Ignacio Martínez de Pisón: "España fue un país de soplones en la posguerra"
El escritor novela el Madrid que había entre 1939 y 1945 en «Castillos de fuego»
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«El alma humana tiene prioridades. No es defender grandes causas. En aquel momento era sobrevivir a la inanición. La gente se moría de hambre, comía hierbas. Era una España famélica donde la gente solo tenía energía para salir hacia adelante». Ignacio Martínez de Pisón ha escrito un libro que está dirigido por una ambición de totalidad. No quiere contar solo una historia. Quiere contar toda una ciudad, una época. «Me cuesta creer que en los sesenta hubiera en España una mayoría antifranquista. En realidad no la había. Fue un país que había aceptado como parte de su destino el hecho de que Franco era el dictador. Y que iba a permanecer en el poder mucho tiempo. No hubo en ningún momento grandes temblores o tensiones que llevaran a pensar que el régimen, sobre todo a partir del años 1945, fuera a estar en peligro», sostiene el escritor antes de comentar, con prudencia y una enorme comprensión de lo que se sufrió durante la posguerra, que «los españoles fuimos cómplices del franquismo» en ese sentido. A continuación explica: «Era un país sin fuerzas para pensar en cambiar la realidad. Los que vivieron la guerra creían que franco ya era inamovible y se resignaron. Pensaron que Franco seguiría hasta que Dios quisiera. Los primeros movimientos antifranquistas no provienen de una resistencia republicana. Son los hijos de los gerifaltes, de las clases medias».
[[DEST:L||| "Pronto la Guerra Civil dejará de ser causa de riña entre los españoles"|||Ignacio Martínez de Pisón]]
El novelista ha publicado «Castillos de fuego» (Seix Barral), un libro de largo aliento y lectura rápida. Un vivaz fresco del Madrid entre 1939 y 1945, cuando la guerra todavía permanecía viva en la memoria de la población, las consecuencias de la contienda eran visibles y algunos actuaban como si las armas aún no se hubieran depuesto. Es un momento de corrupciones morales y delaciones. «Había denuncias de personas por parte de los leales a la dictadura, pero también de aquellos que desean purgar pecados antiguos para ser acogidos por los vencedores. La delación era lo habitual. Fue un país de soplones al principio de la posguerra. Unos por servicio y otros obligación», asegura el escritor. Él mismo arroja una cifra y asegura que durante la posguerra fueron fusiladas 50.000 personas. «Más que juicios eran consejos de guerra. No había defensa. Era un militar que se limitaba a pedir misericordia. Pero hubo más condenados. Si hubieran fusilado a todos los que condenaron la cifra sería bastante mayor. Los vecinos oían los disparos en las tapias de los cementerios. Por un lado era represión, por otro, terminar lo que no había acabado en abril del 39 y, también, una herramienta de control». Después añade que «el país estaba roto. La mitad eran franquistas y la otra mitad vivía en la oscuridad, medio escondidos. Si en la posguerra, Franco se hubiera dedicado a sanar las heridas que causó el enfrentamiento en lugar de eliminar al enemigo, quizá la evolución a la democracia de España hubiera sido más fácil».
Novelar las consecuencias de la Guerra Civil no ha vuelto pesimista a Martínez de Pisón. De hecho considera que dentro de poco será un tema de historiadores, que, por fin, quedará relegada a conversaciones más tranquilas. «España está a punto de superar la Guerra Civil. Aunque sea por una cuestión biológica. Hay un reemplazo generacional. Solo nos queda dar la razón a los historiadores. Hay que aceptar que las guerras son aterradoras y que existe un relato común». Cuando se le pregunta por su utilización política en el presente, ni titubea: «Forma parte de la guerra cultural, más que de una preocupación del presente. En algún momento se va a pasar la última página de este conflicto. Hoy en día ya es difícil que alguien se presente como derrotado o ganador. Pronto la Guerra Civil dejará de ser causa de riña entre los españoles».