Mujeres desconocidas
Nelly Bly, la mujer que ganó a Willy Fogg
Aventurera y pionera del periodismo de investigación, Elizabeth Jane Cochran dio la vuelta al mundo en 72 días y se convirtió en «la mejor reportera de América»
Todo el mundo recuerda la historia narrada por Julio Verne «La vuelta al mundo en ochenta días» (1872), pero ¿sabía que una mujer fue la primera en superar ese récord por 8 días, mientras se imponía a los cánones de la época que desaconsejaban a las mujeres viajar solas? Además, documentó minuciosamente su travesía en una novela que ha pasado prácticamente inadvertida. Nuestra protagonista no se llama Willy Fogg, sino Elizabeth Jane Cochran (1864-1922). Se convirtió en la primera mujer reportera del periodismo de investigación y desempeñó un papel pionero en el periodismo encubierto. De hecho, su propia vida podría considerarse una «aventura encubierta». Los datos sobre sus primeros años nos revelan a una mujer que se enfrentó con numerosos obstáculos para convertirse en una viajera intrépida. En el siglo XIX, habitualmente los viajes estaban reservados a empresarios o familias de gran cuna. Por el contrario, Elisabeth se crio en un hogar lleno de hermanos (¡15 en total!) que la ponían a prueba constantemente. Su padre falleció cuando tenía sólo seis años. Anhelaba escribir, pero la falta de recursos económicos en su familia le impidió continuar más allá de un semestre de estudios, abandonando así la educación formal. Tenía solo 15 años.
Sin embargo, Elisabeth se dio cuenta de dos detalles importantes. El primera era que cambiar su apellido a Cochran la hacía parecer más refinada y aristócrata. Parecería que tenía dinero. La segunda revelación consistió en que si quería convertirse en periodista, debía desafiar las normas y soñar a lo grande, como cuando expresó su deseo de «fundar un periódico en Nueva York, hacerse millonaria y reformar el mundo» a su amigo periodista Erasmus Wilson. Comenzó escribiendo un artículo sobre el divorcio, un tema tabú en su época, y lo presentó al editor del periódico «Pittsburg Dispatch». Éste quedó impresionado y fue contratada por cinco dólares a la semana. Fue entonces cuando empezó a escribir bajo el seudónimo de Nellie Bly. Pasó de abordar temas controvertidos (como el desempleo, la situación de las mujeres y los niños o la explotación laboral) a sumergirse en el periodismo de investigación, desconocido hasta la época. Mujer curiosa, la dejaron viajar a regañadientes a México para informar sobre la inestabilidad política, alojándose en casas de los lugareños e informando sobre zonas a los que ningún extranjero se había aventurado antes, como cárceles. Esto la convirtió en una reportera muy respetada, sobre todo a raíz que fingiera padecer una enfermedad mental para ingresar a una institución psiquiátrica femenina durante 10 días. El periódico logró que la dieran el alta, lo que le permitió exponer las atrocidades cometidas en el asilo psiquiátrico. Esto causó un impacto tan significativo en la sociedad que llevó a la apertura de una investigación oficial con el objetivo de mejorar las condiciones de los pacientes con enfermedades mentales.
Una sepultura anónima
Pero Nellie quería más, quería ver el mundo. Retando a los editores, que consideraban impensable que una mujer pudiera viajar en solitario y emulando al personaje Phileas Fogg de Julio Verne, Elisabeth les advirtió que podrían darle el encargo a un hombre. Ella se iría a la competencia, pero haría realidad sus sueños. El 14 de noviembre de 1889 comenzó su hazaña, tan sonada que hasta le salió competencia, la estadounidense Elizabeth Bisland. Nellie Bly viajaba ligera, con un abrigo a cuadros, una gorra de reportera y un maletín con mudas. Nellie informaba de sus noticias por telegrama, describiendo crónicas de lo más variopintas, desde una entrevista con Buffalo Bill hasta la vida de una corista. Logró batir el récord en 72 días, impugnando la desconfianza que Verne mostró cuando la saludó en Amiens en medio de su aventura. Al regresar, Nellie se convirtió en una de las principales mujeres empresarias de Estados Unidos, pero acabó perdiéndolo todo debido a negligencias administrativas en su empresa. Volvió a su primer oficio, reportera, exponiendo temas como el Sufragio Femenino de 1913. Posteriormente, se trasladó al frente oriental europeo durante la Primera Guerra Mundial como corresponsal de guerra. Su desempeño fue tan destacado (e infiltrado) que incluso fue detenida por error, siendo confundida con una espía británica. A pesar de que sus hazañas fueron elogiadas y ampliamente documentadas en todo el mundo, su trágico final tuvo lugar en Nueva York en 1922, donde murió en la pobreza y fue sepultada en una tumba anónima. A pesar de su triste destino, hoy en día se la reconoce como «la mejor reportera de América», como un mito periodístico.
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