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Cine
Imanol Uribe y los espías de la Guerra Fría
El director adapta la novela de Paloma Sánchez-Garnica "La sospecha de Sofía"

Aunque en términos de individualidad creativa adaptar novelas a la gran pantalla puede a veces limitar la necesidad expansiva del cineasta porque al final se trata de trasladar a las imágenes lo que otros ya pensaron en palabras, Imanol Uribe tiene sobrada experiencia en esto de trabajar con un material literario previo como ya demostró con "Plenilunio" (libro de Antonio Muñoz Molina) o la extraordinaria "Días contados" (adaptación de la novela de Juan Madrid con una Candela Peña en estado de gracia) con la que el veterano director ganó su primera Concha de Oro en el 94.
"Cada adaptación es un mundo", advierte el también director de "El viaje de Carol" en entrevista con este periódico antes de detenerse en los pormenores que le han llevado a realizar "La sospecha de Sofía", basada en la novela homónima de Paloma Sánchez-Garnica. "Todo depende de lo que quieras hacer realmente con la novela, de la parte que te interese de la historia. En este caso podemos decir que esta es una película de encargo en el buen sentido de la palabra. De repente, el día de mi cumpleaños (28 de febrero), me llama Constantino Frade y me ofrece, en lugar de la obra en cuestión, un guion ya adaptado de la novela escrito por Gemma Ventura, sobre el cual yo he vuelto a trabajar, pero en la adaptación ya venía semiadaptada, para entendernos. La novela es muy amplia, tiene muchísimas tramas –subraya–, y ya la guionista había hecho una selección inclinando el centro hacia la Guerra Fría y el espionaje, y fue un pretexto perfecto para yo poder volcar toda esa ilusión que he tenido desde siempre con este tema: siempre soñé con hacer una película de espías y, de repente, mira, me ha tocado", explica entusiasmado.
"Siempre soñé con hacer una película de espías"
Esa oportunidad de jugar, de atreverse y enfundarse las máscaras de las identidades deformadas de personas que aparentar ser quienes no son, se vertebra a través de la pareja formada por los dos protagonistas (Álex González y Aura Garrido), cuya vida cambia radicalmente cuando él recibe una carta anónima en la que se le dice que Sagrario, a la que venera, no es su verdadera madre y que si quiere conocer la verdad de su origen debe ir a París esa noche. Entre aquel Madrid, aquel París, el muro de Berlín y la búsqueda de tres personajes (la pareja y el hermano gemelo de Daniel) necesitados de respuestas, oscila esta trama que a Uribe le resonaba a nivel histórico al tratarse de un periodo "que yo he vivido bastante intensamente. Toda la época que va de mayo del 68 a la caída del muro, casi 30 años. La España que refleja la película es aquella España de los años 60, tardofranquista, que parecía que llegaba tarde a todo y que de alguna manera se confrontaba con la RDA de Honecker".
Segunda realidad
Uribe, que sigue completamente enganchado tras más de cuarenta años de oficio a toda la madeja de cosas atávicas, fascinantes y surrealistas que tienen que suceder de manera acompasada para que una película exista, admite cuando le preguntamos por una extrapolación del tratamiento de las identidades y de todo aquello que ocultamos que se lleva a cabo en la cinta con el que manejamos actualmente como sociedad que "eso siempre ha pasado a lo largo de la Historia. De hecho, me gusta que me preguntes eso porque quizá en esta época me parece que es algo todavía más acusado, ¿no? Ahora precisamente, que parece que todo se comunica y que todo se cuenta y se expone, creo que hay una segunda realidad que no conocemos de las personas".
"El rodaje es una droga absoluta para mí todavía. Segregas una adrenalina incomparable, sientes que estás flotando"
Para el cineasta de "El proceso de Burgos" o "El rey pasmado", el cine ha sufrido un cambio significativo de paradigma del que ha sido testigo directo. "Vengo de una época en la que los directores y directoras, gracias a la Ley Miró, participábamos normalmente en la producción de nuestras películas y teníamos el control. Creo que ahora ya es cada vez más difícil porque necesitas inevitablemente a muchos "partners" en la historia, incluyendo las grandes plataformas, y estas ya influyen un poco o quieren influir en el contenido de la película. Hay excepciones y muy buenas, por supuesto, pero por lo que me han contado compañeros, sí que se meten de forma directa en el contenido de lo que estás haciendo y eso ya considero que complica un poco las cosas", reflexiona.
Sin embargo, reconoce antes de despedirse, que una de las cosas que abrazó con gusto cuando irrumpió durante todo este tiempo de cambios y adaptaciones puestas en práctica por parte de la propia industria fue el paso del celuloide al digital para el manejo de las tomas: "este ha sido para mí un cambio estupendo aunque muchos colegas de la época me maten -asegura entre risas-. Antes los rodajes eran muy largos porque precisamente tenías que repetir muchas tomas: a lo mejor te pedía el equipo del peluquería "uy, quiero otra toma porque no me he dado cuenta de que el pelo no estaba bien colocado aquí". Total, que rodabas siete, ocho o nueve tomas de cada plano y ahora como lo tienes grabado y lo ves instantáneamente de la misma manera en la que lo vas a ver en el cine, pues hay muchas secuencias o muchos planos de los que hago solo una toma, lo cual permite una agilidad de rodaje extraordinaria". Y completa: "el rodaje es una droga absoluta para mí todavía. Segregas una adrenalina incomparable, sientes que estás flotando. Es lo que me enganchaba y lo que me engancha para continuar. Espero morir con las botas puestas. Seguir jugando hasta el final".
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