Brunete, una batalla a sangre y fuego que marcó la Guerra Civil
Entre el 6 y el 25 de julio de 1937, se celebró una batalla que marcó el destino de la contienda española, alargándola hasta las fechas que conocemos históricamente
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Nos encontramos en julio de 1937. Hacía un año que empezó la Guerra Civil española. La evolución de la contienda ha hecho que el bando republicano defendiera Madrid. El motivo es claro. El famoso eslogan de “No pasarán” significaba que, de hacerlo, la guerra terminaría. El bando republicano se había defendido en Guadalajara y el Jarama. Sin embargo, el general Vicente Rojo tenía problemas. Otras zonas republicanas estaban en peligro. Fue en estas últimas donde tuvo lugar lo que se conoce como batalla de Brunete. Era un episodio crucial para frenar el avance del ejército de Franco. La batalla empezó el 6 de julio de 1937 y acabó el 25 de julio. Brunete estaba a pocos kilómetros de Madrid. A pocos kilómetros de El Escorial y de Las Rozas. Conseguir la victoria era fundamental para las aspiraciones del general Rojo, pero también para el ejército nacional.
Por la parte republicana estaban al frente del ejército el general José Miaja Menant y el general Rojo. Por parte nacional Francisco Franco y José Enrique Varela. El ejército republicano estaba formado por 85.000 soldados, 220 piezas de artillería, 130 tanques, 40 carros blindados y 300 aviones. Por su parte las fuerza nacionales tenían 65.000 soldados, 200 aviones y 80 aviones de la Legión Cóndor.
La batalla de Brunete fue la última gran batalla de aquella Guerra Civil. Los primeros ataques republicanos comenzaron la noche del 5 al 6 al julio mientras las unidades republicanas, bajo el abrigo de la oscuridad, penetraban profundamente tras las líneas enemigas. Para el historiador Hugh Thomas resulta sorprendente que el Bando sublevado se viera sorprendido por el ataque del Ejército republicano, ya que durante meses se había hablado en los cafés de Madrid sobre la posibilidad de que los republicanos lanzaran una ofensiva en esta zona.
Consecuencia del éxito republicano durante el primer día de la ofensiva, Juan Negrín propuso celebrar en Madrid una reunión del Consejo de Ministros para celebrar la victoria, pero el presidente Azaña le disuadió de ello. Para la República esta constituía su primera gran ofensiva que por el momento se saldaba con éxito. Al día siguiente, como consecuencia del ataque del bando republicano y la toma de posiciones, el general Franco tomó la decisión de cancelar la ofensiva en el norte, cuyo siguiente objetivo era la captura de Santander, y aceptó el desafío que suponía la ofensiva republicana.
Presión y contraataques
El 8 y 9 de julio de 1937 los republicanos decidieron atacar desde primera hora de la mañana. Todos los ataques fueron rechazados y cuando los republicanos lograron conquistar varias posiciones, estas se perdieron rápidamente tras un contraataque enemigo. En la mañana del 9 de julio dos brigadas mixtas atacaron Quijorna y tras varias horas de combate lograron hacerse con el control del pueblo. Del 10 al 11 de julio la presión republicana sobre Villafranca del Castillo obligó al general Varela a enviar a la V Brigada de Navarra para intentar aligerar la presión sobre la guarnición franquista. La llegada de las tropas carlistas obligó a los republicanos a detener su ataque y a retirarse a sus posiciones del río Guadarrama.
Entre el 12 al 17 de julio la superioridad aérea de la Legión Condor frente a la aviación republicana hace que la lucha se torne más dura, en tanto que la descoordinación en las comunicaciones provoca que se lleguen a producir ataques de la artillería sobre las líneas avanzadas de uno y otro ejército.
La batalla continuó hasta el día 25. Como escribió el historiador Michael Alpert: “Una batalla de desgaste bajo el tremendo sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un saldo de 40.000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por puro agotamiento. El Ejército Popular Republicano había retenido importantes sectores del territorio que había conquistado... aunque perdió Brunete. (...) Brunete coincidía con el aniversario del principio de la guerra. A partir de unas cuantas columnas sublevadas que luchaban contra milicias improvisadas se habían formado dos ejércitos con un considerable apoyo de artillería y aviación”.
Entre muertos y heridos
Cuando terminó la batalla podemos decir que ambos ejércitos quedaron en tablas. Esto es la teoría, en la práctica cada uno de ellos aseguraron que habían ganado la guerra. Brunete se considera la batalla más sangrienta de la Guerra Civil española. Según los datos que han pasado a la historia, el bando republicano perdió 25.000 hombres, entre muertos y heridos, y perdieron entre 60 y 100 aviones. Por su parte el bando nacional perdió entre 17.000 hombres, entre muertos y heridos, y perdieron entre 23 a 25 aviones.
Una vez finalizada la batalla, el teniente coronel republicano Francisco Ciutat, escribió que “en Brunete, como en el Norte, las divisiones republicanas demostraron que aún no estaban en condiciones de explotar a fondo, en el curso de la operación ofensiva, el éxito táctico de la ruptura: sabían romper a fuerza de coraje la defensa del adversario, pero no sabían explotar debidamente el éxito inicial conseguido”.
A esto hay que añadir el pensamiento de Rojo, entre otros, este consideró que el fuego de artillería fue bastante escaso, que la instrucción para el combate dejaba bastante para desear y que la capacidad de los mandos subalternos era inferior al o que uno podía esperar. Les faltó audacia, empuje y decisión. Sin embargo, resistieron y consiguieron que la Guerra Civil se alargara aún un año y medio más. De haber perdido Brunete, podemos asegurar que la guerra hubiera terminado mucho antes. Perder Brunete significaba que el ejercito nacional conquistara en pocos días Madrid. Al no conseguirse, se alargó innecesariamente una guerra.