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El general Ricardos, grande de la guerra del Rosellón

Nacido en Barbastro, con solo 14 años sentó plaza de teniente de Caballería y evolucionó hasta convertirse en uno de los soldados españoles más importantes del siglo XVIII
Museo Nacional del Prado
La Razón

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Muy pocos son, entre las muchas personas que transitan diariamente por la madrileña calle General Ricardos, lo que saben quién era la persona que le da nombre. Lo mismo ocurre con buena parte de los habitantes de Barbastro (Huesca), que desconocen que en su ciudad nació uno de los soldados españoles más importantes del siglo XVIII. El general Ricardos es más valorado fuera que dentro de España. Sobre él escribió el general Jomini –un suizo al servicio de Francia, autor de varios libros sobre el arte de la guerra-, después de estudiar su campaña en los Pirineos, afirmando que su mando en la guerra del Rosellón era un modelo de guerra de montaña. Antonio Ricardos nació en Barbastro casi por casualidad, como les ocurre a muchos hijos de militares que lo hacen por toda España, al estar allí destinado su padre, que era sargento mayor del regimiento de caballería Malta de guarnición en la ciudad. Como muchos oficiales españoles de aquel tiempo, sentó plaza de teniente de caballería a los 14 años, y se incorporó de inmediato al ciclo bélico al que los primeros Borbones empujaban a sus ejércitos para mantener su política y prestigio en Italia y el norte de África. Participó en la batalla de Piacenza y en los sangrientos y duros combates que la siguieron. De esta guerra volvió con 20 años siendo ya coronel al mando de su antiguo regimiento. Participó en la campaña contra Portugal de 1762, de la de que regresó como brigadier (general de brigada). Participó asimismo en las operaciones del norte de África contra los piratas argelinos que asolaban las costas españolas y contra los marroquíes que atacaban insistentemente nuestras plazas de soberanía de Ceuta y Melilla. En Orán fue herido y ganó el ascenso a mariscal.
En 1773 es nombrado inspector del Arma de Caballería, procediendo a su reforma mediante la fundación del Centro de Instrucción de Caballería en 1775 y de la Real Academia y Picadero de Ocaña con el objetivo de impulsar y perfeccionar la instrucción de los futuros oficiales de caballería que hasta entonces adquirían básicamente su formación en los regimientos. También procedió a revisar las formas de combatir de la caballería española para adoptarlos a las nuevas formas de hacer la guerra, inspirándose en las campañas y en los ejércitos prusianos de Federico II.
El momento culminante de su carrera militar vendrá como consecuencia del estallido de la Revolución Francesa y de la muerte en la guillotina del rey Luis XVI de Francia y de su mujer María Antonieta. España se unió a la coalición de Estados monárquicos en la Primera Coalición. Al regreso de una estancia y al reorganizar el Ejército español en Nueva España se le encomendó el mando de las tropas que debían invadir Francia para enfrentarse a los ejércitos de la Convención. Eran los comienzos de 1793. El 26 de febrero es nombrado capitán general del Ejército de Cataluña, momento en el que da comienzo la campaña conocida como guerra del Rosellón. El Gobierno español la declaró a la Convención el 17 de abril de 1793 en respuesta a la ejecución de Luis XVI. Ricardos y sus tropas invadieron el Rosellón por Saint-Laurent-de-Cerdans con cerca de 25.000 hombres y un centenar de piezas de artillería. Pronto llegará a ocupar el pueblo de Bellegarde y la ciudad poco defendida de Arlés, acercándose a Perpiñán por el valle del río Tec tras la victoria en la batalla de Ceret.
El momento culminante de la campaña se produce durante la luchas de Mas Deu, libradas el 19 de mayo de 1793, en las que Ricardos venció al galo Dagobert. El general francés se hizo fuerte al sur de la península del Rear, utilizando los barrancos del río Rear como fosa natural y desplegando las tropas entre el Mas Deu y el Mas del Conde. Colocó su artillería en el antiguo castillo del Rear porque creía que así dominaba el campo de batalla. El general Ricardos dispuso sus tropas en dos líneas: la vanguardia, con cuatro regimientos de infantería y uno de caballería, dos batallones de infantería y ocho piezas de artillería; y la segunda, que formaba una columna de 30 compañías y un regimiento de infantería con seis piezas de artillería que debían de avanzar por el centro o reforzar un flanco si fuera necesario.

Activo, intrépido, sagaz

El ataque español tenía como objetivo rodear el ala derecha francesa dispuesta en el Mas del Conde. A las cinco de la madrugada se inició un duelo de artillería con ventaja francesa. A las ocho, los españoles deciden atacar las posiciones galas desde tres direcciones mientras la caballería, liderada por Ricardos, atacaría por el ala derecha. Pero los barrancos no permitían la maniobra de la caballería, con lo que se retiró tras dos intentos por puntos diferentes bajo el fuego de la artillería. El general Dagobert, creyendo que el ataque principal sería contra su ala derecha, retiró tropas del de la izquierda, dejando debilitada la fuerzas que protegían su artillería, que terminó por ser abandonada. El ala derecha francesa aguantó hasta que se acabó la munición y, viendo el avance de la infantería española, el general Dagobert ordenó la retirada. La victoria era de los españoles. En el combate de Trouillás, Ricardos destrozó a las fuerzas revolucionarias. Los franceses sufrieron más de seis mil bajas, frente a solo dos mil españolas, lo que parecía abrir el paso hasta Perpiñán, capital del departamento. Pero Ricardos decidió llevar sus tropas a Le Boulou, al sur. Con 20.000 hombres y 106 piezas artilleras, sin perder un solo hombre o cañón, aguantó casi un mes tres ataques masivos y once combates sin ceder un centímetro de terreno. La primera parte de la campaña se había resuelto con una victoria estratégica española sobre un enemigo que durante el siglo XIX se había mostrado invencible. A comienzos de 1794, asciende a capitán general. Viaja a Madrid para explicar las penurias que vivía su ejército en espera de un contraataque francés que más pronto que tarde se tenía que producir. En Madrid pilló una pulmonía que le provocó la muerte a los 66 años, el 13 de marzo de 1794. Con su desaparición, según el conde Clonard , desapareció «una de las más bellas glorias españolas. Activo, perseverante, intrépido, sagaz, con un espíritu profundamente creador y una energía de primer orden». A su muerte la campaña fue por otros derroteros. El cuerpo de Ejército de los Pirineos Orientales, tan esforzado, que bien mandado tantas victorias consiguió, se vio empujado fuera del Rosellón por el ejército enemigo, que cruzó nuestra frontera para ocupar Figueras y sitiar y rendir Rosas. Para cuando Godoy se decidió a firmar la paz las tropas españolas habían sido batidas en todos los frentes.