Adiós a los "vikingos" tal y como los conocemos: un historiador reinterpreta el significado del mito y destaca su diversidad

El romanticismo, si bien ha jugado un papel fundamental en el recorrido artístico de la representación social de civilizaciones antiguas, la realidad es que, en términos históricos, ha dificultado de manera certera el acercamiento realista a las mismas. De esta suerte, muchos de los dichos representativos que hoy consideramos verdaderos, en su naturaleza, se encuentran plagados de infundios que emborronan la esencia de lo real. Este movimiento se ha plasmado en la pintura, la escultura y, en general, en las grandes artes, que, entre otras muchas, incluyen a nuestra imaginación.

Pero, a pesar de le fiereza con la que siempre se enfundan estas críticas, la principal problemática no proviene de la ficción pues ésta, entendida como tal, ha de atender a unas intenciones artísticas. Por otra parte, la contrariedad llega cuando estos términos se extrapolan al mundo tangible, a la mundanidad de la historia. La reconocida como "exactitud histórica", que ahora se encuentra muy presente en los comentarios sobre películas y obras literarias y tanto se exige en estas creaciones, está ausente en los informes donde realmente se debería aplicar. Cuando alguien quiere informarse, y nutrirse, de un contenido histórico documentado demanda la verdad y no el ingenio.

De esta manera, la corriente desmitificadora de pensamiento nace de la investigación, del descubrimiento y de la razón, como el epicentro de la ecuación. En esta burbuja de juicios resaltamos la voz analítica del historiador Alex Woolf, quien en un articulo sobre esta temática resignifica el término de uno de los pueblos más denostados por el romanticismo, los "vikingos". Asimismo, el investigador incide en la montaña de mitos superpuestos sobre este término desde un prisma étnico-cultural que han acaparado la sombra de todos los pueblos nórdicos y, por ende, de su resignificación con el paso de los años.

La verdad de los vikingos en un mundo de ficciones

Por norma general, la palabra "vikingo" se ha identificado con una etnia concreta y unos valores primarios arraigados a su efecto. Pero, nada más lejos de la realidad, tal y como identifica Woolf, el origen de la misma nace en la edad medieval y, en ese primer acercamiento, la acepción del vocablo incluía a los piratas que llevaban a cabo actividades de saqueo marítimo. Por tanto, el historiador huye de la invención moderna de la connotación, puesto que, agrega que no tiene un fundamento histórico sólido.

De este modo, la "era vikinga", de la mano con el término, encasillada en el marco temporal que transcurre desde el año 793, con el ataque a Lindisfarne, hasta el año 1066, con la batalla de Hastings, se corresponde en mayor medida con la historia inglesa y no con la escandinava. Por tanto la agrupación de todos los pueblos escandinavos bajo el mismo concepto resulta impreciso. La diversidad tanto cultural como geográfica, constataba la enorme variedad que nutría las diferencias entre sociedades. En este sentido, Woolf sostiene que regiones como Jutlandia encontraban más similitudes paisajísticas con el este de Inglaterra que con el resto de Escandinavia.

Es más, las diferencias políticas entre las distintas tierras que han sido consideradas como "vikingas" encuentran muy pocas relaciones, sobre todo, en sus sistemas de funcionamiento. El caso que confirma la regla se sitúa en Islandia. Con su colonización, durante los primeros años del siglo X, la organización política que seguía el territorio en su totalidad se fundamentaba en una república de granjeros sin estado, algo que no se parece a ninguna forma de gobierno de la época. La literatura islandesa ha sido una de las mayores contribuidoras que han podido construir el arquetipo moderno.

La diferencia oculta entre la cultura escandinava y los "vikingos"

La distancia entre ambos términos ha de ser tenida en cuenta para la exactitud del futuro análisis de una civilización tan compleja como extensa. Es así como el historiador aboga por superar el análisis superficial y simplista del asunto para abordar en mayor medida todos los territorios que responden a la historia. Por lo que, el profesional ha de superar los estereotipos creados llevando a cabo una investigación que matice los términos que respondan a la verdad y no al cúmulo de mentiras que se han promovido con el paso de las décadas.