Kentridge, un artista a un carboncillo pegado
El surafricano, que expondrá en el Museo Reina Sofía en noviembre, habló de su país y de sus proyectos antes de recoger mañana el galardón.
Creada:
Última actualización:
El surafricano, que expondrá en el Museo Reina Sofía en noviembre, habló de su país y de sus proyectos antes de recoger mañana el galardón.
Ni de lejos se podía imaginar el niño de seis años que fue William Kentridge (Johannesburgo, Suráfrica, 1955) que cuando entró en el despacho de su padre en busca de bombones se iba a topar con una experiencia que le marcaría de por vida. Sir Sydney Kentridge era entonces un abogado que representaba a los familiares de personas masacradas por la Policía surafricana en 1960 y guardaba en una pequeña caja amarilla las fotos del caso. A ella acudió el ahora artista para hacerse con un dulce, pero no. Las instantáneas de personas que habían sido tiroteadas se asomaron en lugar del manjar. «Algo muy violento para un niño», reconoce años después ese crío. Con ello creció Kentridge durante años, pensando que lo que habían vistos sus ojos vírgenes «no tenía efecto» en él. Pero se confundió. Todo había quedado guardado en su cabeza de algún modo. Hasta que reventó. Cuarenta años después se autosorprendió con dibujos de «lo olvidado»: cadáveres tirados por el campo. Eran las reproducciones de antaño que quizá todavía hoy pueden vislumbrarse en algunos de sus grabados.
«Indignación» infantil
Es este prematuro capítulo de la vida del artista la que, sin querer, le ha marcado de por vida. Una vida que ayer mismo desembocaba en Oviedo. Ese niño se ha hecho tan mayor y tan grande que ha sido capaz de igualar a todo un mito, leyenda, Dios, de su país, Nelson Mandela. Ya podrá decir que ambos tienen un Princesa de Asturias, esta vez en las Artes: «Una maravilla», resume. Kentridge –que presentará «Basta y sobra» en el Reina Sofia de noviembre a marzo– recondujo toda esa indignación infantil como pudo. Entre grabados, películas, «collages», óperas, cuadros, tapices, esculturas, murales... Todo lo que entiende por arte. «Es mi obligación volver atrás y capturar toda esa indignación que sentí como niño», comentaba ayer .
«Meticuloso y profundo», como le define la organización asturiana, el surafricano ha elegido, principalmente, el dibujo como vehículo expresivo de emociones y metáforas relacionadas con la historia y la realidad sociopolítica de su país. Lugar del que «pese a continuar siendo un país democrático y haber evitado la violencia gracias a los intentos de Mandela, entre otros, todavía tenemos problemas. Existen grandes niveles de desigualdad y no sé si el actual gobierno lo podrá corregir. También estamos muy tocados por la corrupción, aunque veo que no es algo exclusivo, sino que está extendido a nivel mundial», apunto ayer sobre su nación, donde está cerca de abrir su «Centro para la idea menos buena», un lugar «muy suyo», en el que buscar unir todas las disciplinas artísticas posibles: a poetas, bailarines, músicos, etc., enumeraba. «Buscar en otro medio lo que te sugiere». No tiene tabúes Kentridge con uno u otro arte. Utiliza lo que considera en cada momento. Une tradición y vanguardia. Pincel y vídeo si es necesario. «Para mí lo esencial es recoger los fragmentos del mundo. Da igual cómo. No creo que las nuevas tecnologías cambien el concepto que ahora tenemos de una manera fundamental», contestó preguntado por el futuro.
Lo que quiere es «recoger el carboncillo, dibujar y sentir el papel». Recoger las diferentes partes del mundo, reorganizarlas y enviarlas de nuevo a los demás para «demostrar cómo nos construimos a nosotros mismos. Lo inmediato es mostrar la vida», pero, ojo, advierte, «todo significado es provisional». Por eso no quiere ver el arte como un instrumento político, «tiene que ver con el temperamento y la capacidad de crear eslóganes. No estoy en contra, pero yo lo afronto de otra manera: para comprender el mundo. Para mí la importancia está en discos, películas, cuadros, libros... para construirnos como individuos».