCOSINDICALISMO

La confluencia directa del movimiento catalanista con un periodo de intensa agitación social era bien patente en la Barcelona de entonces. Y por si fuera poco, la política internacional del Gobierno conservador que presidía Antonio Maura alimentaba los numerosos focos de inestabilidad en toda la ciudad. La Semana Trágica había puesto de relieve así la imperiosa necesidad de coordinar mejor las fuerzas populares para luchar de manera más eficaz contra la monarquía reinante. La represión llevada a cabo contra el anarquismo, encarnado en la inmolada figura de Francesc Ferrer i Guardia, transformó a esta corriente en un nuevo anarcosindicalismo cuyo resultado fue la creación de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña en octubre de 1910. Casi un centenar de uniones sindicales y otras cuarenta y tres sociedades se adhirieron finalmente a esta gran confederación, precursora de la futura Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, constituida en septiembre de 1910.