Así era Sir Francis Drake: el pirata que derrotó a la Armada Invencible
Falleció el 28 de enero de 1596 y su cuerpo fue arrojado al mar en un tonel lastrado
Drake fue un corsario brillante, pero, como reconocen las propias fuentes inglesas, un hombre egoísta y que sólo pensaba en el botín. Aunque un hábil marinero y el segundo hombre en dar la vuelta al mundo, sus carencias tácticas y estratégicas para el mando de grandes flotas se demostraron en la desastrosa Contraarmada que dirigió en 1589, y durante la propia campaña de la Invencible. De hecho, ni Drake ni los ingleses consiguieron nunca capturar una flota del tesoro hasta la decadencia española de mediados del siglo XVII. Sus famosas presas lo fueron sólo de buques aislados o asaltos en tierra. Y al final de su vida la defensa de las Indias mejoró tanto que fue derrotado en Puerto Rico y muerto en Panamá.
Fancis Drake era el mayor de 12 hermanos e hijo de un pastor protestante del interior de Plymouth. Una revuelta papista le hizo emigrar en 1549, con apenas seis años, a Kent, donde su padre obtuvo el puesto de capellán de la Armada Real. Allí Drake comenzó su relación con el mundo del mar desde abajo: a los 13 años embarcó por primera vez como marinero, y a los 20 ya era sobrecargo o responsable del cargamento de un barco mercante que hacía travesías habituales a Vizcaya, de donde aprendió probablemente a chapurrear el castellano.
La gran oportunidad de Drake vino de su primo segundo, John Hawkins, que en 1562 había creado en Londres una compañía de tráfico de esclavos. Hawkins argumentaba cínicamente que sus acciones estaban salvando a los africanos de ser sacrificados por otras tribus en salvajes rituales paganos, mientras que la esclavitud les ponía en contacto con la superior cultura blanca y les daba acceso a Cristo. Las operaciones empezaron a ser tan lucrativas que la propia reina Isabel se convirtió en accionista de la Compañía aportando en 1562 la gigantesca carraca Jesus of Lübeck de 700 toneladas, y Hawkins se convirtió en el pionero del llamado tráfico triangular: los negreros primero atracaban en África donde capturaban o compraban esclavos, luego recalaban en los puertos del Nuevo Mundo para venderlos, y finalmente volvían a Europa con las riquezas del comercio.
En todo caso, en la América española regía un sistema de monopolio comercial que vetaba el tráfico a cualquier extranjero, de modo que las acciones de Hawkins, aunque no eran piratería, sí que eran ilegales. El truco que se seguía era fingir o amenazar con una batalla entre la autoridad española y los ingleses, para justificar la acción de comercio. Drake, en diciembre de 1567, por fin se incorporó a una de esas expediciones esclavistas de Hawkins con su propio barco, el Judith. Ese año Hawkins y Drake tuvieron que luchar y fueron derrotados gravemente en Veracruz.
A pesar de la derrota, Drake empezó a organizar su propia compañía, ya dedicada enteramente a la piratería. Sus expediciones de 1570 y 1571 fueron poco productivas: con una nave ligera sólo atrapó barcos menores por Panamá. Sin embargo, la expedición de 1572 fue el origen de su fortuna. Zarpó en mayo con dos naves ligeras, el Pascha y el Swan, de 70 y 25 toneladas respectivamente y 70 tripulantes. En el Caribe fue capturando una serie de barcos pequeños y se le unieron otros corsarios como el francés Guillaume Le Testu. Ya con 3-5 naves ligeras intentó asaltar Cartagena de Indias, siendo rechazado.
No obstante, Drake sabía que la plata del Perú era llevada del Pacífico al Caribe por tierra a través del istmo de Panamá, de modo que fue a esa zona con la esperanza de atrapar el convoy. Fracasó en su ataque a Nombre de Dios, en el istmo, siendo herido gravemente. En un segundo intento, ya en febrero de 1573, penetró con una partida tierra adentro para sorprender a una parte del tren de mulas que llevaba el tesoro a la Flota de Tierra Firme. Sin embargo, un inglés borracho salió de su escondite alertando a los españoles, que pudieron organizar un contraataque y forzaron a Drake a huir. En mayo, a la tercera, logró emboscar con éxito el convoy de mulas, pero Le Testu fue descubierto por una patrulla hispana, capturado con el grueso del botín en plata y ejecutado.
