La profunda huella española en California
Amancio Labandeira publica “Un gobernador español en California”, biografía novelada del militar Pedro Fages, que gobernó estos territorios americanos sirviendo a la corona española
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En 1513, Juan Ponce de León desembarcó en la península de Florida. Desde entonces hasta hoy, España ha tenido una presencia decisiva en los actuales EE UU de América, ya que fue el primer país europeo en establecerse en estos territorios y su herencia resulta evidente en sus ciudades, idioma y costumbres. Un ejemplo significativo es el Estado de California, que mantiene una profunda seña de identidad española gracias a sus gobernadores y a la labor fundadora de las misiones franciscanas. Pedro Fages y Beleta (Guisona, Lérida, 1734-Ciudad de México, 1794) era el gobernador militar de Nueva California (posteriormente Alta California) entre 1770–1774, y de las Californias de 1782 a 1791, y a su figura el profesor e historiador Amancio Labandeira, profundo conocedor y difusor de la cultura española en América, ha dedicado su libro Un gobernador español en California (Fundación Universitaria Española). Se trata de una biografía novelada de este personaje histórico al servicio de la corona española.
«Fages procedía de una familia noble catalana y siguió estudios superiores. Cuando entró en el ejército ya pasaba los treinta años y su primer destino fue en el Segundo Regimiento de Voluntarios de Cataluña, donde ingresó con el grado de subteniente. Pronto se dio a conocer en la lucha contra los indios en Sonora y fue elegido para la expedición de ocupación de los puertos californianos de San Diego y Monterrey dirigida por el capitán Gaspar de Portolá», explica Labandeira.
El profesor define a Fages «como una persona culta y, como militar y explorador, un hombre de acción, según demostró a lo largo de sus actividades en la Alta California y Sonora. En el aspecto político era el fiel reflejo del buen oficial que tenía siempre presente que las disposiciones gubernamentales debían ser cumplidas tan pronto tuviese noticia de ellas». Durante su mandato, dos tipos de instituciones tuvieron un protagonismo especial, las misiones y los presidios. «Ambas fueron fundamentales, aunque con funciones muy distintas –señala–. Las misiones eran una especie de concentraciones para ayudar al indio a integrarse en la civilización europea, que comenzaba por ser bautizado y enseñado en la religión cristiana. En teoría, se pensaba que al cabo de diez años la misión podría convertirse en un pueblo y los neófitos allí congregados en súbditos libres, pero en la práctica no fue tan fácil», afirma Labandeira.
Por su parte, «el presidio era el cuartel donde se instalaban los militares que protegían a misioneros y colonos de los posibles ataques indios. Los problemas entre estas instituciones se producían con frecuencia, mientras los religiosos decían que los militares estaban para servir a los misioneros a crear más misiones, los militares respondían que la empresa era difícil y las fuerzas armadas muy escasas para tan enorme territorio».
Las discusiones de Fages con fray Junípero Serra, fundador de muchas de ellas, fueron constantes y causaron su salida de California a Sonora, «pero la verdad es que el célebre franciscano lo hacía con todos los jefes militares que pasaban por esta provincia. Realmente era una persona con un carácter fortísimo y, sobre todo, inagotable en las discusiones», confiesa el autor, que también habla del aspecto familiar del teniente coronel Fages. «Tuvo problemas con su esposa, más joven que él y con cierta cultura. Estaba realmente preocupada por las condiciones en que vivían las mujeres de la época, por eso no aguantó bien el “destierro” al que la llevó su marido, acostumbrada a los salones de la capital mexicana. La ciudad de Monterrey, situada en la Alta California, era muy pobre y la provincia más primitiva y lejana del Virreinato de Nueva España».
Y prosigue: «Su esposa tuvo siempre presente el maltrato que sufrían las nativas a manos de los indios, militares e incluso de algunos misioneros. Aunque debe hacerse constar que la gran mayoría de los religiosos intentaban tratar a los neófitos con un alto sentido cristiano, incluso como si fueran sus hijos». Por otra parte, «Fages fue el primer comandante de los presidios San Diego y Monterrey que reformó y dotó de fuertes muros defensivos, además de plantar un gran huerto con árboles frutales europeos con otros desconocidos en el Nuevo Mundo».
Fages dirigió un ejército de soldados, indios colaboradores y voluntarios catalanes. Afirma Labandeira «que desde la época de los almogávares y las luchas de Berenguer de Entenza contra los turcos en 1305, las tropas catalanas, representadas por las Compañías Francas de Voluntarios de Cataluña, no habían tenido un puesto tan destacado en la historia militar como el que desempeñaron en los siglos XVIII y XIX en los territorios de Sonora, California y Canadá. Allí fueron mandadas por competentes oficiales entre los que destaca el coronel don Pedro Fages y Beleta, fallecido en 1796 en la capital del Virreinato de Nueva España, a la edad de sesenta y seis años», concluye.
- Un gobernador español en California (Fundación Universitaria Española), de Amancio Labandeira, 328 páginas, 20 euros.