Historia

La deuda de Alfonso XIII con los Primo de Rivera

Con sus más y sus menos, existió una relación estrecha entre ambas familias

Alfonso XIII, junto a Primo de Rivera
Alfonso XIII, junto a Primo de Riveralarazon

Pilar Primo de Rivera quiso dejar muy claro, en sus memorias, que su presencia y la de su hermano Miguel en la estación de ferrocarril de El Escorial para despedir a la reina Victoria Eugenia –Ena, como se la conocía en la intimidad– y a sus hijos camino del exilio, en abril de 1931, no obedeció precisamente a su simpatía por el monarca destronado. Tampoco sus otros hermanos, José Antonio ni Carmen, que acudieron antes que ellos a Galapagar para despedirse también, lo hicieron por gratitud hacia Alfonso XIII, sino «porque la reina siempre se portó bien con mi padre, lo que no podíamos decir del rey», advertía Pilar Primo de Rivera.

El mismo Franco, en unas notas manuscritas para uso personal custodiadas en la Fundación Nacional que lleva su nombre, deslizó estas significativas palabras: «Ingratitud de la Monarquía con el general Primo de Rivera, que con tanta eficacia la había servido durante siete años».

Se contó repetidas veces que Alfonso XIII, proclamada la República, a varios asistentes que recibió en Roma y que se atrevieron a formularle alguna defensa del marqués de Estella, les endilgó la siguiente contestación: «Sí, sí, la Dictadura hizo dos cosas importantes en España: los firmes especiales (carreteras) y la República».

La propia Ana María de Azpillaga me comentaba otro hecho significativo: «El día en que don Miguel cumplió los sesenta, el rey le envió un telegrama de felicitación, pero la reina Victoria Eugenia le llamó por teléfono; ella siempre confió en el dictador, a diferencia de la reina María Cristina». Entristecida y enojada, Victoria Eugenia les dijo a los hijos del general, rumbo al destierro: «De haber vivido vuestro padre, no hubiera pasado esto».

Demasiado pronto

Pilar conservaba, entre sus papeles privados, un billete de puño y letra de Victoria Eugenia de Battenberg con motivo del octogésimo cumpleaños de la monarca, en octubre de 1967. Datado en su palacete suizo de Vieille Fontaine, en Lausana, la soberana correspondía así a la afectuosa carta de la directora de la Sección Femenina: «Querida Pilar: Agradecidísima a tu carta de felicitación. Ya sabes el cariño y estima que tenía por tu padre, que para qué murió demasiado pronto. Te saludo muy afectuosamente, Victoria Eugenia».

Sin ser monárquica, como tampoco lo fue José Antonio, Pilar mantuvo siempre una relación cordial con la Familia Real española, fundada en el cariño a Victoria Eugenia. Relación extensible primero a su hijo don Juan y a la esposa de éste, María de las Mercedes, a quienes distinguió con un obsequio en sus bodas de plata celebradas en noviembre de 1961; y más tarde, al Príncipe Juan Carlos, que el 7 de junio de 1955 agradeció a Pilar en una carta su visita al Castillo de la Mota, en Medina del Campo (Valladolid), cedido por Franco a la Sección Femenina al término de la Guerra Civil: «Volví encantado de mi excursión. Lo pasé divinamente en el castillo, y tanto los bailes como la preciosa oración me emocionaron mucho. Muchas gracias y sabes que deseo siempre ser tu muy afectísimo, Juan Carlos».

Y, por último, con el nieto predilecto de la reina, Alfonso de Borbón Dampierre, duque de Cádiz, invitado también al castillo en julio de 1965 junto con su hermano Gonzalo, tras lo cual escribió él también, agradecido, a Pilar: «Ha sido una visita gratísima a uno de los eslabones principales de esa gran obra que ha realizado y que España tanto necesitaba. Al mismo tiempo quiero agradecerle las publicaciones que nos ha enviado, y en especial modo, las obras completas de ese gran político y gran español que fue su hermano José Antonio y al que tengo una gran admiración. Con mucho afecto y cariño, Alfonso de Borbón».

El 6 de enero de 1960, Franco había otorgado a Pilar el título nobiliario de condesa del Castillo de la Mota. En dicha concesión, como advertía Laureano López Rodó en sus memorias, pudo haber influido esto mismo: «El deseo de contrarrestar con esta muestra de aprecio a Pilar Primo de Rivera el disgusto que ella había manifestado por no haber mencionado el nombre de José Antonio en su discurso ante las Cortes sobre la Ley de Principios Fundamentales de 17 de mayo de 1958, ni haber aludido siquiera a los 27 puntos de la Falange».

En esta antigua fortaleza medieval de la Mota, vinculada a Isabel la Católica, se había instalado la Escuela de Mandos de la Sección Femenina tras la donación efectuada por la duquesa de Alba y su posterior restauración.

[[H2:«Como cáscara muerta»]]

Derribada la Monarquía que, en las gráficas palabras de José Antonio Primo de Rivera, «se quedó sin sustancia y se desprendió como cáscara muerta el 14 de abril de 1931», la última noche en palacio fue una horrible pesadilla. Hasta las galerías y estancias llegaban, desde la Plaza de Oriente, los bramidos de una muchedumbre enfervorizada que exigía la muerte de los Borbones y saludaba con efusión a la naciente República. La agónica monarquía contaba tan sólo con medio centenar de hombres dispuestos a defenderla, la mitad de los cuales se disponía en una sección de Húsares de Pavía, alineada en el gran patio de palacio, mientras la otra se integraba en un zaguanete de Alabarderos que vigilaba las habitaciones. Frente a ellos se oponía una marea desbordada de energúmenos, adornados con lazos rojos y republicanos, y gorros frigios, que se acercaban peligrosamente a la fachada profiriendo amenazas e insultos.