Aparece una guerrera medieval enterrada junto a 23 monjes
Los restos, encontrados en las excavaciones en torno al castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara), sugieren que murió en plena batalla
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La sociedad medieval se vertebró en función de la guerra, de manera que los conflictos bélicos impregnaban el mundo de las ideas, la cultura y la realidad cotidiana. También el de las mujeres medievales. Tanto campesinas, burguesas o damas de la nobleza vivían la guerra, la sufrían y la representaban. Su presencia podía sorprender en los escenarios más insospechados, como demuestra ahora el hallazgo de un grupo de investigadores españoles, cuyo estudio ha sido publicado en "Scientific Reports".
Mientras excavaban en las inmediaciones del castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara), los arqueólogos encontraron los restos de una mujer enterrada junto a una veintena de monjes medievales. Igual que ellos, probablemente era una guerrera que perdió la vida en alguna batalla. "La imaginamos como una guerrera de unos 40 años y algo menos de metro y medio de estatura. Ni fornida ni esbelta, pero sí hábil con la espada", describe Carme Rissech, investigadora del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad Pública de Tarragona y autora principal.
Los restos fueron hallados en el cementerio situado en el recinto medieval y han sido datados entre los siglos XII y XV, una época de continuas tensiones religiosas y políticas en la Península Ibérica. Los cadáveres muestran marcas de heridas violentas, algunas mortales, que pudieron ser provocadas por puñaladas profundas y objetos contundentes en el cráneo y las zonas pélvicas.
El análisis de los restos femeninos sugiere que, casi con toda probabilidad, la mujer encontró la muerte en batalla, como los monjes, ya que los huesos no presentan signos de haber vuelto a regenerarse alrededor de las heridas. Los monjes guerreros pertenecían a la Orden militar de Calatrava, fundada en España en 1158, una institución similar a los Caballeros Templarios. Tenían como función la protección de Calatrava la Vieja, una ciudad fronteriza y escenario corriente de disputas entre cristianos y musulmanes.
En el siglo XIII, la nobleza local comenzó a suministrar a la Orden dinero y hombres que eran reclutados entre la baja nobleza y ciudadanos de alto rango. Aunque los caballeros de la Orden de Calatrava hicieron votos de pobreza, continuaron festejando como nobles, según confirma el estudio.
La investigación ha podido determinar el sexo de la mujer guerrera gracias a la observación de la pelvis y el cráneo. Además, los isótopos de los huesos reflejaron que la dieta de los monjes era rica en aves y pescados marinos. La preferencia de estos alimentos, más asequibles para las élites sociales hispánicas, estaba motivada por las restricciones religiosas en cuanto al consumo de carne.
Los autores del estudio llaman la atención también sobre la dieta de la mujer, más pobre en proteína, lo que permite sospechar que procedía de una clase social más baja que los monjes. La investigación baraja la hipótesis de que se tratase de una sirvienta del castillo que tomó las armas para proteger la fortificación durante alguna refriega. No obstante, los huesos no presentan el desgaste habitual de un trabajo doméstico. Los análisis continuarán para determinar quién pudo ser esta guerrera medieval y si realmente vivió en la misma época que el resto de los monjes.