"La imatge permanent", de Laura Ferrés, Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid
La 68ª. Edición de la Seminci, ya con José Luis Cienfuegos al frente, anunció su palmarés oficial completo consagrado a Laura Ferrés
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Gris, fría y hasta temerosa, recibía Valladolid este año a su Seminci. El certamen cinematográfico, uno de los más importantes del año para el cine español, estrenaba este año nuevo director (José Luis Cienfuegos) y lo hacía con un clima ciertamente intempestivo que, sin embargo, animaba más que nunca a encerrarse en las salas del Calderón, el Zorrilla o el Carrión. Con una Sección Oficial más potente en términos cinéfilos, pero menos cargada de estrellas internacionales (por la huelga y la vocación europea del concurso), la edición número 68 de la Seminci será recordada como una que apostó por las voces en desarrollo.
Así se entiende que "La imatge permanent", de Laura Ferrés, se alzara con la Espiga de Oro, máximo reconocimiento del festival que premia a la mejor película de la Sección Oficial. En su filme, un estudio casi etnográfico, con tintes de humor y de hiperrealismo, la directora vuelve a hablar de sus raíces familiares. Si con el cortometraje con el que ganó el Goya, "Los desheredados" (2017), la realizadora indagaba en la empresa de autocares que su padre tuvo que cerrar, aquí le interesa el origen andaluz de su madre, como una de las miles de emigrantes que llegaron a Cataluña en búsqueda de la prosperidad económica. A medio camino entre los mimbres de la no ficción más contemporánea y los retablos neorrealistas de otro tiempo, entre lo material y lo figurado, Ferrés levanta una película sólida y convincente que, sin embargo, se olvida de la linealidad por momentos, pudiendo alienar a los espectadores menos acostumbrados a este tipo de cine.
La primera Espiga de Oro española en casi dos décadas, además de la primera ganada por una mujer en una lengua co-oficial (catalán), tuvo de escudera a la excepcional "La quimera", de Alice Rohrwacher. Entre lo onírico y lo práctico, con inspiración clásica pero imprimiéndole su buen hacer propio, la directora de "Lazaro feliz" o "Le pupille" firma aquí su confirmación como una de las directoras más importantes del contemporáneo en el cine europeo y mundial, a medio camino entre el cine de masas y el más intelectualizado. La Espiga de Plata para Rohrwacher, aplaudida, encontró su reverso tenebroso en los premios para "Música", de la alemana Angela Schanelec. Mejor Dirección y Mejor Fotografía fueron a parar a la hierática producción de la directora de "Estaba en casa, pero..." (2019), una decisión que fue pataleada y hasta abucheada por el público presente en el Salón de los Espejos del Calderón.
Menos atrevidos fueron los premios interpretativos, para Lea Séydoux por "La bestia" y Dave Turne por "El viejo roble", dos premios que no se pueden entender demasiado bien teniendo en cuenta la dilatada carrera de ambos premios y lo "poco necesarios" que se les antojan en su carrera comercial o de prestigio. Más cuando películas como la brillante "Desconocidos" de Andrew Haigh o Malena Alterio, impresionante en "Que nadie duerma", se fueron de vacío en cuanto al Jurado Internacional de la Sección Oficial se refiere.