Los hombres del fin del mundo
Las Sagradas Escrituras describen el declive moral que sobrevendrá en los últimos días, como la laxitud moral, la corrupción, el egoísmo y la falta de caridad
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Muchos se preguntan hoy qué tipo de signos precederán a los últimos tiempos. Basándose en las Sagradas Escrituras, pueden señalarse estos siete datos que indican el trecho final de esos últimos tiempos: el comienzo de las guerras, el hambre, las epidemias, los terremotos, la extensión del Evangelio a todo el mundo, la proliferación de usurpadores del nombre de Jesús, la conversión de Israel, la apostasía, el enfriamiento de la caridad y la abominación de la desolación anunciada por el profeta Daniel y erigida en el lugar santo, es decir, el Anticristo.
Centrémonos ahora en la pérdida de la fe, que provocará a su vez la desaparición de la moral en el comportamiento humano. San Pablo elabora así este desolador retrato-robot de los hombres del fin del mundo (2 Tim. 3, 1-5): «Ten presente –escribe a su discípulo Timoteo– que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados [semejantes a los falsos profetas anunciados], implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia».
Mateo lo profetiza también (Mt. 24,12): «Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará». El fin del mundo será precedido así por un deterioro moral exacerbado, que retrotraerá al hombre a los peores momentos de su historia, tal y como consta en el Libro del Génesis (Gén. 6, 5-7) a propósito del diluvio universal: «Viendo Yahvéh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvéh haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón. Y dijo Yahvéh: “Voy a exterminar sobre la faz del suelo al hombre que he creado desde el hombre hasta los ganados, las sierpes, y hasta las aves del cielo, porque me pesa haberlo hecho».
Antes del fin del mundo, aumentarán el odio y la división, llevándose a cabo la cruenta persecución de los cristianos que diezmará su número de modo muy relevante. Algo que Jesús ya anunció en el Evangelio, como en este otro pasaje de Mateo (Mt. 24, 9-10): «Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre. Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente». El enfriamiento de la caridad, transformada en odio visceral, alcanzará extremos insospechados en el seno de la propia familia, tal y como vaticina san Lucas (21, 16): «Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros». Igual que san Marcos (13,12): «Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán».
San Hipólito, mártir del siglo tercero y el más destacado escritor teológico de los primeros tiempos de la Iglesia de Romad, a quien san Jerónimo calificó como «varón muy santo y elocuente», radiografía en el mismo sentido el tétrico escenario de los últimos tiempos: «La seducción llenará el mundo entero… Los hombres entonces lucharán unos contra otros, los prelados serán negligentes con las ovejas, el pueblo se levantará contra los sacerdotes, los señores contra los siervos y estos inobedientes, burlada la ancianidad y despreciadas las Escrituras, hará que abunde el estupro, el adulterio; surgirán falsos doctores de perniciosas costumbres, los Pastores se tornarán en lobos y los poderosos despreciarán a los pobres».
No menos reveladora sobre esta señal de los últimos tiempos es la consulta de La Didaché, o enseñanza de los doce apóstoles, un manual de la iglesia primitiva datado entre los años 100 y 110 d.C. y descubierto a finales del siglo diecinueve. En la Didaché se dice esto, precisamente: «En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y corruptores, y se convertirán en lobos de sus rebaños, y la caridad se transformará en odio, aumentando así la iniquidad. Los hombres se odiarán mutuamente y se perseguirán y traicionarán. Y entonces aparecerá el engañador del orbe diciéndose hijo de Dios y hará señales y prodigios. La tierra se entregará en sus manos y hará iniquidades tales como nunca se cometieron en los siglos... Mas los que perseveren en su fe se salvarán de aquel maldito y entonces aparecerán las señales de la verdad». La alusión al Anticristo constituirá así, como ya indicamos, otra de las señales precursoras de los últimos tiempos.
Se pondrá fin así en los últimos tiempos al «mandamiento nuevo» instituido por Jesucristo en la Última Cena y al rasgo inconfundible de sus verdaderos apóstoles que los distinguía de los impostores (Jn. 13,35): «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros». La falta de amor, el enfriamiento de la caridad en definitiva, será un comportamiento de un marcado sentido anticristiano, pues «Dios es amor», como proclama san Juan (1 Jn. 4, 16). San Agustín comenta: «¿Quién de vosotros se hubiera atrevido a decir lo que ha sido dicho: Dios es amor?» (Sermón 34). El amor constituye así el alma y motor de la Iglesia y de todas las relaciones humanas. Sin él no cabe esperar más que odio y rencor, divisiones y enfrentamientos. Las discordias y el afán de destrucción provocados por las guerras, como la invasión rusa de Ucrania.
La fecha: 61 d.C.
San Pablo: «Serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos…», escribe a Timoteo.
Lugar: Roma
Antes del fin del mundo, aumentarán el odio y la división, llevándose a cabo la cruenta persecución de los cristianos que diezmará su número de modo relevante.
La anécdota
El enfriamiento de la caridad alcanzará a la propia familia, como vaticina Lucas: «Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos».