Historia

SA, la patrulla callejera de Hitler

El uso de la violencia callejera organizada ha sido habitual en el siglo XX por facciones de diversa ideología, pero pocas veces con tanta efectividad como por los nazis

Las SA marchando en Spandau, 1932.
Las SA marchando en Spandau, 1932.Bundesarchiv

La violencia callejera organizada, tal y como estamos viendo en Francia, ya sea de un lado u otro, tiene malos precedentes históricos. El encuadramiento de gente violenta vinculada a un partido político ha generado pesadillas a los demócratas europeos en los últimos cien años. Ha ocurrido en casi todos los países del continente de la mano de partidos comunistas, socialistas, conservadores, nacionalistas y tradicionalistas. Incluso los anarquistas participaron de la idea de tener su propia violencia callejera organizada. La variedad es grande, aunque tuvieron elementos comunes. En este sentido, la que mejor puede servir de ejemplo fue la que organizó el partido nacionalsocialista alemán, el NSDAP, en Alemania, durante la República de Weimar, entre 1920 y 1923.

Tras la Primera Guerra Mundial el comunismo había tomado Alemania como su motor revolucionario. Necesitaba que este país se sumara al bolchevismo para tener una barrera de defensa mundial. En abril de 1919 los comunistas dieron un golpe de Estado en Múnich y proclamaron la República Soviética de Baviera. Esto provocó que se formaran Freikorps, grupos de voluntarios, muchos de ellos veteranos de la guerra, para combatir la bolchevización de su país. Eran jóvenes conservadores, nacionalistas y violentos, que atacaron al gobierno comunista bávaro. Su victoria sobre los bolcheviques en mayo de 1919, impulsó la formación de las Sturmabteilung (SA, Tropas de Asalto), cuya acta fundacional fue fechada el 24 de febrero de 1920. Nacieron en una cervecería de Múnich, en la Bürgerbräu Keller.

Las SA comenzaron siendo servicios de orden para guardar sus sedes y sus reuniones. En realidad constituyeron un auténtico ejército privado al servicio del NSDAP. Su organización se benefició de un cobijo legal proporcionado por la propia República, ya que los organizadores de actos políticos, como los mítines, tenían la obligación de asegurar la seguridad del evento. Fue así que las SA tuvieron cobertura legal para existir y ejercer la violencia. Lo mismo hacían los otros partidos, en especial el comunista.

Lealtad al Führer

La primera agrupación de las SA se llamó “Sección gimnástica y deportiva” del NSDAP. Los miembros procedían de los Freikorps. Algunos tenían experiencia militar, ya fuera en la Primera Guerra Mundial o el combate contra la República Soviética de Baviera. Eran nacionalistas, antimarxistas, antisemitas y antiliberales. Su programa despreciaba la democracia liberal y el parlamentarismo, el pluralismo político, y el orden constitucional. Desde su inicio tuvo la intención de alistar a la “juventud alemana”. Para ello publicaban notas y manifiestos en los que exhortaban a los jóvenes a hacer historia, a no resignarse y luchar, a romper “la cadena de esclavos”, con la más férrea la “lealtad mutua” y “obediencia incondicional al Führer”.

Los aspirantes a formar parte de las SA firmaban un contrato por el que se comprometían a defender los valores del partido, ser disciplinados, no criticar a la organización ni a sus dirigentes, y a ser solidarios con el resto de miembros. Era entonces cuando se les entregaba el uniforme, que era una camisa parda con un brazalete rojo con la esvástica en negro sobre un círculo blanco. Su primera actuación fue el 12 de noviembre de 1920, cuando un grupo intentó reventar un acto del partido nazi en la cervecería Hofbräuhaus, lugar de encuentro habitual.

La denominación de “Tropas de Asalto” se generalizó a partir del verano de 1921. En aquella época ya habían ampliado su campo de acción. Ya no se trataba solo de salvaguardar los actos de su partido y sus sedes, sino también de reventar los mítines de los otros partidos. Fue Adolf Hitler quien, ese mismo año, indicó a las SA en una de sus reuniones que debían impedir que los actos del resto de organizaciones se celebrasen con normalidad, porque eran perjudiciales para su proyecto político. No se refería solo a los comunistas, sino a todos los demás.

