"Impusos (BPM)": La venda en la boca
Autoría y dirección: María Prado. Intérpretes: Beatriz Grimaldos, Rebeca Matellán, Alejandro Saá, Luna Paredes, Fernando de Retes, Efraín Rodríguez y Carmen Valverde. Teatro María Guerrero. Desde el 19 de febrero hasta el 3 de marzo.
Nuevo fiasco del ciclo «Escritores en la escena» del Centro Dramático Nacional o, lo que es lo mismo, nueva propuesta que apunta inicialmente hacia un atractivo lugar al que luego no consigue llevar al espectador. La utopía de expresarse sin ataduras impuestas o autoimpuestas por razones de índole social o cultural; la difusa frontera ente el respeto y la coerción a la hora de decidir qué se debe o no se debe decir; los miedos que se advierten en nuestra forma de comunicar ante la posibilidad de que no seamos bien entendidos o interpretados, o el empleo del lenguaje para sacar provecho de algunas situaciones son algunos de los temas que María Prado, autora y directora del espectáculo, parece haber querido tratar en esta propuesta. Digo «parece» porque, por desgracia, nada queda del todo bien desarrollado ni termina siendo especialmente relevante. La función, muy coral desde el punto de vista interpretativo, se estructura como una sucesión de escenas, de naturaleza más simbólica que naturalista, relacionadas con el lenguaje y la libertad de expresión. Y está muy bien planteada –con gusto, inteligencia y eficacia narrativa– en lo que atañe al uso del reducido espacio escénico y al diseño del movimiento de los actores, para ir imbricando con elegancia y ritmo esas diferentes escenas formando un todo uniforme, pero el resultado está un tanto desaliñado en la construcción más profunda de su mensaje. Actuando como un contagioso virus, las ambigüedades, imprecisiones y ardides sobre el lenguaje que trata de abordar la obra se adueñan, precisamente, del propio lenguaje de la función, abocando así al espectador a desenmarañar un revoltijo semiótico de limitado recorrido teatral más que a seguir el curso de una idea o de una acción. Como consecuencia, el público pronto se evade del meollo para entregarse a otros pensamientos y sueños sin que el elenco –compuesto por un puñado de buenos actores aún jóvenes que no están teniendo todas las oportunidades que merecerían– pueda hacer nada por evitarlo.
LO MEJOR
La fusión de los actores en el espacio como parte eficaz de la escenografía
LO PEOR
Que el código en el que se aborda el tema resulta enseguida monótono y aburrido