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Tabú
De histeria victoriana a placer femenino: la desconocida evolución del vibrador
Lo que comenzó como un aparato a vapor para facilitar el trabajo de los médicos se ha transformado en un símbolo de placer y autonomía femenina

Escándalo, ordinariez y soez. Todavía hoy la sexualidad femenina sigue rodeada de prejuicios y silencios. Incluso en sociedades modernas y liberales, cuando el placer de las mujeres entra en la conversación, despierta tensiones y miradas incómodas.
La contradicción es evidente: vivimos en un mundo hiperconectado, con acceso ilimitado a información y a nuevas formas de disfrute, pero la conversación abierta sobre el deseo de las mujeres aún no es para todo el mundo. El tabú no es nuevo. Al echar la vista atrás hay siglos de control, patologización y censura.
El siglo XIX y la patologización del deseo
En la época victoriana, el deseo femenino no solo se negaba, sino que se consideraba una enfermedad. A las mujeres que mostraban cualquier atisbo de apetito sexual se les diagnosticaba “histeria”. Los “ardores pasionales” debían ser tratados bajo vigilancia médica, a través de masajes manuales o duchas pélvicas que inducían lo que entonces se llamaba paroxismo histérico, -el actual orgasmo-.
Este control clínico respondía a una lógica patriarcal: las mujeres eran vistas como seres asexuados, incapaces de gestionar su propio placer, y dependientes del “tratamiento” de un profesional.
El nacimiento del consolador como herramienta médica
El masaje manual resultaba extenuante para los médicos y comadronas, lo que llevó a la invención de aparatos que facilitaran la tarea. George Taylor (1869–1872) patentó “The Manipulator”, un armatoste a vapor diseñado para provocar el paroxismo histérico. Más tarde, Joseph Mortimer Granville (1880) creó el primer vibrador electromecánico, conocido como “martillo de Granville”. Aunque lo ideó como instrumento terapéutico muscular, rápidamente se usó en consultas ginecológicas para tratar la histeria.
Granville, al descubrir el “mal uso” de su invento, intentó desvincularse públicamente, pero la tecnología ya estaba en marcha. En 1902, Hamilton Beach lanzó el primer vibrador eléctrico para venta minorista, marcando un antes y un después: por primera vez, muchas mujeres tenían acceso a este dispositivo en sus hogares.
Del tabú al autodescubrimiento
Durante décadas, el uso del vibrador se mantuvo en un terreno ambiguo: se publicitaba como remedio para contracturas o nerviosismo, pero en la intimidad se convertía en un aliado del placer femenino.
El siglo XX trajo consigo la sexología como disciplina independiente, que poco a poco despatologizó el deseo. La revolución sexual de los años 60 y la irrupción del Hitachi Magic Wand en 1968 consolidaron el vibrador como un objeto cultural, ligado a la emancipación sexual y al derecho al placer.
LELO Switch: el vibrador del siglo XXI
Hoy, los juguetes sexuales ya no se esconden bajo excusas médicas. El LELO Switch es el mejor ejemplo de esta transformación: un vibrador de doble extremo, versátil, conectado a una app móvil y diseñado para combinar placer interno y externo. No es solo un juguete erótico, sino un dispositivo de autocuidado, sofisticado y consciente, pensado para una mujer independiente y dueña de su sensualidad.

Del escándalo a la liberación
La evolución del consolador refleja, en realidad, la evolución de la mirada hacia la sexualidad femenina. Lo que en el siglo XIX fue considerado una enfermedad, hoy es reivindicado como un derecho al disfrute, a la intimidad y al autoconocimiento.
El vibrador ha pasado de ser un símbolo de control clínico a uno de liberación personal. Y aunque aún persisten tabúes y prejuicios, cada avance tecnológico y cada conversación abierta nos acercan más a una sociedad donde el placer femenino deje de ser un escándalo.
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