Traidores de la Historia

EI intento de asesinato de Fernando el Católico

Juan de Canyamàs atentó contra la vida del monarca apenas unas fechas antes de que los Reyes recibieran a Colón de vuelta de su primer viaje a América

Retrato de Fernando El Católico pintado por Michel Sittow
Retrato de Fernando El Católico pintado por Michel Sittow La Razón

La historia que a continuación contaremos tiene relación con uno de los sucesos que pudo cambiar la historia de España. Éste ocurrió el 7 de diciembre de 1492. Hacía pocos meses que Cristóbal Colón había descubierto América. Los Reyes Católicos se encontraban en aquel momento en Barcelona. ¿Por qué estaban ahí? La realidad es que les gustaba aquella residencia. También estaban esperando a Colón para felicitarlo por su descubrimiento y para que les contara cómo había ido el viaje. Muchos creen falsamente que lo recibieron en el Palacio Real de la Plaza del Rey, pero en realidad el encuentro tuvo lugar en el Monasterio de San Jerónimo de Murtra.

El rey Fernando el Católico salía de la Capilla de Santa Águeda, en el Palacio Real, y se disponía a bajar la escalinata que conduce a la actual Plaza del Rey. Por los alrededores se amontonaba gran cantidad de personas que quería saludarlo y expresarle su afecto. El rey se les acercó. En ese momento una mano se levantó. Al caer le propinó una fuerte puñalada entre la cabeza y el cuello. Un hombre exclamó: «¡Por el bien común! ¡Por el bien de los remensas!» El rey Fernando el Católico lo miró con terror y exclamó mientras se llevaba la mano a la herida: «¡Valiente traición!». El hombre fue detenido de inmediato por el séquito real mientras trasladaban al monarca a un lugar seguro. El médico curó la herida. Por suerte para él, el ataque no fue preciso y se restableció al cabo de unos días en el Monasterio de San Jerónimo de Murtra.

La sentencia

Estos son los hechos. El hombre que atacó a Fernando el Católico se llamaba Juan de Canyamàs. Era natural de la Roca del Vallés y vivía en Can Sant Joan. Ese mismo día fue juzgado y sentenciado a muerte. Las crónicas de la época escribieron lo siguiente sobre la muerte de Canyamàs: «Le han llevado todo desnudo sobre un castillo de madera que habían construido y lo echaba un carro: estando bien atado el loco orado e insensato, en un árbol o palo como si lo dieran crucificar: y el castillo con el loco hicieron ir echando el carro por los siguientes lugares y calles. Primeramente por la plaza del Rey, donde se ha hecho el caso: y allí de vivo en vivo para hacerlo bien penar, le fue quitado un puño: y un trozo de brazo: después, tirándolo por las otras calles donde va la procesión de Corpus: y aquí en una calle hicieron detener el castillo: y levantándole el otro brazo y después en las otras calles así yendo lo desmembraron quitándole un miembro antes otro, hasta sacarle cerebro: y luego que todos los miembros fueron quitados, le quitaron el corazón por el hombro: así le hicieron morir penando que era cosa de piedad: y él nunca se movió habló ni decía nada: no se complacía: como si dieran sobre una piedra: y con gran alboroto de solteros y gente joven que le iban en el entorno: y delante: y atrás: lo sacaron de la Ciudad por el Portal dels Orbs: y escasamente fue la Ciudad, lo lapidaron: y pusieron fuego al castillo: el cual con los pedazos del hombre sentenciado que no el castillo estaba fue vuelto pronto ceniza».

El final de un apellido

Juan de Canyamàs era un remensa (nombre con el que se conocía al Principado de Cataluña en la Edad Media) y según parece probado, quiso vengarse del rey Fernando al no estar de acuerdo con la Sentencia Arbitral de Guadalupe, con la que se abolían los malos usos de los señores feudales, aunque se mantuvieron los censos. Can Canyamàs o Can Sant Joan sufrió, durante la peste, un duro golpe. A través del Libro de Óbitos, conservado en la parroquia de Sant Sadurní, podemos seguir el relato de los hechos.

El 4 de septiembre de 1652 murió Margarita Canyamàs sin recibir ningún sacramento. Desde hacía seis días estaba enferma con fiebre. No sabía el daño que tenía. Se indica que murió porque su madre la ahogó. Como el contagio se había extendido y por no levantar sospecha la enterraron de noche, en lugar sagrado, unos soldados. El 18 de septiembre de 1652 murió Bonaventura Canyamàs –hijo de Juan y de Margarita– de contagio de vértola bajo la axila. Hacía seis o siete días que su esposa estaba contagiada.

Con él desaparecieron los Canyamàs, como apellido, de La Roca del Valles. Aquellos hechos pesaron como una maldición. Hoy en día, de esa familia, solo se conservan unas ruinas de una Antigua masía que lleva su nombre. Desde ella salió un día Joan de Canyamàs para acabar con la vida del rey Fernando el Católico. Quiso la fortuna o el azar que no lo consiguiera y, lo demás, como suele decirse, es historia.