La actuación más sonada antes del Putsch de la Cervecería en 1923 se produjo dos años antes, en septiembre de 1921, cuando las SA se dirigieron a un mitin del Bayernbund, el movimiento separatista bávaro que quería una monarquía para esta región alemana. Su líder era Otto Ballerstedt, al que Hitler tuvo como su oponente más peligroso para liderar un movimiento nacionalista. Los nazis decidieron reventar el movimiento para quitarse a la competencia.

Matones con instrucción militar

El 14 de septiembre de 1921, Hitler acompañado por algunos dirigentes del partido y las SA irrumpieron en una reunión del Bayernbund en la cervecería Löwenbräukeller, en Múnich. Entraron gritando “¡Nosotros no traicionamos a Baviera!”. Lo hicieron justo cuando Ballerstedt iba a tomar la palabra. Hitler llegó hasta el estrado. Sus matones de las SA agarraron a Ballerstedt y lo tiraron escaleras abajo. Comenzó entonces una gran pelea que se trasladó fuera del local. Cuando llegó la policía arrestó a los cabecillas, entre ellos a Hitler y Ballerstedt, que pasaron un mes en prisión, entre julio y julio de 1922. Por cierto, el líder del Bayernbund fue asesinado por los nazis en la Noche de los cuchillos largos, en junio de 1934.

El eslogan de las SA era “Nos pegamos a lo grande”, aunque al comienzo solo tuvieron implantación en Baviera y muy poco en el resto del país. Ya en 1922 añadieron otra tarea, además de la protección en sus propios actos y el asalto a los del resto. Comenzaron a hacer propaganda callejera, no siempre violenta. Además de carteles, arengas y desfiles actuaban como “fuerzas del orden” contra grupos políticos y delincuentes. Esto exigió una formación política mínima, pero, sobre todo, una educación en técnicas de combate.

Los miembros de las SA tenían sesiones semanales de adoctrinamiento para que pudieran argumentar y adoctrinar a otras personas. Además, recibían clases de boxeo y jiu-jitsu, el arte marcial japonés que evocaba a los samuráis. También realizaban excursiones y acampadas que servían como instrucción militar. La asistencia a las reuniones era obligatoria. Formaban unidades de ocho hombres dirigidos por un responsable para que hubiera unidad de acción y camaradería. Los dirigentes de los grupos debían tener experiencia militar, ya fuera en la Primera Guerra Mundial o en los Freikorps, y eran nombrados por la dirección del partido. La disciplina era muy férrea. Tenían prohibido atacar o repeler ataques de la policía porque, según les ordenaron por escrito, eran funcionarios que cumplían órdenes sin ser responsables del sistema republicano.

Las SA fueron las fuerzas con las que contó Hitler en el Putsch de la Cervecería, en noviembre de 1923. Constituían una organización poderosa y numerosa, bien entrenada y con un dogma que los impulsaba. Incluso veían la muerte propia como la entrega suprema a la causa. En la noche del 8 al 9 de noviembre de ese año detuvieron a políticos significativos de Múnich y a otras personas, especialmente a judíos. En la comisión de sus delitos contaron con la colaboración de Ernst Pöhner, jefe de la policía muniquesa, y de Wilhelm Frick, director de policía encargado del seguimiento de los grupos paramilitares. Hitler escribió en “Mi lucha” que la ayuda policial se debió a que esos mandos odiaban a los judíos y a los marxistas.

Es innegable que la presencia de las Tropas de Asalto en las calles de toda Alemania constituyó un elemento imprescindible para la imagen de fortaleza y orden que quiso transmitir el NSDAP. Sirvió para encuadrar a los jóvenes tras la Primera Guerra Mundial e inocular la brutalización de la política, y la cotidianidad de la violencia como instrumento que llevó a la dictadura.

Un himno oficial

El cambio de nombre de “Sección gimnástica y deportiva” a Tropas de Asalto en 1921 puede deberse, dice el historiador Jesús Casquete, a un poema titulado “Fuego”, que luego cambió su nombre a “Canción de asalto” por la enorme popularidad que alcanzó. La composición comenzaba diciendo “Asalto, asalto, asalto…”, y concluía con un “¡Alemania, despierta!”. El poeta se llamaba Dietrich Eckart, un escritor que fue mentor de Hitler, estuvo desde sus inicios en el NSDAP, y murió en 1923. El poema fue publicado en el “Völkischer Beobachter”, órgano nazi, el 11 de agosto de 1921, junto a las ordenanzas para la organización de la “Sección gimnástica…”. Luego, la composición se incorporó al himno extraoficial de las SA.