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Javier Gomá: «Los políticos son víctimas fáciles del resentimiento social»

El filósofo reflexiona sobre la esperanza en «Necesario pero imposible», un ensayo en el que recupera la figura de Jesús
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Javier Gomá alumbró una genealogía de ideas a una edad temprana, la que discurre entre los 15 y los 17 años, en un momento de precocidad o iluminación «rimbaudiana». «Soy una persona de vocación totalitaria, radical y temprana, pero de maduración tardía», improvisa, o no, como frase inicial, como autorretrato apresurado. Desde esa adolescencia primera se ha ratificado en sus principios, sus planteamientos, porque Gomá cree en las convicciones. «La confianza en unas ideas, aun cuando no aparecen en la perspectiva social, al final, si son potentes, si son filosofía, suscitan el interés público». El destino, la historia o como se prefiera llamar a la cita de uno mismo con su futuro, vino después a darle la razón, convirtiendo un concepto filosófico en una expresión corriente, popular: «Ejem-plaridad pública».
-El mundo es injusto, dice.
-El mundo permite el nacimiento y la maduración de individuos conscientes de su dignidad y tan pronto como lo son, comprenden que están abocados a la muerte. El mundo es estructuralmente injusto. La experiencia acaba enseñándote que no es posible ni un mundo distinto ni un mundo mejor estructuralmente.
-La muerte parece hoy ignorada.
-Pero nunca ha estado tan presente como ahora. La tenemos en los telediarios, las películas , los videojuegos... La muerte como hecho biológico está banalizada. Se ha convertido en un producto industrial. Otra cosa es la mortalidad, que tiene que ver con la aceptación moral de tu condición finita. Esto es lo que se ha escamoteado en la vida moderna. No la muerte biológica, que me parece vulgar y previsible. Todo muere. Lo extraordinario es la mortalidad. La mortalidad no tiene que ver con la muerte, sino con la vida.
-¿Y qué entiende por esperanza?
-La hipótesis de la continuidad de lo humano después de la muerte, una prórroga de la individualidad. Lo que intento formular es si existe una continuidad de lo humano después de la muerte. Si la historia y la subjetividad termina o no en la muerte, si la realidad es un concepto más amplio que el mundo de la experiencia. Defiendo una recuperación del tratado de la inmortalidad. Pero «aquí» ni es inmortalidad ni es alma.
«Aquí» es su nuevo ensayo, «Necesario pero imposible» (Taurus). Un volumen que se alza como colofón a su trilogía de la experiencia. En un mundo abundante en codicias y ambiciones materiales, Gomá se rebela para reflexionar sobre lo marginado, lo ignorado: la esperanza, esa posibilidad de mantener la individualidad adquirida cuando se cierra el horizonte la vida. «El principio de inmortalidad ha sido uno de los grandes planteamientos filosóficos, pero ha desaparecido. El positivismo del siglo XIX y XX lo convirtió en un "no tema". Uno de los presupuestos de estas centurias es que el mundo de la experiencia, el que tocamos y vemos, tiene el monopolio de la realidad. El tratado del alma dejó de existir y su hueco fue ocupado por disciplinas como la espiritualidad oriental, la magia o los fenómenos paranormales».
-¿Es un buen momento para hablar de la esperanza?
-Es muy propicio. Hemos sido tributarios de una época cultural obsesionada con emanciparse de las tutelas tradicionales religiosas. Ha habido una tensión entre ellas y el deseo del hombre moderno de ser un ciudadano mayor de edad, emancipado de cualquier autoridad. Ahora tenemos madurez suficiente para saber que podemos ser ciudadanos autónomos y recuperar esta tradición atribuida a la religión.
-Nuestra época no es religiosa.
-Yo sí percibo, tras una época extremadamente materialista, una apertura a lo espiritual. No es confesional o está adscrita a religiones organizadas, pero existe una devoción a valores inmateriales, como el medio ambiente o la solidaridad, que trascienden la lógica del mercado. Se puede percibir en las sociedades actuales.
