Instagram también se adueña de los clásicos
La Biblioteca Pública de Nueva York se alía con las redes para acercar títulos como «Alicia en el país de las maravillas» a una sociedad que cada vez se aleja más de las grandes obras
La Biblioteca Pública de Nueva York se alía con las redes para acercar títulos como «Alicia en el país de las maravillas» a una sociedad que cada vez se aleja más de las grandes obras.
Cómo enganchamos a los jóvenes a la lectura. A la buena literatura, claro. No a los libros de autoayuda, las fantasías rosas y las novelas históricas. Cómo conseguir que los niños acudan a Dickens y Twain ahora que los titanes de las letras sufren bajo el fuego combinado de la desafección lectora y la evidencia de que puntúan mal en los marcadores de lo políticamente correcto de unos deslavados. Pues bien, la Biblioteca Pública de Nueva York, el templo de piedra a orillas de la calle 42, muy cerca de Times Square, la estación Grand Central y el edificio Chrysler, cree haber encontrado la solución. O cuando menos un poderoso señuelo que seduzca a quienes damos por imposibles. A partir del atractivo de las redes sociales. Combinando diseño gráfico e impacto visual mediante Instagram y el concurso de reconocidos dibujantes y publicistas. ¿Qué mejor que juntar las famosas «stories» de Instragram y los grandes títulos? Las primeras, ya saben, se autodestruyen como un mensaje en clave a un espía de los tiempos de la Guerra Fría. Las segundas atraviesan océanos de tiempo y coleccionan lectores después de muchos años del fallecimiento de sus autores. Del choque de contradicciones solo podía nacer un fracaso o una idea luminosa.
El arranque de la serie le correspondió a la siempre turbulenta y onírica «Alicia en el país de las maravillas», de Lewis Carroll. Trae ilustraciones del dibujante Magoz, reconocido por sus trabajos para el «New York Times» y el «Wall Street Journal». Titulado «Insta novels», se trata de urdir una combinación de letras y aparataje visual capaz, en palabras de los expertos de la biblioteca de Nueva York, de «reimaginar las historias clásicas». En los próximos meses se anuncian otros clásicos, como «The Yellow Paper», el cuento de Charlotte Perkins Gilman, que irá ilustrado por Buck. No parece casual en los días del #MeToo: se trata de una historia publicada en 1892 de contenido feminista. En un email enviado al «New York Times», Carrie Welch, de la Biblioteca Pública, explica que «“The Yellow Paper” constituyó una opción muy excitante para el equipo de diseño. Se trata de una pieza de ficción de gran prestigio que aborda asuntos atemporales y que quizá no sea conocida por mucha gente, de modo que constituía una oportunidad para compartir un trabajo aclamado pero básicamente desconocido». Luego llegará «La metamorfosis» de Frank Kafka con ilustraciones de César Pelizer. La Biblioteca trabaja aliada con agencias de publicidad como Mother New York, parte de la casa Mother Desing, con sede en Manhattan y Los Ángeles, y conocida por sus trabajos rompedores.
La fórmula es sencilla. El usuario debe ir a la cuenta de la Biblioteca en Instagram, @nypl, y... listo. Se trata de mantener el dedo gordo de la mano derecha en la parte baja de la pantalla. Si se levanta, se pasa la página. A medida que lleguen nuevas historias la cuenta se convertirá en una biblioteca digital. A fin de que el dedo no interfiera en la lectura, los diseñadores han habilitado un espacio «ad hoc». En realidad, no hay tanta diferencia con los e-books y las llamadas «Insta novels». Si acaso, y no es poco, un intento de optimizar las oportunidades que brinda lo digital y de que la idea del viejo libro ilustrado goce al fin de muchas de las inestimables ventajas que confieren los nuevos soportes. Desde luego, el éxito está siendo fulminante: Alicia no solo acumula cerca de 100.000 seguidores, como escribió Amanda Svachula para el «Times», el consumo de e-books de la Biblioteca habría crecido en más de un 70% en apenas dos meses. Se trata de un éxito que trasciende la mera colección relatada.
Héroes de la democracia
Entrevistado por la revista qz.com hace unos días, el presidente de la Biblioteca de Nueva York comenta que estas instituciones son, «de forma discreta, uno de los lugares que están salvando la democracia en EE UU». Como explica la propia articulista, Jenny Anderson, la Biblioteca de Nueva York recibió en 2017 más visitantes que todos los museos y todos los espectáculos deportivos de la ciudad juntos. Philip Schmidt, director del MediaLab Learning del MIT, le pregunta a Anderson dónde más puede uno encontrar un espacio donde reflexionar, aprender y/o sencillamente dejar pasar el tiempo sin tener que pagar por su uso. Son reflexiones que entroncan con los debates propiciados por el último premio Princesa de Asturias de Humanidades, el profesor Michael J. Sandel, un tipo bastante antidogmático que lo mismo aceptó formar parte de la Comisión de Bioética creada bajo la presidencia de George W. Bush que alerta sobre la posibilidad de que nuestra sociedad, amén de negociar y buscar el beneficio derivado de las ideas y las mercancías, haya pasado también a negociar con los espacios y los servicios públicos. Se trata finalmente de una inteligente jugada que, más allá de que logre o no resolver la desafección respecto a la lectura, al menos ha permitido colocar el foco sobre la venerable institución.
Luego está el asunto, destacado recientemente por «The Economist», de que tampoco conviene relacionar internet y bajos índices de lectura. Antes al contrario, y por mucho que la venta de soportes físicos, de periódicos y revistas a libros, haya descendido de forma brutal, el número de lectores, y las horas que leen al mes, no deja de crecer en todo el mundo. Pero claro, no siempre literatura. De hecho, proseguía el «Economist», «la National Endowment for the Arts publicó en 2015 un estudio que demuestra que solo el 43% de los adultos de EE UU había leído una novela, un cuento, un poema o una obra de teatro en el último año: el número más bajo desde 1982». Para corregir esa tendencia, o al menos para recompensar a los 40.000 lectores de Alicia a través de su cuenta en Instragram, la Bibloteca promete nuevas y sugerentes entregas.
Superar el chiste de Woody Allen
Juan Mayorga, dramaturgo y último académico en llegar a la RAE, resume esta idea de convertir los clásicos en «stories» de Instagram con un chiste de Woody Allen: «Hice un curso sobre lectura rápida y leí “Guerra y Paz” en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia». Para el autor de «Famélica» cualquier intento de llevar la cultura a las personas debe respetarse, pero con mucho cuidado. Por eso propone otras iniciativas como «apoyar las redes de bibliotecas y la televisión públicas con un contenido más cultural». Pero el colmo para Mayorga sería caer en el error de estos días, dejar todo en manos de un algoritmo, «lo que sería todavía peor por obedecer a otra forma de razón». El también académico José Manuel Sánchez Ron acoge igualmente con dudas la iniciativa, aunque afirma que «de entrada y sin reflexionar, me parece un estímulo para atraer a la gente». Por su parte, y mucho más efusivo se muestra el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca: «¡Qué buena idea! ¡Admirable! Todo lo que sea favorecer el acceso a los clásicos lo veo con simpatía. Da igual que solo sean unos pocos segundos, se puede captar su esencia siempre que, claro, la selección sea la adecuada», desarrolla. Para Cuenca la versión «Insta novel» de los textos es «parecida a las ediciones para niños, con las que se pueden ganar muchos lectores». Informa Julián Herrero