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La Historia rescatada

Carlota de Borbón, la hermana felona del también felón Fernando VII

La infanta fue la hija primogénita del rey Carlos IV de España y de su esposa, la princesa María Luisa de Parma

Carlota Joaquina retratada por Mariano Salvador Maella, en 1785
Carlota Joaquina retratada por Mariano Salvador Maella, en 1785 .

FECHA: 1812. La infanta Carlota Joaquina de Borbón envió una carta a la Regencia de España elogiando la Constitución liberal… ¡para imponer luego el absolutismo en su corte lisboeta!

LUGAR: LISBOA. La indigna espantada de la Familia Real portuguesa recordaba a la protagonizada por los reyes de España Carlos IV y Fernando VII, hincados de rodillas ante Napoleón.

ANÉCDOTA. La ambiciosa infanta Carlota Joaquina intentó proclamarse regente de la futura Argentina, conocida entonces como el virreinato de Río de la Plata, barajando incluso su propia coronación.

“¡No corráis tanto, creerán que huimos!”, exclamó la perturbada reina María I de Portugal, en un insólito arranque de lucidez.

Tras dieciséis años de reclusión, la soberana, cuya demencia parecía presidir los designios de su patria, censuró así la vergonzosa estampida de su hijo y del resto de la Familia Real ante la invasión napoleónica, el 27 de noviembre de 1807. Avergonzada por abandonar la patria en manos extrañas, la reina inquirió a los que ayudaban a embarcarla: “¿Cómo huir sin haber combatido?”.

La infanta Carlota Joaquina de Borbón (1775-1830), hermana del rey felón Fernando VII, subió también a bordo del navío Reina de Portugal, acompañada de sus hijas; su esposo y futuro rey Juan VI de Portugal lo había hecho ya con el infante de España Pedro Carlos, en la nave Príncipe Real.

Cuentan los historiadores que el príncipe regente apenas podía caminar; tembloroso, avanzaba apartando con las manos al pueblo que, conmovido, se abrazaba a sus rodillas. El atento cronista Pereira da Silva glosaba así el dramático momento, abochornado también: “Estaba consumada una de las mayores vergüenzas de la historia portuguesa. La larga serie de humillaciones a que el Gobierno del príncipe regente nos sometió, cerrábase con esta fuga cobarde y este abandono de Portugal sin organización ni defensa”.

La indigna espantada de la Familia Real recordaba a la protagonizada también por los reyes de España Carlos IV y Fernando VII, hincados de rodillas ante Napoleón Bonaparte en Bayona. Finalmente, el 1 de diciembre entraba victorioso en Lisboa el general Junot, lugarteniente de Napoleón.

De nada le valió a Portugal, ante la debilidad del Gobierno y de la Familia Real, disponer de un valeroso ejército dispuesto a batirse para salvaguardar el honor de la patria. Reunido con carácter extraordinario, el Consejo de Estado acordó el traslado de la corte a Brasil, creándose un Consejo de Regencia durante su clamorosa ausencia. Llegados a Río de Janeiro, el príncipe y la infanta Carlota Joaquina residieron en moradas distintas: el primero, en una hermosa quinta de Boavista, convertida en el palacio de San Cristovao, habitado también por su madre la reina María. Carlota Joaquina, en cambio, se recluyó en una luminosa mansión situada en los arrabales, junto con sus hijas y el infante Miguel.

Desde Brasil, Carlota Joaquina difundió un manifiesto en América del Sur tras conocer las cobardes abdicaciones de su padre Carlos IV y de su hermano Fernando VII en Bayona, en favor de Napoleón. En su proclama, publicada el 19 de agosto de 1808, la infanta consideraba que debía ocupar ella misma la Regencia de España y erigirse en protectora de los virreinatos hispánicos de América, dado que su padre y sus hermanos varones se hallaban sometidos a Bonaparte.

Entre tanto, la ambición de Carlota Joaquina era ilimitada: mientras el manifiesto llegaba a España, intentó proclamarse regente de la futura Argentina, conocida entonces como virreinato de Río de la Plata, barajando incluso su propia coronación. Pero el pueblo y sus gobernantes le impusieron como condición que renunciase antes, por sí y sus descendientes, a todos sus derechos a las coronas de España y Portugal, a lo que ella jamás se plegó. Su negativa malogró así el proyecto de independencia del Río de la Plata, basado en una monarquía regida por un miembro de la Casa de Borbón.

Previamente, la infanta Carlota Joaquina había entregado todas sus joyas, valoradas en más de cincuenta mil duros, para impedir que el baluarte de los defensores de la causa española en América cayese en poder de los revolucionarios en Montevideo. No en vano, de la actitud de Montevideo dependía que la revolución prosperase o no también en Buenos Aires. Pero de nada le sirvió.

Aún tuvo el descaro la infanta de enviar una carta a la Regencia de España elogiando la Constitución liberal de 1812… ¡para imponer luego el absolutismo en su propia corte de Lisboa! Su respuesta a las Cortes gaditanas, tras reconocerla como candidata al trono de España en defecto del rey exiliado y de sus descendientes, así como de los infantes no excluidos de la sucesión, ha quedado inscrita en los anales de nuestra Historia: “Llena de regocijo –escribía la infanta de España desde Río de Janeiro, el 28 de junio de 1812-, voy a congratularme con vosotros por la buena y sabia Constitución que el augusto Congreso de las Cortes acaba de jurar y publicar con tanto aplauso de todos, y muy particularmente mío, pues le juzgo como base fundamental de la felicidad e independencia de la Nación”.

SENDA… ¿QUÉ SENDA?

Fernando VII había jurado respetar la Constitución que reclamaba su hermana para atraerse a los liberales. Al inaugurarse las Cortes, el 9 de julio de 1820, el rey proclamó entusiasmado: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Pero en octubre de 1823, el monarca faltó a su juramento. Desde entonces, comenzó un auténtico holocausto para el pueblo del que el ex ministro de Gobernación, García Ruiz, hacía este trágico balance: “Más de cien mil españoles yacían en horrendas mazmorras, y dos o tres mil sepulcros recibían en su seno otros tantos cadáveres ensangrentados y mutilados”.

Pero he aquí que, al igual que su hermano el rey perjuro, la infanta Carlota Joaquina se desdijo de sus alabanzas a la Constitución liberal de Cádiz. Fallecida su suegra, la reina María I, y restablecida la Familia Real en el trono de Portugal en 1821, se declaró enemiga del régimen constitucional.