El laberinto de la Historia

Cuando a Franco le dijeron que los restos de José Antonio no eran auténticos

Se le informó de que el cuerpo no correspondía al fundador de la Falange, sino que, a propósito, fueron sustituidos por los de un miliciano fallecido en aquella época

Tras salir de Alicante, una procesión escoltó el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera durante diez días
Tras salir de Alicante, una procesión escoltó el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera durante diez díasLR

La fecha: 1959. El ministro plenipotenciario en México escribió: «Se afirmó que el cuerpo de José Antonio había sido enterrado en un panteón a nombre de Antonio Lara Zurite».

Lugar: México. En las tertulias de los refugiados españoles se decía también que los restos de José Antonio se sustituyeron por los de un miliciano fallecido en aquella época.

La anécdota. El ministro Fernando Castiella informó a Franco de la descabellada versión que circulaba entre los exiliados en México y éste no le dio el menor crédito.

La Historia, con mayúscula, se escribe una vez más con documentos. El 7 de marzo de 1959, Franco dirigió esta carta a los hermanos de José Antonio Primo de Rivera comunicándoles el traslado de los restos mortales del fundador de Falange Española desde El Escorial al Valle de los Caídos: «Queridos Pilar y Miguel: Terminada la grandiosa Basílica del Valle de los Caídos, levantada para acoger a los héroes y mártires de nuestra Cruzada, se nos ofrece como el lugar más adecuado para que en ella reciban sepultura los restos de vuestro hermano José Antonio, en el lugar preferente que le corresponde entre nuestros gloriosos Caídos...».

Al cabo de cuatro días, el 11 de marzo, Pilar y Miguel respondieron complacidos a Franco con esta otra misiva: «Nuestro respetado General: Tanto Pilar como yo agradecemos en todo su valor vuestra carta, que viene a mostrarnos hasta qué punto guardáis sincero y profundo cariño y respeto a la persona y a la obra de nuestro hermano José Antonio. Levantada, como decís, la Basílica del Valle de los Caídos para acoger a los héroes y los mártires de nuestra Cruzada, nos parece justo y nos honra vuestro designio de depositar en ella los restos mortales de nuestro hermano. Creemos interpretar así el deseo de José Antonio de reposar junto a sus camaradas, y que ese mismo es el sentir de la Falange, que bajo la jefatura de V.E. tan leal sigue a su memoria y a su idea...».

Poco antes del traslado de los restos, la Falange había dirigido un Manifiesto a los españoles con un llamamiento a la reconciliación: «Nosotros queremos a José Antonio como símbolo de la Revolución. Esta es la única garantía que exigimos. Camaradas, el día 30 solo cabe un grito: “Caídos por la Revolución: ¡Presentes!”. Y una afirmación: “¡Victoria para todos!”. Y una demanda: “Liquidación definitiva de la Guerra Civil”».

Pero, a juzgar por la carta confidencial que descubrí en su día entre los papeles de la Fundación Nacional Francisco Franco, los exiliados republicanos conservaban aún vivo el rencor veinte años después. Dirigido con reserva absoluta por el entonces embajador español en México al ministro de Asuntos Exteriores en el octavo Gobierno de Franco, Fernando María de Castiella y Maíz, el documento constituye una prueba irrefutable. El encabezamiento de esta carta desconocida habla ya por sí solo: «Ministerio de Asuntos Exteriores. Gabinete Diplomático. Muy reservado. Estado Español. Representación en México. México D.F. 25 de junio de 1959. Asunto: Versión sobre restos José Antonio Primo de Rivera. Confidencial y reservado».

Y dice así: «Excmo. Señor: Desde hace tiempo, en las tertulias de los refugiados españoles de esta capital se ha hablado con frecuencia de que los restos de José Antonio Primo de Rivera, descubiertos en Alicante, no correspondían a los verdaderos del fundador de la Falange, sino que, a propósito, fueron sustituidos con los de un miliciano fallecido en aquella época».

Y sigue: «(...) Actualmente, con motivo del traslado de los restos de José Antonio desde El Escorial al Valle de los Caídos, estos rumores han sido de nuevo repetidos con insistencia. Concretamente hace unos días, en el Casino Español y en una mesa en la que había varios refugiados, entre ellos el señor Mateo Toca, quien durante la guerra estaba en Alicante y quien a pesar de haber ido a España continúa su campaña contra nosotros, se afirmó que el verdadero cuerpo de José Antonio había sido enterrado en el cementerio de Alicante, en un panteón que estaba a nombre de Antonio Lara Zurite o algo semejante, pues tales son los nombres que pudo comprender uno de los propietarios del restaurante del Casino, don Emilio Larrañaga, personal solvente y completamente adicto a nosotros (...)». «(...) Aun cuando seguramente se trata de una de esas versiones fantásticas que sacuden a los refugiados en su odio contra José Antonio, he creído mi deber comunicárselo a V. E. a petición del propio señor Larrañaga (...)».

El ministro Castiella informó a Franco de la descabellada versión que circulaba entre los exiliados en México y éste, naturalmente, no le dio el menor crédito. ¿Qué mejor prueba del infundio que el reconocimiento visual efectuado por el propio hermano del difunto, Miguel Primo de Rivera, y de cuantos presenciaron la exhumación de los restos de José Antonio en Alicante, dos años y medio después de su ejecución?

Identificación de los restos

El diario «Abc» recogió el 20 de noviembre de 1943 la conversación del periodista Miguel Ródenas con Javier Millán Astray, primogénito de Pilar Millán Astray, hermana a su vez del fundador de la Legión, sobre la exhumación de José Antonio. Titulado «Post mortem», y bajo el subtítulo «Exhumación del cadáver de José Antonio en el cementerio de Alicante», el extenso artículo constituye hoy todo un documento histórico de primera mano pues revela, entre otros extremos, las dudas iniciales que asaltaron a Millán Astray al tratar de reconocer el cuerpo: «Sí, era el cadáver», prorrumpió solo después de que Miguel Primo de Rivera llegara a identificarlo y de que su madre, «la única que conocía perfectamente las prendas que vestía José Antonio cuando fue fusilado y las medallas que llevaba al pecho», pudiera reconocerlas; señal inequívoca del lamentable estado en que debió quedar el cadáver tras la lluvia de disparos recibida.