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La cara más dura de Europa

La crítica a los nacionalismos y la UE más precaria entran en la Berlinale con las películas «Mug», de Malgorzata Szumowska, y «In the Aisles», de Thomas Stuber, dos filmes que no dejarán excesiva huella

Thomas Stuber ha reflejado en «In the Aisles» el mundo sórdido de los empleados condenados
Thomas Stuber ha reflejado en «In the Aisles» el mundo sórdido de los empleados condenadoslarazon

La crítica a los nacionalismos y la UE más precaria entran en la Berlinale con las películas «Mug», de Malgorzata Szumowska, y «In the Aisles», de Thomas Stuber, dos filmes que no dejarán excesiva huella.

Ninguna de las dos películas que cerró la sección oficial cambiará el veredicto del jurado. En ambas, dos hombres intentan encontrar la manera de vencer un aislamiento social que los predestinará a la infelicidad. En la polaca «Mug», de Malgorzata Szumowska, Jacek tiene que acostumbrarse a su nuevo aspecto después de un trasplante de cara, aunque los que peor reaccionan son los miembros de la conservadora comunidad rural en la que vive. En la alemana «In the Aisles», de Thomas Stuber, Christian vive confinado entre los pasillos de un hipermercado y su ruinosa casa, hasta que el nacimiento del amor abre una grieta de luz en su rutina.

Szumowska parece más preocupada por reflexionar sobre la identidad cultural polaca, y en especial sobre el fanatismo ultracatólico, que por la crisis de su protagonista, que sobrelleva bastante bien haber perdido su atractivo y su capacidad para comunicarse. Antes de sufrir un accidente en la construcción de la figura de Jesucristo más alta del mundo, Jacek ya es un perro verde entre beatos. Le gusta el heavy metal, baila obscenamente con su novia y sueña con huir a Londres. La directora de «Body» lo usa como espejo donde la intolerancia religiosa refleja su monstruosidad, identificando cualquier cambio con un dictamen del diablo. Jacek es más un instrumento que un personaje, un canal para que Szumowska desagüe una crítica al involucionismo ideológico de su país –las secuencias del exorcismo son significativas–, incluido un comentario sobre los nacionalismos que amenazan con destruir una Europa sin prejuicios.

La vida en un hipermecado

Con su cuerpo íntegramente tatuado y su cara de boxeador, el Christian de «In the Aisles» podría ser el hijo de esos nacionalismos que se ha dado cuenta a tiempo de que tenía que cambiar de rumbo. El noventa por ciento de las dos horas de metraje se desarrolla en un hipermercado, donde Christian empieza a trabajar como reponedor y mozo de almacén. La puesta en escena enfatiza la condición de no-lugar, equiparándolo a los escasos exteriores que nos enseña, que no son otros que paradas de autobuses, suburbios al lado de autopistas o parkings desolados. En un entorno tan deshumanizado, en el que la rutina del trabajo se define a base de repeticiones y frases hechas, Christian (Franz Rogowski, que protagonizó el «Transit» de Petzold) aprende a duras penas a conducir una carretilla elevadora, entabla amistad con los encargados –hay humor en esa relación, hasta que, por un gratuito giro de guion, estalla la tragedia– y se enamora de una compañera de trabajo, mujer casada para más señas. El argumento es tan minimalista que, en algunos momentos, parece confundir la humildad con la pereza. Si bien es cierto que la película se despliega con la lentitud con que el introvertido Christian se relaciona con el mundo, adecuando su ritmo narrativo a las tímidas tentativas sociales de su protagonista, da la impresión de que Thomas Stuber tampoco tiene mucho que decir sobre sus desvelos. Como telón de fondo, está la Europa de los trabajos precarios, con la Alemania de la reunificación como ominoso fantasma del pasado, pero en la superficie queda una historia de amor pequeña, recatada pero morosa.