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La cara desconocida de Ramón, el hermano menor y republicano de Francisco Franco

Se le recuerda hoy por su gesta heroica con el Plus Ultra, pero era también un juerguista y aventurero
En 1926, Ramón Franco atravesó el Atlántico con una «cafetera volante», el «Plus Ultra»
En 1926, Ramón Franco atravesó el Atlántico con una «cafetera volante», el «Plus Ultra»larazon

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A Ramón Franco, el hermano menor y republicano de Francisco Franco, se le recuerda hoy por su gesta heroica con el Plus Ultra, el hidroavión a bordo del cual atravesó el Atlántico sur en 1926. Era un hombre nacido para desafiar al peligro y llevar la contraria a quien fuera, incluidos sus propios superiores. Cierto día se le ocurrió montar a caballo sin estribos y cuando su comandante le llamó la atención, él le contestó que en ninguna ordenanza constaba que fuera obligatorio utilizarlos. Así era de incorregible, dispuesto también a hacer lo que nadie se atrevía. Sus compañeros sabían que muchas veces la paga le alcanzaba sólo hasta el primer día, pues al segundo ya se la había gastado entera en una juerga descomunal, resignándose a permanecer en la residencia de oficiales y a comer huevos fritos en la cantina que pagaba con vales.
Otro día se le ocurrió subir completamente desnudo al escenario de un pequeño burdel mientras intentaba raptar a la corista en medio de un fenomenal escándalo. Pero, a cambio, la naturaleza le había dotado de un prodigioso instinto para hacerse amigos. Como compañero de juergas o trinchera, Ramón era insuperable. Ejercía también un poderoso magnetismo sobre las mujeres, sin las cuales no concebía la vida. En junio de 1921, se incorporó a la Primera Escuadrilla en Tetuán, inaugurando una incansable campaña de vuelos de bombardeo, reconocimiento, cooperación y abastecimiento. Tres meses antes, había logrado batir el récord de altura, volando a 5.255 metros en un aparato De Havilland con motor Hispano, lo cual le hizo merecedor del premio del Real Aeroclub de España.
Ramón se había reencontrado a sí mismo en la aviación, sencillamente porque le encantaba asumir riesgos. En sólo dos años, realizó más de ciento cincuenta vuelos en todo tipo de aparatos, desde los De Havilland y Ansaldo, hasta el Breguet. Muy pronto, en la Dirección de Aeronáutica comenzó a extenderse su fama de excelente aviador. En febrero de 1922, fue destinado a Los Alcázares, en Cartagena, para especializarse en el manejo de hidroaviones. Un mes después, voló en el hidro Savoia número 3 hasta Melilla, donde al día siguiente volvió a prestar servicios de guerra. Pero su espíritu pendenciero, como advertimos, le convirtió también a veces en un gran alborotador.
El 19 de mayo de ese año, la autoridad militar le arrestó durante un mes entero: «El Coronel Jefe de las Fuerzas Aéreas de Marruecos, en escrito del 11 del actual, me manifiesta que el Excmo. Señor Comandante General de Melilla ha dispuesto sufra un mes de arresto el capitán de Infantería D. Ramón Franco Bahamonde, con destino en el Aeródromo de Nador, en la Escuadrilla de Hidroaviones, por haber promovido el día 5 del corriente un fuerte escándalo en el Teatro Alfonso XIII de dicha Plaza». Por las noches, tras el servicio, se evadía a los burdeles con los compañeros en el coche lleno de chicas. A veces, de la juerga regresaba directamente al aeródromo o a la base. El viento que azotaba su cara al despegar en su avión por la mañana era el mejor remedio contra la resaca o el insomnio. Y, además, estaba el juego al que Ramón era un adicto. De las timbas con naipes en la república de oficiales, pasó después, en Madrid, a aficionarse a la ruleta y el bacarrá.
Pero sus ratos de diversión no le impidieron convertirse en héroe. Su labor en las fuerzas aéreas de África fue tan destacada, que en agosto de 1923 se le impuso la Medalla Militar individual en el aeródromo de Nador. En el diploma acreditativo se hacía constar: «Por sus relevantes servicios prestados como piloto en ambas zonas del protectorado, tales como los bombardeos en las operaciones de Tunsal, Lalach, Kobba Bares, Len, Zoco de Beni-Arós, Gezana y Tizucan, en cuyas dos últimas acciones operó con fuerte temporal». Por averías en el motor, en dos ocasiones tuvo que amarar en alta mar. La primera vez permaneció cuatro horas sobre las aguas, siendo rescatado por el acorazado Alfonso XIII; la segunda toda una noche, auxiliado por el buque mercante francés Apollan, que lo recogió extenuado y lo llevó al puerto argelino de Bugie, donde el gobierno español envió en su busca al portaviones Dédalo.
En agosto de 1923, mientras regresaba de un bombardeo nocturno sobre la bahía de Alhucemas, sufrió un tremendo choque al amerizar con la superficie encrespada del mar, a causa de la espesa niebla existente. El avión quedó destrozado, pero él salió ileso de milagro.
A esas alturas, Ramón era ya la estrella indiscutible de los pilotos de hidros que operaban en la base melillense de Mar Chica (El Atalayón); pilotos que constituyeron la valiosa cantera para los vuelos futuros a Sudamérica y Guinea. Enseguida se comprobó que el hidroavión era el aparato idóneo para él. No en vano, al decir de algunos, «Franco tenía cromosomas náuticos». En el espacio combinado aire-mar se desenvolvía él como pez en el agua. En los ratos libres, Ramón se divertía con sus compañeros en la cantina de la base, donde bebían los mejores vinos y licores, adquiridos en Gibraltar de contrabando. También jugaban al póker con aviadores franceses, con una particularidad: la partida jamás se interrumpía. Los jugadores que debían salir de bombardeo eran sustituidos por los que llegaban. Era la otra cara del héroe que él siempre fue, tanto en el campo de batalla como en el aire.