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Historia

La conquista olvidada (y aparentemente imposible) que España le arrebató a los ingleses en 1781

Manuel Trillo amplía lo que hasta ahora era una "nota a pie de página", dice de una expedición que "pudo cambiar la historia de EE. UU." y que se hizo con el fuerte San José, en Míchigan

'Por España y por el Rey, Gálvez en América' (2015), un cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau que representa un momento de la batalla de Pensacola.
'Por España y por el Rey, Gálvez en América' (2015), un cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau que representa un momento de la batalla de Pensacola.Augusto Ferrer-Dalmau

El resumen se hace rápido: una expedición española recorre centenares de kilómetros en mitad del invierno norteamericano, captura un «a priori» insignificante fuerte inglés al norte del lago Míchigan, planta la bandera española y, al día siguiente, se vuelve por donde vino. Pero la historia nunca es tan sencilla. Detrás de esta rápida enumeración aparece una andanza, a primera vista innecesaria, que Manuel Trillo ha bautizado «La conquista española olvidada», como ha titulado la investigación que publica Crítica. «La expedición que pudo cambiar la historia de Estados Unidos», apunta.

El origen de la epopeya hay que encontrarlo en una batalla del año anterior, del 26 de mayo de 1780, en San Luis. Los ingleses, llegados desde la zona de los Grandes Lagos canadienses, atacaron el puesto español. Apenas mandaron soldados; prefirieron que fuera un millar de indígenas, aliados de los británicos, quienes dieran el «aviso». Puntualiza Trillo: «En aquella región, como en otras partes, las alianzas con los pueblos nativos eran fundamentales para la supervivencia de los europeos».

De esta manera recoge José Ferrer-Clauzel la expedición que conquistó el fuerte inglés de San José, en Míchigan
De esta manera recoge José Ferrer-Clauzel la expedición que conquistó el fuerte inglés de San José, en MíchiganJosé Ferrer-Clauzel

«Los lanzaron contra el pueblo español de San Luis», explica el periodista sobre el episodio que costó la vida de «varias decenas» de vecinos, milicianos y labriegos. No obstante, «la tenaz defensa repelió el ataque», señala. Fue el primer paso de la aventura que recoge las páginas del libro.

Una ofensiva todavía mayor para la primavera siguiente

Pasados los meses, empezaron a llegar noticias del norte: se estaba pergeñando una nueva ofensiva «todavía mayor» para la primavera de 1781. Así se lo transmitieron dos nativos, Heturno y Naquiguen, al nuevo comendador, el navarro Francisco Cruzat. «Se están organizando. Debéis hacer algo», pidieron los locales.

Los jefes indios reclaman a los españoles un golpe en la mesa. «Era importante responder para demostrar que España era la fuerza dominante en esta área», explica Trillo. Cruzat recogió el guante. Le habían dado el empujón que necesitaba para pasar de la defensa a la ofensiva. Solo le quedaba encontrar el momento adecuado y, sobre todo, adelantarse a ese horizonte de la primavera; entendió que la ocasión estaba en el frío del invierno: del 2 de enero al 6 de marzo, como recogen el acta de posesión y la crónica que Cruzat envía a Nueva Orleans (y posteriormente a Cuba y de ahí a España, adonde llega en marzo de 1782). Fechas en las que lo normal es paralizar las campañas, como hiciera George Washington en el invierno del 77 al 78, que lo pasó al resguardo de Valley Forge. Pero en esta empresa española el factor sorpresa esa clave y no se podía esperar, había que lanzar la ofensiva 200 leguas al norte.

Mapa de Norteamérica en 1792
Mapa de Norteamérica en 1792Jaillot-Elwe

Primero, se debía remontar una parte del río Misisipi; después, su afluente Illinois. Todo en piragua. Eran unas 120 personas. La mitad, de origen europeo; y la otra mitad, nativos. «El número de franceses es un detalle muy interesante. El acta original está escrita en su idioma. La Luisiana española contaba con una amplia población de franceses llegados desde Canadá, como Eugene Pourée», apunta Trillo sobre un hecho «que hace más rica la historia»: «Nos habla de un territorio habitado por una población europea y administrada por el rey de España; lo que escapa de los clichés que se emplean cuando se habla de la presencia de España en América. Se supo controlar una región que equivalía a cuatro veces la península Ibérica sabiendo respetar, entre otras, las costumbres francesas. Con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que podían continuar con su vida pese a estar bajo la corona de otro país».

De vuelta a la expedición, y con el citado Pourée al frente, hubo que detenerse a medio camino, el río era hielo. Así que se dejaron las embarcaciones a un lado y se continuó entre la nieve de un «territorio hostil», pues pisaban suelo de aquellas tribus aliadas de los ingleses. Sin embargo, no resultó un impedimento para que el 11 de febrero de 1781 se cumpliera el objetivo. Pourée envió a un nativo a parlamentar con los potawatomi de la zona que protegían un fuerte que realmente no era gran cosa: un simple puesto avanzado que se empleó como aprovisionamiento y para lanzar el ataque de 1780».

El golpe en la mesa que reclamaban los nativos americanos

La oferta era simple: «Si atacamos y no oponéis resistencia, os quedáis parte del botín». Y así se logró tomar el objetivo. Sin violencia. A las 7 de la mañana plantaban la bandera de Carlos III y levantan el acta sobre el que se apoya la obra de Trillo: «Toman posesión del fuerte, de sus dependencias, del río San José y el Illinois. Y por derecho de conquista, reclaman, en nombre de Carlos III, toda la región sur de los Grandes Lagos», explica el periodista.

El golpe en la mesa estaba dado, y con ello, al día siguiente regresaban con la bandera capturada que entregarían al comandante. El propósito de frenar el ataque de primavera estaba logrado.

De esta forma narra Trillo un capítulo de la historia de España del que tuvo conocimiento a través del acta que descubrió a través de «una publicación de 1945 en la que se hablaba de su existencia en una colección de papel de la antigua Luisiana española». Ahora, el periodista busca «poner en valor» un recorrido que apenas pasaba de «una nota a pie de página».

Se trató de una conquista menor que, sin embargo, tuvo repercusión en las negociaciones posteriores: tras llegar a España, la noticia de dicha conquista no tardó en recorrer Europa: «Sacude los felices días de Benjamin Franklin en París», apunta el libro. El embajador de una república en ciernes que se hace llamar Estados Unidos de América lee con estupor el hito y que los españoles proclamen la soberanía en la región bañada por el río Ilinueses. «Una amenaza para el futuro país».

  • 'La conquista española olvidada' (Crítica), de Manuel Trillo, 408 páginas, 23,90 euros.