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Juego de intensidades con el virtuosismo del pianista Josu Solaun

Obra: de Brahms, Schumann, Chopin y Prokofiev. Piano: Josu de Solaun. Ciclo Grandes intérpretes de la Fundación Scherzo. Madrid, 3-XI-2023.
El pianista Josu de Solaun en el Auditorio Nacional
El pianista Josu de Solaun en el Auditorio NacionalArchivo
La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Programa ambicioso, variado y lleno de dificultades pianísticas el que ha abordado, en su debut en este ya veterano ciclo, Josu de Solaun, que ha puesto en evidencia sus cualidades y su entendimiento de los pentagramas interpretados, a los que ha abordado con franqueza, originalidad y apasionamiento, reflejo de un estudio concienzudo. Su enfoque es muy libre y personal, por intencionalidad del fraseo, por la finura de la exposición, por la capacidad para calibrar intensidades.
El concierto se abría con las tan hermosas y tan afines a lo legendario cuatro “Baladas op. 10”, ofrecidas de manera introspectiva y meditativa. Tranquilo y en voz queda el inicio de la nº 1, luego expuesta con un aire narrativo muy adecuado. La abstracción y elevación más sinceras rodearon estas interpretaciones, que alcanzaron temperatura a medida que discurrían. Pianísimos de excepción en la nº 2, “Andante”. Ataques fulgurantes y demoledores en pasajes de la nº 3.
Gran temperatura dramática alcanzó la interpretación de la “Gran Sonata en Fa sostenido menor” de Schumann, a la que el pianista supo dar el tono dramático exigido y, en el segundo movimiento, “Aria”, la espiritualidad conveniente. Contrastes muy marcados. En determinados momentos la fogosidad, el virtuosismo que definen a la obra llevaron al pianista a un exceso apremiante de velocidad y a atacar octavas demoledoras “tutta forza” que emborronaron un tanto la exposición. Todo amainó en Chopin, donde el artista se extasió y logró instantes de gran belleza, así en el “Vals en La manor op. 34 nº 2”, fraseado a media voz, casi con delectación.
Siguieron momentos de gran belleza en las otras obras del polaco: “Preludio en Mi menor op. 28 nº 4” y en “Do sostenido menor op. 45”, “Mazurka en La menor op. 17 nº 4” y “Estudio en Mi bemol menor op. 10 nº 6”. Sonido mesurado, coloraciones discretas y sorprendentes ataques en fortísimo con perjuicio a veces de la claridad. Idónea la interpretación, por la fantasía con que se desplegó, las dinámicas aplicadas y la exactitud de la digitación, la recreación de la “Sonata nº 8 “de Prokofiev, con un “Andante exquisito” y delicado y un Vivace final intencionado, intenso y caleidoscópico. Arrebatado y corajudo, De Solaun nos regaló al cierre dos propinas. Nos parecieron “Preludios” debussyanos. Tocados con cuidado, precisión y tono evocativo. Gran éxito respaldado por un público que ocupaba algo más que la mitad del aforo.