La Academia, también con el agua al cuello
Nadie duda de que la Academia de Cine ha adquirido un papel relevante en la vida cultural madrileña. No sólo es la sede en la que se presentan a la Prensa una parte de los estrenos nacionales, sino que además alberga encuentros sectoriales y también un buen número de ciclos que permiten a los espectadores la entrada libre a ciclos de cine español en los que suele asegurarse la presencia de los autores o protagonistas. Esto no sería posible sin su sede, en un céntrico edificio de 2.565 metros cuadrados que le cedió el Gobierno cuando sus vecinos, el Partido Popular, ocupaban La Moncloa con José María Aznar, un sueño que los miembros fundadores aquel enero de 1986 no se atrevieron ni a soñar. Pero estas cuatro plantas, además de mantenimiento, necesitan personal para la programación cultural que permite que haya casi un acto, o más, por día laborable. Para todo esto, evidentemente, no alcanza con las cuotas que pagan los casi dos mil socios, sino que necesitan una aportación estatal, que tras la decisión de Cultura de eliminar las subvenciones nominales y la reducción de los Presupuestos Generales del Estado en los últimos años, ha menguado significativamente.
El funcionamiento de la Academia depende más que nunca de los patrocinadores privados. Atrás quedan los tiempos en los que el BOE anunciaba que la hacienda pública dedicaba hasta 150.000 euros para ayudar a la organización de los premios en los tiempos de Ángeles González-Sinde, una cineasta al frente de la Casa de las Siete Chimeneas. Algunos aún se acuerdan de que en aquellos tiempos de bonanza se gastaron hasta 40.000 euros sólo por una gigantesca cabeza de Goya que presidía la alfombra roja y que se instaló en 2011 en plena Plaza de Oriente, cuando los premios se celebraron en el Teatro Real.
De hecho, al año siguiente, el primero de la era de Enrique González Macho, el productor tenía la intención de superar la apuesta de su predecesor, el director Álex de la Iglesia, e intentó organizar la gran noche del cine español en un espacio aún más gigantesco, como el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, aunque la falta de apoyos económicos y la austeridad que imponían las cuentas públicas le hicieron desistir. Este año, el objetivo era celebrar dignamente la ceremonia. La desaparición de patrocinadores puso a la Academia en una situación muy delicada no sólo con respecto a la financiación de la gala, sino también en cuanto a los gastos corrientes de la institución. «Por suerte, hemos conseguido apoyos en el último momento», dice aliviado uno de los organizadores.