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Jesús Carmona: «Barcelona es una ciudad muy flamenca, quieran o no»

«Camino», el nuevo espectáculo con el que triunfa, estará hasta el sábado en el Corral de la Morería, considerado el mejor tablao del mundo

Jesús Carmona
Jesús Carmonalarazon

«Camino», el nuevo espectáculo con el que triunfa, estará hasta el sábado en el Corral de la Morería, considerado el mejor tablao del mundo.

Ya se escuchan las palmas, los cantes y las guitarras. Ya se ha puesto Jesús Carmona a bailar. Ya se oyen los «ole», los «quejíos» de las gargantas y el crujir de las tablas al taconear. El bailaor barcelonés recorre las diferentes etapas por las que el flamenco se ha desarrollado a lo largo de su historia en «Camino», su nueva obra, que estará hasta el día 17 en el emblemático e icónico Corral de la Morería –considerado el mejor tablao del mundo–, para deleitar a quienes aman este arte y valoran la verdad.

–¿Bailarín o bailaor?

–Eso deben decidirlo las personas que me ven. Yo me siento las dos cosas. He tenido la suerte de poder estudiar danza clásica, pero mi alma es de bailaor.

–De Barcelona. Y flamenco...

–Barcelona es una ciudad muy flamenca, quieran o no. Este arte está por encima de cualquier discusión política. El flamenco no es de España, ni de los españoles, sino mundial.

–Usted baila, pero también camina. ¿Hacia dónde?

–Hacia donde me lleven los impulsos, que soy bastante impulsivo.

–¿Al compás de qué?

–Siempre al de las alegrías.

–¿Y cuando llegue a la meta?

–Espero no llegar nunca hasta ahí. Para ser feliz prefiero ir poniéndome desafíos alcanzables en cada momento. Estoy en una etapa de crecimiento y aprendizaje constante, de conocer artistas y de tantos proyectos que prefiero plantearme pequeños retos. No quiero dejar nunca de aprender, porque para mí sería una tristeza.

–«Camino» recorre las diferentes etapas del flamenco. ¿Cómo definiría la actual?

–El flamenco tiene muy buena salud. Hay artistas que hacen cosas súper interesantes, que lo desarrollan de una forma muy personal. Y hay otros, también buenísimos, que conservan esa raíz, por lo que están a salvo. Cada uno tiene que hacer lo que sienta y ser coherente con su momento personal. Hay flamencos que vuelan, que van hacia donde sus necesidades le mandan, que no tienen barreras, ni límites. La coexistencia de esos dos tipos de artistas mantiene el flamenco tan vivo.

–¿Tiene que innovar para sobrevivir?

–Lo que tiene que hacer es crecer y evolucionar, porque el flamenco es un arte joven, no como el jazz, por ejemplo.

–¿Está perdiendo verdad?

–No, para nada. Lo más importante es hacer las cosas con calidad y respeto hacia este arte.

–¿Lo valoran más en el extranjero que en España?

–Creo que sí. El flamenco es un arte mayor que se cuida y valora más fuera que en España. Pero aquí también tiene un público muy amplio. De hecho, cuando hay una oferta de flamenco, los teatros y tablaos se llenan.

–Hablando de tablaos, ¿se considera un poco como el príncipe de Blanca del Rey
–directora artística del Corral de la Morería–?

–(Risas) Jamás diría eso. No obstante, siento el respeto que tiene Blanca por mí y por mi baile. Tenemos una relación de mucho cariño.

–¿Cuál es el brillo de un bailaor?

–La verdad.

–¿Y en el Corral de la Morería?

–Hay que entregarlo todo, cada noche, porque el público se merece que demos el 100%. Es más difícil brillar en la Morería, pese a la buena iluminación y sonido, ya que los espectáculos son hasta en un 90% improvisados. Ahí es donde se ve si uno baila de verdad o si lleva todo tan montado, de cabo a rabo, que si le mueves una nota no sabe qué hacer.

–¿Qué siente cuando baila?

–Como si se parase todo, el vacío del espacio. Cuando me subo a las tablas nada me molesta, ni me duele, aunque tenga alguna pequeña lesión. Cuando bailo se me quitan los dolores, los resfriados y hasta los mocos. Es algo mágico. Yo bailo como estoy con una mezcla de cómo soy.

–¿Con qué?

–Intento hacerlo con el alma y con la verdad. Eso es lo que provoca que se mueva mi cuerpo y mis extremidades.

–¿Una voz?

–La de Camarón.

–¿Una guitarra?

–La de Paco de Lucía.

–¿Y si le digo ole?

–Hay muchos tipos de ole. Pero si es de verdad, en el sitio, te diría que gracias.