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José Luis Perales: «Las musas me quieren una barbaridad»

Acaba de publicar su segunda novela, «La hija del alfarero», y ha sido nominado a los Premios Goya a la Mejor Canción Original por «El autor», de Martín Cuenca

José Luis Perales
José Luis Peraleslarazon

Acaba de publicar su segunda novela, «La hija del alfarero», y ha sido nominado a los Premios Goya a la Mejor Canción Original por «El autor», de Martín Cuenca.

En un lugar de la Alcarria, de cuyo nombre es imposible olvidarse, nació hace ya unos cuantos años uno de los cantautores más célebres de España. Pero de muy joven se fue, de ese pequeño pueblo conquense (Castejón) del que recientemente lo nombraron Hijo Predilecto. Tomó sus cosas, llamó a su barco Libertad y se puso a navegar, a componer, a cantar, a enamorar... y a escribir desde ese refugio tan mágico e idílico al que no dejan de acudir las musas. Porque José Luis Perales, más que un cantante, es un «contante» de historias para las que las canciones, en ocasiones, pueden quedarse cortas. Es el caso de «La hija del alfarero» (Plaza & Janés), su segunda novela, que acaba de salir a la venta y habla sobre una familia dividida entre la vida urbana y la rural.

–¿Es ésta su canción más larga?

–Podría ser. La verdad es que siempre que escribo una canción me quedo con ganas de hacerla más larga. Si duran más de tres minutos no te la ponen en la radio, aunque en el último disco he hecho una de seis. En cuanto al libro, en todos los pueblos de la Alcarria hay una historia como la de Francisca, la protagonista.

–La novela comienza con su marcha hacia una ciudad mediterránea. Usted, como los personajes de su libro, es de pueblo.

–Y mucho. Pasé toda mi infancia en Castejón. Conozco muy bien a la gente de los pueblos, a quienes veo venir de lejos y con quienes comparto casi todo. Me encanta su simplicidad y la felicidad que encuentran en las pequeñas cosas, como en el olor del tomillo o en el del romero.

–Pero de paleto tiene poco...

–Soy rural, que no paleto.

–Usted ha situado Cuenca en el mapa...

–De alguna manera, sí. Hay turistas que han ido a Cuenca a visitar la casa en la que viví. Un gitanillo pedía propinas por enseñarla. Incluso ha habido gente de Chile que ha viajado a Castejón para ver mi casa.

–¿A qué suena este libro?

–A barro cocido, a tejar. A recuerdos dulces, que no a nostalgia.

–¿Compone libros y escribe canciones?

–(Piensa) Escribo canciones y he empezado a escribir algún libro.

–Éste está lleno de imágenes poéticas, ¿como su visión de la vida?

–Trato de sacar lo más poético de los lugares y de las conversaciones. Pero no veo la vida en verso. Soy muy realista.

–¿A quién mima su rima?

–A mí mismo. Si no rima no lo escribo.

–¿Qué tal se lleva con las musas?

–Divinamente. Me quieren una barbaridad. Son muy selectivas con el sitio y el lugar. Están en el campo, en mi refugio de Castejón, donde más feliz soy.

–Quizá se hayan enamorado de sus letras...

–Quizá... Son tan fieles como la tierra. Siguen viniendo a verme.

–¿Cuál es la melodía de su vida?

–La de aspirar a la calma. Mi vida suena a chico bueno de pueblo. Aunque de niño, a veces, fui primitivo y cruel.

–Después de tanto éxito cosechado. ¿Es más fácil triunfar en la música que en la literatura?

–A mí me ha resultado facilísimo, porque nunca busqué triunfar en la música. Hacer una rumba para Lola Flores o un «Morir de amor» para Miguel Bosé era mi oficio y me encantaba. Me permitía ser libre y escribir lo que quisiera, a la sombra de una higuera. Componía canciones para los artistas, y de pronto me dijeron que las cantara yo.

–¿El dueño de una canción es quien la escribe, quien la canta o quienes la escuchan?

–Los dueños son quienes la cantan en los conciertos.

–¿Han hecho sus letras famosos a los artistas que las han cantado, o han sido ellos quienes le han hecho famoso a usted?

–Las canciones se hacen famosas cuando se interpretan bien.

–Las suyas han unido a infinidad de parejas. ¿Conoce a Cupido?

–No. Yo lo llamo flechazo. Y para que llegue no hace falta Cupido. A mí me llegó. Y fue definitivo. Supe que sería feliz con mi mujer.

–¿Está enamorado de sí mismo?

–No creas que me quiero tanto. Tengo muchos defectos. Solo me soporto, me aguanto.

–¿Las canciones de amor han dejado de enamorar?

–No. Las baladas que han soportado el paso del tiempo son grandes canciones de amor. Lo que pasa es que en las fiestas suena mejor «Paquito el chocolatero».

–¿Por qué le puso a su barco Libertad?

–Es la palabra más maravillosa.

–¿Qué nombre le pondría ahora?

–Siempre le pondría el mismo. La libertad es la máxima aspiración del ser humano.