Literatura

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Jorge Lozano: «La función principal de un profesor es seducir»

«La función principal de un profesor es seducir»

Jorge Lozano: «La función principal de un profesor es seducir»
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Director del Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura, catedrático de Teoría de la Información en la Universidad Complutense, ex Director de la Academia de Roma y, antes que nada, profesor, una profesión que «proporciona un espacio de libertad donde mostrar un conocimiento sin estar sometido a los vaivenes de la estupidez». Acaba de ver la luz una nueva edición que conmemora el trigésimo aniversario de su libro «El discurso histórico», prologada por el recientemente fallecido Umberto Eco.

–¿Cómo cree que debería contar se el pasado?

–No se puede contar sin contruir un texto elaborado conforme a las leyes de la narración, que puede estar escorada hacia la ficción o hacia los hechos tal cual son.

–¿Nos han contado bien la historia?

–La historia es como la moda, que sólo declina el presente y es desde el presente desde donde se elige qué pasado contar. Por eso está destinada a ser revisitada siempre. No queda definitivamente de una determinada manera.

–¿A qué se refiere con lo de revisarla?

– Cuando yo estudiaba se hablaba de un millón de muertos durante la guerra, luego se ha hablado de 200.000. Si antes eran un millón de muertos y ahora 200.000, puede ocurrir que esta última cifra también se vea modificada.

–Pues me entran dudas sobre la historia.

–¿Qué recuerdo tiene de la infancia que no se haya visto alterado? ¿Qué libro de Shakespeare o de Cervantes, por poner dos ejemplos, no ha sido cambiado? ¿Es el mismo Hamlet de Shakespeare el de hace un siglo que el de ahora? ¿Es el mismo Quijote cuando lo leía Menéndez Pelayo, cuando lo leía el profesor Rico o ahora cuando lo lee un hipster? El Quijote es el mismo, la lectura modifica y por eso la semiótica es la disciplina que se ocupa de decir: ¡cuidado con inventarnos las lecturas! Atento al texto. Pero no quita que ese texto vea modificada su interpretación con el tiempo.

–¿Cómo se le ocurrió escribir el discurso histórico?

– Por pasión. Estaba en la universidad de Bolonia con Umberto Eco, era licenciado en Historia y me dedicaba a la semiótica. Ahí empecé a complicar mi existencia.

–¿Por qué ha vuelto a presentar un libro que vio la luz en el año 1987?

– Este libro es un ejemplo para mis alumnos porque en los estudios universitarios se desprecia al libro. Hay que tener artículos en inglés o en cualquier otro formato. La moda dice «sí» al artículo y «no» al libro, así que esto es ya un acto de venganza, dice con ironía. Este es un libro, si se me permite la vanidad necesaria, que ha mejorado con el tiempo. Cuando surgió fue el resultado de un ejercicio de estilo semiótico y encontró todo tipo de reconocimientos, encomios, homenajes, premios, pero que no creo que hiciera mucha mella en la historiografía española. El historiador miraba para otro lado. Lo que yo decía hace años ahora tiene especial relevancia. Cuando veo la televisión constato que la gente habla de relato, narración... Hay una especie de uso y abuso excesivo y descarnado del concepto de relato y narración. Este libro trata de situar cómo la historia se consume y construye como un discurso y que la narración es su principio de inteligibilidad, con lo cual tiene todavía más vigencia. Cuando empecé a trabajar escandalicé un poco a todos: a los semiólogos, porque me ocupaba de la historia, cuando ambas disciplinas eran incompatibles. Hoy ya no lo son. A los historiadores no les interesaban nada un extravagante semiólogo, con lo cual era especialmente complicado. Ahora es un momento más amable. La semiótica puede dar instrumentos útiles a la narración.

–Umberto Eco prologó su libro. ¿Cómo fue su relación con él?

–De agradecimiento absoluto. Tuve a un profesor, a ser un maestro, alguien que me enseñó ser buen profesor y si lo soy se lo debo a él en especial. Cuando salió mi libro la editora no quería que hubiera ningún prólogo. Sospecho que una persona caritativa se lo dijo. Él había leído el libro en castellano y puso todo tipo de pegas, porque era un perfeccionista. Obligó a cambiar cosas y me premió con ese prólogo, que considero que es una especie de pequeña joya.

–¿Y qué es lo que se requiere para ser buen profesor?

–Primero pasión, y tener convencimiento de que cuando estás explicando en una clase tu función fundamentalmente es seducir. Tengo la enorme ventaja de haber tenido muy buenos profesores, verdaderos maestros.

–Decía Eco que no estaba seguro de que internet hubiera mejorado el periodismo.

–Eco decía que la televisión era para los pobres porque les daba a conocer muchas cosas, mientras que internet era para ricos. Si por mejora del periodismo hay que entender mejora en el acceso a datos, la respuesta es no. He dirigido una investigación sobre Wikileaks y pese los cantos a la transparencia, el acceso a las demostraciones de que cualquier dato podía adquirirse con una operación de hacker no sabemos cuánto ha modificado el periodismo.