Mujeres desconocidas

La voz de los dioses: Sosípatra, el oráculo

Fue un referente de sabiduría mística y pudo vivir una vida independiente, fuera de las convenciones romanas, y dejando a los hombres a su alrededor como meros espectadores

Algunos expertos atribuyen este fresco de Pompeya a Sosípatra, otros a Safo
Algunos expertos atribuyen este fresco de Pompeya a Sosípatra, otros a SafoMuseo Archeologico Nazionale di Napoli

En el intrigante escenario del siglo IV, emerge la figura singular de Sosípatra. Sin lugar a duda entraría en la categoría de filósofa, aunque la historia la recuerde como sacerdotisa. Y esto se debe a que, en la antigüedad todo conocimiento se transmitía exclusivamente a través del lenguaje proporcionado por la filosofía. Todas las áreas de conocimiento eran, al fin y al cabo, la búsqueda y el amor (philos) del conocimiento (sophía): desde la biología hasta las matemáticas, pasando por la música, la retórica e incluso la adivinación. Aparte, Sosípatra debió de ser una filósofa muy competente para convertirse en adivina, ya que la práctica de los oráculos caldeos requería un estudio filosófico previo y simultáneo a la práctica ritual. Solo los mejores estudiantes llegaban a instruirse en los ritos de iniciación. Dichos ritos se vinculan especialmente con la corriente filosófica que triunfó en el Imperio Romano, el Neoplatonismo. Las prácticas religiosas se consideraban útiles para alcanzar el más elevado nivel de conocimiento, calificado como la unión mística con lo divino.

Pero retornemos al principio. Sosípatra nació cerca de Éfeso, importante centro religioso de la antigüedad (actual Turquía). Desde su infancia hay constancia de hechos «milagrosos» en torno a su figura. Cuando era una niña, dos sabios misteriosos sugirieron a su padre que abandonara su hogar durante cinco años, asegurando que a su regreso lo esperaría la fortuna. Esta oferta incluía a su hija, destinada a ser iniciada en las misteriosas enseñanzas caldeas. Al volver, no sólo encontró riquezas en forma de abundantes cosechas, sino también a su hija transformada en un ser divino. En lugar de relatar el padre sus experiencias, Sosípatra comenzó a describirlas como si le hubiera acompañado en su exilio, demostrando así que era clarividente y que era capaz de vislumbrar acontecimientos pasados y futuros. Este hecho impactó profundamente a su progenitor, y por ello la dejó vivir una vida independiente, emancipada de las convenciones romanas, donde las mujeres generalmente estaban bajo la tutela de un tutor, el «pater familias». Asimismo, entre sus múltiples dones, poseía una mente privilegiada que le permitía recitar poesía y filosofía sin haber estudiado los textos. Vivía una vida ascética, con votos de silencio intercalados (cosa que ponía de los nervios a su padre, aunque la respetaba), y también se comunicaba con los «daemones» o guardianes personales que guiaban a las personas, equivalentes a las figuras de Pepito Grillo o el ángel de la guarda.

Sosípatra se convirtió en un referente de este tipo de sabiduría mística, ya que se dice que después de asistir a las lecciones del renombrado filósofo Edesio, las enseñanzas de Sosípatra eran una parada obligatoria para los estudiantes de la escuela de Pérgamo. Era incluso mejor que el rector de la escuela. Famosa es la ocasión en la que la filósofa, mientras daba una lección sobre el alma, profetizó un inminente accidente de carruaje que amenazaba la vida de uno de sus parientes. Su presagio permitió tomar medidas oportunas y evitar una tragedia. Ese pariente había intentado anteriormente cortejarla con un sortilegio de amor, pero ella le perdonó la fechoría con afecto familiar.

Olvido histórico

Seguramente jamás haya escuchado hablar de Sosípatra hasta ahora, debido a que solo una voz masculina, la del historiador Eunapio de Sardes (347-c.414), narró la existencia de la filósofa en su obra «Vida de filósofos y sofistas». Aunque algunos han cuestionado su validez, la meticulosa narrativa de Eunapio y su conexión personal con Sosípatra, a quien consideraba la maestra de su propio mentor, sugieren que fue una figura real y respetada en su tiempo. Además, Eunapio otorga una atención especial a Sosípatra: es la biografía más extensa, proporciona muchos detalles de su persona, muy al estilo de las biografías de vírgenes y mártires de la época.

Lo interesante de su narración es que deja a los hombres a su alrededor como meros espectadores de sus proezas, incluyendo a su discípulo Máximo de Éfeso, un sabio (y tutor del emperador Juliano el Apóstata) cuya grandeza fue eclipsada por la luminosidad de Sosípatra. Este énfasis es inusual y significativo en la narrativa histórica de la época.

Aunque las huellas de Sosípatra en la historia son escasas, su vida y legado nos recuerdan que, en el pasado, la filosofía era el faro que iluminaba la exploración de todas las facetas del conocimiento humano. Su contribución en el Imperio Romano sigue siendo una joya poco reconocida en la corona del pensamiento antiguo, escondida en el cajón del olvido histórico.