K-Fashion: la moda coreana en la hegemonía cultural
La diseñadora Yerim Kim, una de las más demandadas por los «idols» clave del K-Pop expone en Madrid hasta 80 piezas
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La acción publicitaria llevó a Louis Vuitton a cerrar el Park Güell de Barcelona a finales de mayo, durante dos días y no sin polémica, por supuesto. Un desfile de nueva temporada iba a reunir en la ciudad condal a ganadoras del Oscar como Emma Stone o Cate Blanchett con intocables de sus respectivas disciplinas como Rafa Nadal o Pharrell Williams. Sin embargo, el medidor de decibelios entre los fans que se agolpaban en la exclusiva entrada del evento solo estalló por un joven de 24 años. Felix Lee, australiano de ascendencia coreana y miembro destacado de la «boyband» de K-Pop Stray Kids, es uno de los artistas más seguidos del mundo y uno de los rostros mejor pagados por las grandes marcas y usted, quizá, ni siquiera sabía de su existencia hasta leer estas líneas. Tampoco que la propia marca gala le ha nombrado embajador ni que Yves Saint-Laurent le tiene fichado al mismo nivel de desempeño económico que a Dua Lipa o al actor de «Elvis», Austin Butler.
«Se trata de crear conceptos específicos, mundos propios que apelan a un tipo de fan concreto. Sin embargo, tanto el K-Pop como la moda coreana viven en el mismo ecosistema, se alimentan el uno al otro», explica la diseñadora de moda Yerim Kim, de visita en Madrid para presentar una exposición dedicada a su moda y, sin duda, voz autorizada para ayudarnos a entender cómo el poder blando se ha convertido no ya en un arma política para Corea del Sur, sino en un vehículo económico sostenible en el tiempo. Kim, que ha vestido ya a miembros de las bandas NewJeans o Le Sserafim y firma para FILA o Asics como diseñadora, es ahora objeto de una instalación en el Centro Cultural Coreano (CCC) de la capital, que bajo el título «¡OJOS! No es escaparate, es exposición», expone varios de sus diseños más relevantes, siempre inspirados en la moda deportiva pero capaces de sintetizar mejor que nadie ese matrimonio entre la alta costura y lo funcional que trajo consigo el trauma compartido de la pandemia.
«Cuando diseño la ropa, la replico de dos formas, una con un sentido expositivo y otra con un sentido digital. Entonces siempre estoy pensando la moda como una de las bellas artes, para mí no se puede separar un concepto del otro, incluso cuando estoy trabajando para colecciones funcionales. Mi idea es crear un concepto, primero, y luego expandirlo, hacerlo material a través de la ropa que estoy creando. Por eso, también, muchas de mis colecciones son modulares, se pueden combinar entre sí para que el sujeto, quien la acabe vistiendo, sea parte también de ese proceso de personalización», apunta Kim, que llega ahora a Madrid con cerca de 80 prendas que se podrán ver hasta el próximo 31 de julio y que han sido vestidas con una «masterclass» de la propia diseñadora en el CCC. Y es que a través de su marca OJOS, que está nombrada en español y que la artista explica que se inspira en las diferentes visiones del mundo que aprendió durante un recorrido y estancia en Sudamérica, Kim fue galardonada con el premio de oro en el K-Fashion Audition que organiza el gobierno de su país, premio asimilable a uno Nacional en el nuestro.
«Tanto el K-Pop como la moda coreana viven en el mismo ecosistema, se alimentan del otro»Yerim Kim, diseñadora
Más allá de las colaboraciones de Kim con los «idols» más solicitados del K-Pop, lo cierto es que el fenómeno de asimilación y de globalización de los rostros clave de la música coreana ya parece imparable. Jung Kook, parte de los célebres BTS y actualmente cumpliendo con el servicio militar obligatorio en el sur de la Península, es imagen de marca de Calvin Klein Jeans, y lo mismo ocurre con Lisa, de Blackpink, que ha firmado con Bulgari como embajadora global o su compañera Jisoo, que ha fichado por Cartier. Lo que hasta hace algunas décadas era una asociación local, destinada a promover las marcas de lujo en territorios asiáticos, por ejemplo, ya se ha convertido en un engranaje más del «marketing» global de las marcas y los cantantes de K-Pop ya comparten marquesinas con las estrellas «teen» de Hollywood.
Preguntada acerca del desafío ontológico al que se enfrenta la moda contemporánea, el de casar la alta costura con los tiempos y las condiciones laborales infernales de los países en vías de desarrollo, Kim lo tiene claro: «Hay que tener claros los límites. Nosotros hemos intentando polarizarnos en nuestro propio equilibrio y crear moda que sea sostenible, que no esté basada en la explotación porque, precisamente, eso es lo que la valida ante nuestros compradores y como arte. Al ser arte que se vende, que se comercializa como vía principal de explotación, todo cambia, pero creo que se puede ser ético y, a la vez, apelar a la vanguardia del diseño», añade Kim, cuyo éxito radica, según sus propias palabras, en su capacidad para adaptar prendas o estilos tradicionalmente femeninos a las demandas masculinas contemporáneas, con vuelos, gasas o desprendimientos que no eran habituales en los hombres hasta hace apenas unos años.