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España hace cincuenta años
El «Triunfo» de la censura, ayer y hoy
En septiembre de 1975 el gobierno de Arias Navarro suspendió el semanario «Triunfo» durante cuatro meses y le impuso una sanción de 250.000 pesetas

La Prensa tiene que ser un incordio para el poder. Por eso, cuanto más autoritario es un Gobierno, más la insulta y la quiere controlar. De ahí las limitaciones legales de acceso a medios, la cancelación de periodistas, las ruedas de Prensa sin preguntas, la colocación de portavoces en tertulias, la presión a los medios libres y el control partidista de los medios públicos, así como las subvenciones discrecionales y las multas.
En España ocurre con frecuencia. No es un fenómeno reciente. El día 3 de septiembre de 1975, el Gobierno deArias Navarro, vigente la dictadura de Francisco Franco, suspendió el semanario «Triunfo» durante cuatro meses y le impuso una sanción de 250.000 pesetas. Era la forma de cerrar un medio molesto. El motivo de la suspensión fue un artículo de Pepe Aumente titulado «¿Estamos preparados para el cambio?». El ejemplar debía salir el 26 de abril, en el número 656 de la revista, pero el día anterior se presentaron los inspectores de la Brigada de Investigación Social, siguiendo instrucciones del Juzgado de Orden Público de Madrid, y la secuestraron. No fue un secuestro como los que hacía ETA, sino que se prohibía su venta, lo que era una pérdida económica importante para la empresa editora. Para hacernos una idea, a finales de mayo de 1975 fue secuestrado un número de «Cambio16», otra revista.
Una Sota de Bastos
El pecado era una portada con una Sota de Bastos y el título «Palos a la oposición» en referencia a una manifestación del PSOE, e incluía una encuesta sobre las próximas elecciones sindicales que daba la victoria a los comunistas de CCOO. La suspensión supuso una pérdida de seis millones de pesetas, que era entonces el equivalente a la compra de tres pisos de 80 metros cuadrados en Madrid capital.
El Gobierno llamó a capítulo a la Prensa. Esto nos sonará actual: el Ministerio de Información citó a los directores y ejecutivos de las publicaciones políticas más importantes, como «Triunfo», «Cambio16», «Ciudadano» y «Posible». Se les «sugirió» que mejor no hablaran de ciertos temas. En caso contrario, si seguían criticando al gobierno, les amenazó con usar contra ellos a la Fiscalía. «¿Y de quién depende la Fiscalía?» Pues eso.
Sin embargo, «Triunfo» no hizo caso. El artículo de Pepe Aumente tenía una llamada en una portada que mostraba los logotipos de los partidos de izquierdas que dominaban en Portugal tras «la revolución de los claveles». Hoces y martillos se combinaban con el rojo y el negro. Aumente decía que el franquismo no era una ideología, sino una «técnica peculiar de poder» para el búnker.
Aquello, comentaba asimismo el articulista, no iba a sobrevivir a Franco, y la «ruptura» era «inevitable». A partir de ahí, aseguraba que la gente estaba despolitizada por la inmersión en un «egoísta individualismo» y cegada por el consumismo. A los españolitos solo les interesaba medrar y el bienestar económico, por lo que debían «prepararse» y «entrenarse» como «los buenos ejércitos» para «intervenir» en el momento que muriese Franco.
Hasta entonces, decía Aumente, no había que dar «excusas» a la «reacción» para que el cambio fuese «pacífico y democrático». Aquello no gustó al gobierno encabezado por Carlos Arias Navarro, que a su malestar sumó una entrevista de Montserrat Roig a Josep Andreu i Abello, fundador de Esquerra Republicana de Catalunya, durante el mes de julio de 1975. El Consejo de Ministros se reunió con el dictador en el Pazo de Meirás el 22 de agosto de 1975. Arias Navarro dijo que los periodistas se habían «desmandado».
León Herrera, responsable de Información y jurista, afirmó que era obligado que les cayera encima todo el Código Penal, la Fiscalía y la Brigada Político Social. Dicho y sancionado. Contra el bulo, la dictadura atómica. A través de una nota publicada el 3 de septiembre del año 1975 se hizo saber a la revista «Triunfo» que quedaba suspendida.
Era una forma indirecta de cerrarla, porque las pérdidas económicas, como ya dijimos, solían ser insuperables. El gobierno concedió un indulto en diciembre de 1975 a las publicaciones condenadas por transgredir la ley de Prensa de 1966. En ese cupo no entró «Triunfo», que tuvo que cumplir la pena íntegramente. El 10 de enero de 1976 la revista volvió a los quioscos, esas cajas mágicas que había en medio de muchas calles y plazas que con las tripas abiertas enseñaban todo un mundo de publicaciones. Era el número 676. Su portada solamente tenía tres palabras: «La respuesta democrática», y sumaba piezas de Manolo Vázquez Montalbán, Antonio Burgos, César Alonso de los Ríos, Eduardo Haro Tecglen, Carlos Elordi, Montserrat Roig, Pepe Aumente y otros tantos.
Hizo una tirada de 166.000 ejemplares y los vendió todos. Sin embargo, los tiempos cambiaron, y en poco tiempo «Triunfo» quedó obsoleta, desfasada, y sus grandes plumas se fueron a la vez que los lectores pedían otra cosa. El último número se publicó durante el verano de 1982, a veinte años de su fundación.
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