El inglés pudo escapar con el oro, y tras cruzar 25 kms de montañas y selva a la carrera llegó a la costa con los supervivientes para encontrarse con que su flota ya no estaba. Desesperado, hizo una balsa y con dos marineros zarpó en busca de sus barcos, que finalmente hallaron. Al verle en tal estado temieron lo peor, pero, de repente, Drake colocó a su interlocutor un collar de oro macizo y empezó a reír. Tras recuperar al resto de la partida, volvió en agosto de 1573 a Plymouth con 30 supervivientes y 80.000 ducados de botín. Era un hombre rico.
Contando ya con el apoyo de la reina, que pasó a ser su socio comercial, Drake organizó una nueva expedición con cinco naves (la mayor de ellas el galeón Pelican) y 164 hombres en noviembre de 1577 para atacar el Pacífico español. A su regreso en 1580 tan sólo quedaban 59 supervivientes y un barco, pero un botín de 600.000 ducados. Era la segunda expedición después de la de Magallanes/Elcano en dar la vuelta al mundo. La fortuna, que representaba el 50% de los ingresos fiscales de Inglaterra durante un año, hizo que en abril de 1581 Isabel le nombrara caballero, alcalde de Plymouth y miembro del Parlamento. Su escudo de armas tendría la leyenda Sic parvis magna (“Todo lo grande empieza pequeño”).
Sin embargo, la época más gloriosa de Sir Francis Drake paradójicamente acabó con su nombramiento como caballero. Cinco años más tarde, ya abiertamente en guerra con España, organizó en 1585 la llamada Gran Expedición a las Indias. Por primera vez con una gran escuadra de 25 naves (cuatro de ellas galeones) saqueó Cabo Verde, Santo Domingo, Cartagena de Indias y Florida, pero, aunque obtuvo 150.000 ducados de botín, supuso un fracaso económico.
Mientras, Felipe II empezó la construcción de una gran flota de invasión contra Inglaterra, la famosa Gran Armada, en 1587. Para impedir su construcción, Drake partió con 23 navíos (13 de ellos grandes buques) atacando Cádiz por sorpresa, al creer las autoridades portuarias que se trataba de la flota española de la Plata a la que se estaba esperando. Las dos galeras que defendían el puerto fueron ahuyentadas a cañonazos y los ingleses destruyeron o capturaron 24 mercantes. A pesar de ello, en 1588 España ya tenía lista su armada de invasión de 130 naves bajo el mando del Duque de Medina Sidonia. La flota inglesa, al mando de Charles Howard, contaba con 194 barcos. La ligera ventaja española en grandes buques de guerra (68 frente a 51) quedaba compensada por el hecho de ir cargados de vituallas y un ejército de invasión, y agotados por las semanas de travesía. Drake era el segundo de la flota y comandante de una escuadra de 40 barcos. Los ingleses dejaron pasar a los nuestros para situarse detrás de ellos.
La vuelta al mundo Al interponerse Howard entre Medina Sidonia y el viento, le robaba la corriente de aire, y podía decidir si acercarse o no a los hispanos. Sin embargo, la flota española llegó intacta al Canal, quedando derrotada sólo por las tempestades y a pesar de Drake. Al final la Armada regresó a España con 80 de los barcos, perdiendo 50 naves, aunque sólo cinco en combate (el San Lorenzo fue recuperado).
En 1589, todavía con la mayoría de los barcos españoles reparándose, Isabel ordenó un contraataque, pero, escasa de fondos, cometió el error de organizar la expedición como una empresa privada, en lugar de financiarla con impuestos. Así, el objetivo principal de la Contraarmada se convirtió en saquear para garantizar la rentabilidad de los inversores.
