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La discreta elegancia de un grande

La Razón

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Los actores están hechos de la misma materia que los sueños. No nosotros, que los miramos fascinados desde la platea, que tenemos el mundo pegado a nuestros zapatos y necesitamos historias para seguir adelante, para volar y soñar. Se suele decir que ellos se transforman en personajes que pasan a formar parte de nosotros para, en ocasiones, transformarnos, pero hay más, hay mucho más, son una parte querida e imprescindible de nuestra sociedad. Hay una generación de actores que llegó al teatro con la vocación como motor y con una necesidad imperiosa de cambiar el mundo en el que vivían a la que no le hemos dado suficientemente las gracias. Les tocó vivir una época dura y apasionante, y ayudaron a hacer mejor este país desde su amor por el teatro, desde su integridad y sus contradicciones, estrenando aquello que creían necesario, cuando podían, y viviendo, a veces sobreviviendo la profesión como una extensión de sus personas, sin fronteras, sin límites, todo a pulmón.
Nuestra mirada actual sobre el teatro está formada por sus esfuerzos, por sus ilusiones, por sus creencias y por sus decisiones. Nuestro teatro actual les debe todo porque consiguieron dignificarlo con su trabajo y su compromiso, y nos enseñaron que el actor debe ser un ejemplo y que el teatro no es sólo entretenimiento.
Fernando Guillén fue un miembro activo y protagónico de esa generación que deja la impronta del carácter, del actor de raza, de la persona, del artista que se sitúa frente a lo que no comprende, frente a lo que detesta; el actor que lucha con sus armas para cambiar las cosas. Los actores están hechos de la materia de nuestros sueños, por eso pasan a formar parte de nosotros, porque nos han dado, generosamente, lo mejor de sí mismos y nos han transformado; y afortunadamente nos han hecho mejores. A esta generación, que está haciendo mutis discretamente, le deberíamos dar las gracias por todo eso, y por su discreta elegancia al caer el telón. Toda mi admiración, señor Guillén, y mi agradecimiento por haber formado parte de mis sueños.