Bartolomé de las Casas, el "apóstol de los indios"
Este obispo sevillano denunció la crueldad de los conquistadores en contraposición a la figura de los indios, a quienes consideraba buenos y pacíficos
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Habló de genocidio de los indios y dio pie a la Leyenda Negra contra España. Exageró para tener razón. Inventó las cifras y obvió circunstancias, como las enfermedades. Fue Fray Bartolomé de las Casas, conocido como «el apóstol de los indios». Tuvo toda la confianza de la Corona. Fue escuchado y atendido por Fernando el Católico, Carlos V y el Cardenal Cisneros, y encargado luego del obispado de Chiapas. Siempre vivió de la Corona, incluso con una buena paga en su retiro. Su respuesta fue un libelo titulado «Brevísima relación de la destrucción de las Indias», de 1552. De las Casas se presentaba como testigo directo de los acontecimientos que relató en su obra, pero sin pruebas y sin saber el idioma local. Hablaba siempre de «los españoles», en general, sin dar fechas ni nombres, cuando era conocida la identidad de todos los peninsulares que allí había. Además, usó instrumentos retóricos vastos, como por ejemplo, hablar de «ovejas» y «lobos» para diferenciar a los indígenas de los españoles. En su relato todos los conquistadores eran perversos y crueles, y los indios, buenos y pacíficos. La condena de De las Casas era general: «Otra cosa no han hecho (los españoles) de cuarenta años a esta parte hasta hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazar, matar, angustiar, afligir, atormentar y destruir». El caso es que él mismo formaba parte de esos «españoles».
En 1513 obtuvo una encomienda en Cuba, que era la forma de conquista y dominio establecida entonces. Allí vio los abusos y decidió volver a España para hablar con las autoridades. Fue recibido por Fernando el Católico en su lecho de muerte, que ya son ganas del rey de servir a su país. Luego se entrevistó con el Cardenal Cisneros, quien, tras escucharlo, le encargó que lo pusiera por escrito para tener argumentos y reformar la situación. Luego habló con Carlos V en Valladolid, a quien dijo que iría al infierno si seguía así la situación en las Indias. A pesar de eso fue nombrado obispo de Chiapas en 1543. Es cierto que hubo abusos, pero fueron Isabel la Católica y luego Carlos V, animados por su moral cristiana y la filosofía de Francisco de Vitoria, los que pusieron freno a esos desmanes. En ningún otro imperio hubo preocupación por la situación de los pueblos indígenas, y mucho menos en los países europeos del siglo XVI en adelante. Las Leyes Nuevas de Indias de 1542 son únicas en la protección de los derechos humanos, resultado del debate en España sobre el tipo de imperio, que generó una guerra civil entre españoles en América. Diez años después, De Las Casas publicó «Brevísima…».
El libelo de Bartolomé de las Casas es una colección de exageraciones que tenían el objetivo de influir en la corte, no de plasmar la realidad. Las cifras dadas por el fraile sobre el genocidio quizá valen para un discurso podemita o bolivariano, pero no pasan el tamiz de la Historia. Primero habló de 12 millones de indios asesinados, luego elevó la cifra a 15, y terminó su libelo subiendo la cantidad hasta 24. Esto resulta absurdo por una simple razón, y es que en todo el continente no había más de 15 millones de habitantes cuando llegó Colón. Otros estudiosos estiman que había 60 o 100 millones. De todas maneras, si los españoles hubieran llevado ese ritmo genocida, habrían matado a 375.000 indígenas al año. La cifra es imposible, y menos achacarse a un plan genocida, ya que la mayor parte de las muertes fueron por enfermedades contraídas por virus europeos. La personalidad de Bartolomé de las Casas no correspondía con un espíritu cristiano equilibrado. No solamente pidió 4.000 esclavos negros para sustituir a los trabajadores indios, sino que, como escribió Menéndez Pidal, tenía un gran ego, y «se pasó la vida alabando sus propias virtudes, su intelecto y sus grandes hechos».
En correspondencia con ese ego, se dedicó a denigrar a los que no pensaban como él. El problema lo señaló el liberal Manuel José Quintana en 1833, al decir que defendió una buena causa «con las artes de la exageración y de la falsedad». Ni Leyenda Negra, ni Leyenda Áurea, sino Historia. De las Casas no fue un gran pensador, sino un vanidoso contradictorio que llenó de falsedades intencionadas un libro sobre una causa justa, los derechos humanos. La «Brevísima…», como es sabido, fue tomada por las potencias enemigas de España para crear la Leyenda Negra, una guerra cultural en toda regla que ha generado hispanofobia. Flaco favor el del fraile.