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Juan Muñoz, el terror que habita entre la ficción y lo real

La Sala Acalá 31 dedica una exposición al artista que recorre la última década de su trayectoria
Inauguración muestra "Juan Muñoz. Todo lo que veo me sobrevivirá"
Inauguración muestra "Juan Muñoz. Todo lo que veo me sobrevivirá"FERNANDO ALVARADOEFE

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Juan Muñoz trabajó en una figuración distinta, realista, pero en la que también resulta fácil apreciar flecos de una dimensión simbólica que rebasa lo puramente anatómico. Sus esculturas irradian ese escalofrío que una persona puede sentir cuando mantiene una conversación distendida con una máquina. Un terror que proviene de la aproximación con lo que parece humano, pero que en el fondo no lo es. Sus estatuas siempre incluyen un elemento de advertencia al espectador para que no se extravíe la atención en equivocadas confianzas y confunda lo que es real.
El ánimo de verosimilitud que sostiene «Two Seated on the Wall» (2001), por ejemplo, se trunca en unas manos con el rescoldo monstruoso de lo que pertenece a otra naturaleza que no corresponde a la representación de estos dos hombres. Y en la discreta multitud que supone «Plaza» –que se expuso en 1996 en una muestra del Museo Reina Sofía y que ahora vuelve a exhibirse en Madrid– sobrevuela algo inquietante, quizá derivado a que cada una de las piezas comparten el mismo rostro. De hecho, son un molde de una cabeza del siglo XIX de estilo Art Nouveau que el artista encontró en una tienda. En una primera mirada no se aprecia. Todas las caras parecen distintas, pero no lo son. Esa sensación deriva de las expresiones corporales que son diferentes en cada uno de los casos, como señala Manuel Segade, comisario de la exposición «Todo lo que veo me sobrevivirá», que acoge la Sala Alcalá 31 y recorre la trayectoria de la última década de Juan Muñoz, que falleció de manera prematura en 2001 con 48 años. El montaje se ha concebido como una instalación de instalaciones y cada una de las obras incluidas hacen referencia a aspectos distintos que el artista trabajó durante estos años.
"Plaza", una de las instalaciones de Juan Muñoz
"Plaza", una de las instalaciones de Juan MuñozDavid Jar
«Con la corda alla bocca», que remite a una pintura de Degas, es una reflexión del cuerpo cuando se convierte en sí mismo en un elemento de espectáculo; la escultura «Sara», la estatua de mujer aquejada de enanismo, es un acercamiento a los cuerpos no normativos y, a partir de ahí, se adentra en la alteridad, en el otro, en aquellos que son diferentes –idea que también late en «Jorge», talla en bronce de igual tamaño. Estas obras convierten a Juan Muñoz en alguien que fue capaz de anticipar temas que hoy están vigentes, que forman parte del debate actual, como es la batalla por el canon de la belleza y la aceptación de los cuerpos (Lucian Freud, que ahora también se exhibe en Madrid, ya planteó este asunto) y la civilización del espectáculo, como diría Mario Vargas Llosa, donde la exhibición de uno mismo es crucial. Pero quizá la idea de Juan Muñoz que posee mayor vigencia es la diferencia entre lo real y la ficción. Sus esculturas rompen el espacio y convierten su entorno en una dramatización teatral. El espectador participa de su obra al deambular y acercarse a sus esculturas. ¿Dónde comienza la realidad y dónde termina lo irreal? La pregunta, con la irrupción del metaverso, no puede gozar de mayor actualidad.