La flota quedó al mando de Drake y concentró hasta 180 naves, de ellas 66 grandes buques de guerra, es decir, mayor que la Armada Invencible. Sin embargo, la expedición fue desastrosa, probablemente el mayor fracaso naval sufrido por Inglaterra en su historia. La mala organización hizo que escasearan los suministros, y unas 30 naves ligeras desertaron en mitad de la campaña. En lugar de atacar Santander, donde estaban los restos navales hispanos, cayeron sobre La Coruña. Allí fueron rechazados al tratar de asaltar la ciudad alta, brillando la famosa actuación de María Pita.
Drake llevaba a Don Antonio a bordo, pretendiente a la corona portuguesa, y prosiguió para sublevar Portugal contra España. Tras desembarcar en Peniche, las tropas invasoras fueron diezmadas en su avance a Lisboa y acosadas por una escuadra de nueve galeras mandadas por Don Martín de Padilla, ya que Drake no se atrevió a remontar el Tajo para apoyarles.
Incapaces de asediar Lisboa, los ingleses retrocedieron a Cascais, donde Drake les recogió para volver a Plymouth. En su retirada, Padilla fue siguiéndoles aprovechando los momentos de calma chicha para atacarles por la popa y llegar a hundirles hasta 14 naves. Al final, Drake regresó con sólo 102 naves y entre 5.000 y 13.000 hombres según un informe oficial. El desastre británico, aunque silenciado, igualó al español de la Gran Armada y Drake fue apartado de cualquier mando naval durante los siguientes seis años.
En 1595, Drake consiguió salir de su ostracismo elaborando un nuevo plan de ataque con Hawkins. El objetivo sería no sólo el botín sino la conquista y creación de una base permanente en el Caribe. Los ingleses fletaron 26 barcos y 2.500 hombres pero su ataque a Las Palmas de octubre fue rechazado. Sin embargo, al llegar al Caribe descubrieron que, por una tempestad, un galeón de la Flota del Tesoro, el Nuestra Señora de Begoña, cargado con tres millones de ducados, se había separado y estaba invernando en Puerto Rico.
Su capitán, Don Sancho Pardo Osorio, ya había enviado en mayo un aviso a Cádiz para informar de su situación y pedir ayuda. España envió una flotilla de un nuevo tipo de barco, ligero y rápido pero de guerra, la fragata. Así, Téllez de Guzmán con cinco fragatas llegó al Caribe a la vez que Drake, y en Guadalupe se topó con nueve barcos ligeros británicos a los que dispersó tras hundir el Francis. Téllez se enteró de los planes de Drake y fue a reforzar Puerto Rico, llegando el 13 de noviembre, justo antes que el inglés. Con una guarnición de 1.200 hombres, bloqueó la entrada del puerto hundiendo mercantes viejos, y dispuso a sus fragatas en formación para impedir cualquier intento de aproximación.
Drake quedó como único comandante tras fallecer Hawkins en el viaje. Ancló con su escuadra fuera del alcance de los cañones españoles, pero no contó con los del Fuerte del Morro, que en plena noche le lanzaron una andanada que penetró en su camarote y no lo mató de milagro. Entonces organizó el 23 de noviembre un ataque nocturno con 1.500 hombres en 30 lanchas que deberían atacar por sorpresa y al abordaje la línea de cinco fragatas de Téllez, tras lo que los barcos ingleses penetrarían en el puerto. Una de ellas, la Magdalena, fue pasto de las llamas por las bombas de mano inglesas. Sin embargo, el fuego iluminó toda la bahía, y los artilleros españoles pudieron ver el despliegue inglés y lanzar una lluvia de fuego sobre las indefensas lanchas inglesas.
Tras perder 500 hombres, Drake canceló el ataque y zarpó hacia Panamá. Allí su subordinado Baskerville fue derrotado por una guarnición de apenas 70 españoles. Drake finalmente enfermó de disentería por beber agua en mal estado, y falleció el 28 de enero de 1596. Su cuerpo fue arrojado al mar en un tonel lastrado. Como una broma del destino, los descendientes de Drake viven en España, y son a día de hoy miembros de nuestra nobleza.