–En este libro reivindica a Jesús.
–Me gusta llamarle Galileo. Jesucristo es el nombre cristológico que le concede la comunidad primitiva. Lo quiero recuperar como filósofo. Se ha concedido una extrema importancia a Sócrates, pero no a este otro gran ágrafo que representa la «superejemplaridad» y que plantea una cuestión seductora: que la individualidad sigue después de la muerte. A Sócrates lo cita todo el mundo. No pasa nada por incorporar a la discusión filosófica al Galileo. Y para la esperanza, que es lo que trato en mi libro, no podía ser ignorado.
–Arriesgado en tiempos tan científicos.
–La mayoría de la gente, incluso intelectuales reputados, tienen un concepto infantil de la religión, sobre todo los científicos. Cuando hablan de la religión tienen una idea pueril. No me extraña que la refuten porque si yo tuviera esa concepción de las ideas religiosas, tampoco estaría interesado. Por otro parte, la religión organizada, al centrarse en Jesús, se lo ha sustraído a la filosofía. Ahora, los estudios históricos nos han devuelto desde el punto de vista científico la figura del Galileo. Y han recuperado una personalidad con mucho interés.
–Insisto: vivimos inmersos en el materialismo.
–Pero hay un progreso moral. Éste es el mejor siglo para ser pobre o discapacitado. Se les trata bien. Existe un pacto social. La mayor parte de los hombres renuncian a la revolución a cambio de que la minoría privilegiada acepte una redistribución de las rentas. El avance material fue acompañado de progreso moral. El exceso de consumismo ya es otra cosa.
-Me trae a la actualidad: España.
-Cuando en Francia y EE UU tenían movimientos contraculturales, aquí había un dictador. Un dictador es una persona que convierte en menor de edad a la ciudadanía porque las decisiones están tuteladas por él. Cuando murió, tuvimos un aprendizaje acelerado de la libertad, que condujo a la sociedad libertaria que fue la movida española de los 80. En los 90 llovieron fondos estructurales europeos y nos convertimos de una forma apresurada en una sociedad libre y rica que llevó a una vulgaridad en el estilo de vida. La crisis nos va a colocar económicamente donde deberíamos estar: un nivel de vida algo inferior.
-Existe mucha frustración.
-El hombre moderno ha aprendido a no esperar de las instituciones políticas su salvación. Nosotros no hemos aprendido esta lección . No hay que esperar de las instituciones políticas que nos ayuden a ser felices, porque viven en un mundo contingente, imperfecto. Un problema de esta crisis es que se demanda a los políticos que nos hagan felices. Pedimos un perfeccionismo que no debemos esperar de las instituciones democráticas y políticas. Hay que evitar estos excesos de perspectiva de la política que llevan a la frustración.
-¿Dan ejemplo los políticos?
-Estoy en contra de los que hacen encarnar a los políticos todos los vicios del mundo. La crisis produce dolor y, además, el dolor a veces está mal repartido, en el sentido en que no sufren las consecuencia del dolor las personas que han contribuido a esta situación. Esto produce malestar, indignación y resentimiento. Los hombres necesitamos personalizar los sentimientos. Nos es más grato personalizarlos en una persona que en una idea. Y los políticos están ahí.
-¿No suscribe las críticas?
-Los políticos son unas víctimas fáciles de nuestros resentimientos sociales. No es razonable que todos los políticos, de todos los signos, de todos los países, sean negligentes, corruptos o torpes a la vez. ¿No será, por el contrario, que esperamos demasiado de las instituciones políticas? Ellos son víctimas inmediatas de una época de dolor. No digo que no tengan responsabilidad. La tienen y han sido protagonistas del dolor, pero el exceso de culpabilización es indebido. Una sociedad madura pediría responsabilidad a los políticos, pero no se dejaría llevar por este histerismo social.
«Necesario pero imposible»
Javier Gomá
Taurus
296 págs, 20 euros
(e-book, 9,99 euros)